Liturgia de la Palabra
1 de julio de 2018
Primera lectura
Lectura del Libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-25
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni imperio del Abismo sobre la tierra, porque la justicia es inmortal.
Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza. Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen.
Salmo
Sal. 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b R: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 8, 7-9. 13-15
Hermanos: Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad.
Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos.
Pues no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces; se trata de nivelar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediara vuestra falta; así habrá nivelación.
Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho, no le sobraba; y al que recogía poco, no le faltaba.»
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
–Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
[Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría.
Inmediatamente se seco la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
–¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron:
–Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado ?»
El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. El le dijo:
–Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando] llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
–Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
–No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entro y les dijo:
–¿Qué estrépito y qué lloros son estos ? La niña no está muerta, esta dormida.
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
–Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–.Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Reflexión
A ti te digo
Días de intensa agitación en estos retiros del hospital de campo, internamente me siento abrumado, miro mis manos que se abren despacio para abrazar una de aquellas miles de madres de los falsos positivos, para tratar de consolarla ante el dolor que ha cargado por años…
He escuchado su testimonio, su dolor; todos alrededor no pueden contener las lágrimas ante la impotencia de aquella mujer y ella busca que al menos se le escuche. Han sido estigmatizadas, las han humillado, les han arrebatado a sus hijos, han derramado la sangre que salió de sus vientres. Una de ellas grita su dolor de rabia contra aquel que para ellas ha sido el culpable, alguien la quiere callar… Es demasiado sufrimiento que han tenido que cargar en secreto…
Estas madres no le dicen nada a la sociedad, no son nadie y así se lo han hecho sentir en las esferas gubernamentales. Ni siquiera tienen abogado; no son nada para la sociedad. Humilladas…heridas secretas que nadie conoce ¿podrán conocer la Paz?, se puso en juego la reputación de sus hijos y de ellas mismas. Pero ellas no callan, aunque nadie las quiera escuchar. Gritan y no pierden la Fe porque saben que tarde o temprano aquellos culpables que se erigen como “ciudadanos de bien”, tendrán que responder ante el juez mayor…
Celebro la eucaristía y vivimos la experiencia de ese Dios que las mira con bondad y las pone en medio para que el mundo se dé cuenta de su dolor… un militar arrepentido se acerca a ellas les suplica el perdón, desea recuperar la Paz, volver a vivir según él.
El evangelio nos invita a pensar que al igual que la mujer hemorroisa ellas no son nadie para la sociedad, no son pecadoras, aunque las sociedades las han tratado así; la sociedad no les ha servido para nada más que para hacerlas sufrir ¿de qué les sirve creer en Dios? Han tenido que ir más allá de la ley a la que no les importa su sufrimiento. Sus dolores los viven en soledad sin que a nadie le importe, pero con gestos sencillos no se cansan de buscar a Dios porque encuentran en Jesús, no aquel que está centrado en la religión y en sus observancias sino en el sufrimiento humano. La mujer que padece hemorragias ha sido excluida y silenciada por la misma religión oficial, al igual que las madres a las que les han derramado la sangre de sus hijos y se les quiere acallar su voz para que los “hombres de bien” no se vean involucrados.
Están habitadas por el miedo en que la sociedad misma las ha hecho vivir, pero ahora de ellas podemos aprender a estar en esa búsqueda permanente de Jesús, en él podemos inspirarnos para romper con moldes y estructuras que han silenciado a las víctimas y encontrar la fuerza para iniciar una vida nueva. Ellas saben que nadie las puede ayudar ni se van preocupar por ellas, no se conforman, se abren paso. No quieren molestar, con un gesto delicado en secreto se acercan a Jesús, ahora Jesús quiere que todos las conozcan, se pone de parte de ellas y les devuelve su dignidad y la felicidad que le es negada por la religión y la sociedad. La cercanía de Jesús transforma y dignifica.
Jesús le devuelve la vida a la hija de Jairo, no porque sea Israelita, sino porque sabe que las estructuras no pueden dar vida por sí mismas. El no hace milagros para hacer alarde de su poder divino, sino que lo mueve la compasión, por eso es descalificado, estigmatizado, se pone entredicho su reputación. Sus milagros no favorecían la religión, sino que antes por el contrario la ponía en entredicho. Jesús quiere más bondad, cosa que hemos de buscar como IMEY, ser más coherente con lo que Dios quiere de la iglesia y hacer más viable el diálogo con otras culturas y pueblos…
Como IMEY ante la proximidad de la Asamblea hemos de aprender de ellas:
– Estar en búsqueda de Jesús. No conformarnos con una religión anclada en moldes viejos de cristiandad. Remar mar adentro.
– Al igual que ellas no somos nadie en la sociedad, somos minoría de un pueblo pobre, con pocos recursos y con nuestras fragilidades e infidelidades humanas, pero con gestos simples y sencillos hemos de abrirnos paso para acercarnos a Jesús.
