“Cuando un amigo se va, el alma queda a media asta”. Con la muerte de Mons. Bayter es el dolor quien parte nuestra alma y nos deja en vilo, en suspenso. Su vida toda fue una ofrenda a la causa del Reino en el IMEY y su muerte será el mismo don ya recibido y multiplicado y entregado. Nos queda una palabra para celebrar su partida: Gracias.
Sé que cada javeriano tiene frente a Mons. Bayter un sentimiento, una palabra memoriosa, o lo que es lo mismo, una memoria guardada en no sé qué rincón del alma. Quiero resumir lo mío en tres pequeños acápites que a su vez, forman parte de la Historia del Instituto.
1. El Capítulo General del año 1.972 ha significado en nuestra pequeña andadura, un momento de rompimientos, de enfrentamientos entre dos corrientes prácticamente irreconciliables entre sí. A tal punto que el Nuevo Superior y su Consejo, elegidos en ese Capítulo, no pudieron posesionarse en Yarumal, sede del certamen, y emigraron a Medellín para hacer el acto protocolario de la posesión en Emaús. El IMEY quedó herido, fragmentado, debilitado.
El Padre Bayter, Nuevo Superior, comenzó un trabajo paciente de escucha, cercanía, reconciliación, oración. Había que hacer frente a una crisis honda, difícil, tormentosa. Y con el asesoramiento del Padre Rodrigo Velásquez B., hombre de mentalidad ágil, si se quiere, brillante, dinámico, creativo, montaron una estrategia de comunicación en las visitas que el Consejo, en este caso, el Padre General con Rodrigo, hacían a las distintas fraternidades. Un logro positivo: Romper hielo y abrir espacios de diálogo.
El IMEY comenzaba a dar pistas de recuperación, de entendimiento, de salvación. Claro, no tan fácil. Varios equipos se alistaron en la resistencia, sobre todo El Vaupés y Ecuador. Con todo, poco a poco se iba sintiendo un aire fresco.
En alguna visita que hacía yo por las diversas regiones, me encontré en Buga al Padre Guillermo Vásquez, ex-javeriano, hombre de muchos quilates intelectuales, pastorales, amistosos. En la conversación, espontáneamente, dijo algo de verdad, relevante para el IMEY: “El Padre Bayter es el Segundo Fundador del Instituto”. Y todo por la sabiduría, paciencia y generosidad con las que el Padre Bayter había superado la crisis del 72.
Esto no está en ningún archivo, pero lo guardo en mi corazón como un dato que hace honor, hoy más que nunca, a Mons. Bayter.
- Las Sociedades de Vida Apostólica en el Continente Americano, cinco en total, han ido entretejiendo su historia en medio de luchas, incomprensiones, dificultades cada una del tamaño de su limitación y debilidad. Es entonces, en el primer período de gobierno del Padre Bayter, cuando se le ocurre la idea genial de buscar la ASOCIACIÓN entre estas minúsculas, pero aguerridas Sociedades.
Comenzó el diálogo con MaryKnoll. En un principio, como apoyo económico, asunto bastante cercano a las aficiones de nuestro Superior. Vendrán luego los encuentros con Guadalupe, Scarborg, Quebec. Lo más importante en todo este trabajo de integración se da en la conformación de equipos inter-instituciones en diversos centros de pastoral como Pucallpa, Itacoatiara, Honduras, Kenya.
Más tarde, ampliando el horizonte, nos encontramos con las Sociedades de Vida Apostólica de Europa. Es así como nos lanzamos con la Sociedad de los Padres Blancos en Malí, en Londres para el estudio del inglés. Y nos fuimos al ASIA con el apoyo insustituible de Quebec y la Sociedad de los Padres Misioneros de París.
Varias de estas Sociedades nos apoyan todavía con el estudio de la lengua, su acogida en algunos centros y, lo más importante, su amistad, su generosidad.
- Un tercer punto que habla de la grandeza de Mons. Bayter es su temple, carácter, amor al Instituto por encima de prebendas, adulaciones, genuflexiones ante autoridades de altísimo rango que, de alguna manera, buscaban someter nuestra autonomía a sus férreas disposiciones y visiones eclesiales de tono retardatario.
Era Superior General del Instituto el Padre Bayter. Fuimos a una celebración a Santa Rosa de Osos. Presidía el Emo. Sr. Cardenal Aníbal Muñoz Duque. Todo su sermón ha sido una dura catilinaria dedicada a atacar al IMEY, a su Superior señalando que habíamos olvidado las raíces de nuestra Institución y, ahora, peor todavía, habíamos tergiversado sus fines.
La actitud de nuestro Superior en ese momento y, yo diría que permanente, fue de serenidad, paz interior, búsqueda del bien del Instituto por encima de cualquier otro interés, apertura al diálogo y respeto a opiniones de diferente calibre o peso o autoridad. Al terminar la misa, fue a conversar con el Cardenal quien le negó la palabra. Fue y sigue siendo una clase magistral para el Instituto, sobre todo, para los Consejos Generales y, en especial, sus Superiores. Con este gesto hemos tocada altura, dignidad.
Rindo mi homenaje de gratitud a nuestro querido Mons. Antonio Bayter Abud. Sé que en algunos puntos tuvimos diferencias. Pero eso no nos alejó. Nos ayudó a entender la pluralidad de ideas dentro de la marcha común de nuestra fraternidad javeriana. ¡Todos somos iguales y todos somos diferentes! Esto es raíz de nuestra espiritualidad Trinitaria. Sé de su grandeza de alma, de su talante apasionado por el IMEY. Quedo a su sombra.
Los funerales judíos suelen acabar con esta frase pronunciada por el Rabino que preside la ceremonia: “Que su memoria nos sirva de bendición”. Y todo su legado espiritual, pastoral, fraterno es una bendición para nuestro IMEY.
Jesús e. Osorno g. mxy
Cochabamba 21.08.20
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