– Jesús las valora, le hace ver a la multitud que ellas para Dios no son insignificantes, para él ellas son importantes y el mundo ha de saberlo. El IMEY ha de valorar en nuestras culturas donde hacemos presencia el valor de la mujer, hacerlas presentes en nuestras comunidades dándoles el lugar importante que tienen en el corazón de la comunidad misma.
– El IMEY ha de entender que toda dominación masculina no viene de Dios, hemos de suprimir leyes, costumbres, estructuras, prácticas que generen cualquier de discriminación.
– El papel del Laico en el IMEY y el aporte de la mujer dentro de nuestros grupos laicales ha de ayudarnos y posibilitar un diálogo sincero con las nuevas realidades, ajenas al viejo esquema de la cristiandad y con humildad descubrir los condicionamientos que son fruto de nuestra formación y responden a los rezagos de una mentalidad machista. Estos hemos de afrontarlos, abrirnos al cambio sin perder el equilibrio y el horizonte de nuestro carisma.
– Hemos de buscar a Jesús, solo él puede dar vida…
Ven, a mí…
Pequeña y frágil.
Sal de tu destierro
Aléjate de la periferia
Que ya no te abrume más la soledad.
Ven, a mí…
Que los fracasos y la tristeza no marquen más tu vida
Mis brazos tienen ansiedad de abrazarte
para no soltarte nunca llevándote con ternura.
Sé que las estructuras no te hacen feliz
te han excluido, te han hecho ver pecadora;
que no encuentras la dicha que anhelas.
Tantas heridas acumuladas
Tantos miedos.
Sé que te hayas perdida,
que no encuentras amor,
que nadie te tiene en cuenta…
Te miran con desprecio
y los que santifican mi nombre lo hacen
Cerrando sus ojos a tu dolor;
los que triunfan se ríen de ti.
Nadie quiere escuchar lo que te pasa.
Ven… ven a mí… ven…
Mis brazos te esperan con ternura
para borrar tu vergüenza.
A ti te lo digo… ven…
Camina…Levántate… y vive.
FABIAN LOPEZ ARIAS, MXY
ANIMACIÓN MISIONERA BUCARAMANGA.
Jesús Sana a una mujer
Una vez más Dios nos sorprende y nos sumerge en la experiencia maravillosa de su amor. En ella nos sana y nos libera, devolviéndonos así la esperanza que tal vez habíamos perdido. El texto de hoy es una buena oportunidad para recordar algunos elementos importantes de lo que ha sido nuestra historia de salvación y el modo en que Jesús, el hijo Amado del Padre, irrumpe en la historia con la propuesta de su reino, reino de Dios que ya ha sido inaugurado en nuestras vidas de una vez y para siempre.
La predicación oficial de los Israelitas era que Dios era para los puros, luego para los varones. Las mujeres y los niños eran excluidos, no eran tenidos en cuenta, valían nada. En ese contexto de exclusión aparece una mujer entre el gentío. Ella tenía todas las características para ser rechazada. Primero era mujer, segundo tenía flujos de sangre, es decir, tenía un desequilibrio en la menstruación. Ésta realidad la hacía una mujer impura lo que le impedía vivir entre la gente. Imagínense los sentimientos de esta mujer. Piensen en la manera en que por muchos años (12) ha sufrido a causa de su enfermedad, el deseo de la cura que nunca llega, su tristeza, su soledad, el sentimiento de rechazo y exclusión que ha experimentado por parte de los otros.
Aún así en medio de esta dolorosa realidad ella no se da por vencida y piensa: “Con solo tocar su manto quedaré sana”. Pues bien, al escuchar hablar de Jesús, se mezcló entre el gentío y por detrás le tocó el manto y al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana. Al final Jesús le dice: –Hija, tu fe te ha sanado!
Ella vino por el borde de un manto… y Dios le dió la posesión de su Reinado al ofrecerle su salvación. En Jesús encontró la oportunidad de la inclusión, se le abrieron las puertas, fue dignificada, fue puesta en medio, fue mirada a las ojos, se le habló, no le dice mujer sino Hija. Miren que tan hermoso cómo en Jesús Dios nos alcanza para incluirnos y devolvernos la esperanza.
También nosotros hemos estado ahí, en medio del banquillo de los acusados, también el dolor ha pasado por aquí. Piedras, insultos, censuras, humillaciones, juicios, chismes, acusaciones, burlas, y todo este tipo de acciones que aporrean el alma, hieren la vida, lastiman el corazón. También a ti y a mí nos han atropellado, muchas veces hemos estado cansados y con ganas de no luchar más.
En medio de estas adversidades de la vida tú y yo encontramos en Jesús una fuerza misteriosa que nos ayuda a luchar y a vencer. En Dios descubrimos que a pesar de la vida aún existen razones para amar, razones para creer, razones para la esperanza!
Luis Carlos Cano V. mxy