Primera lectura
Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?»
Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.»
El Señor le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»
Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»
El Señor dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?»
Ella respondió: «La serpiente me engañó, y comí.»
El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Segunda lectura
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.
Palabra de Dios
Evangelio
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor
Reflexión
San Lucas, en su Evangelio, nos lleva a unimos en oración con el saludo del ángel Gabriel, el de la prima Isabel y el de María: – “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”; “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno…”; “alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador… desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada…” Lc. 1,28.42.46-48; y nos mueve a proclamarla como la Santa María, Virgen Inmaculada y Madre de Dios por quien recibimos las más grandes grandezas que nos enriquecen con las vida en plenitud y nos compromete a amar a nuestras familias y a servir a nuestra Iglesia.
Dios, en su proyecto de amor, tomó la iniciativa de hacernos parte de su obra salvadora, contó con la mujer, con María, y quiso llenarla de su presencia para que su Hijo naciera de ella, tomara condición humana; y, al hacerla madre suya, nos hizo hijos suyos con su Hijo salvador.
Dios cumple su promesa de salvar a la humanidad, contando con la cooperación de la mujer, humana, con María Inmaculada. María, mujer a la que prepara y le pide ser la Madre de Jesús, el Salvador, el Cristo, quien nos rescató y nos hizo volver a la amistad con Dios, a ser sus hijos y, por lo mismo, colaboradores de la obra salvadora y de la redención de la humanidad y de toda la creación.
Somos responsables de la misión, de hacer que la misericordia y la fidelidad se encuentren y que la justicia y la paz se abracen -salmo 85,11-. Por eso, lo primero, es dar gracias a Dios por llenarnos de sus más ricos dones mediante la Inmaculada Concepción y por abrirnos las puertas de su Reino con el sacrificio de su Hijo. Y, así, nos hace parte de la familia divina. Por eso la honramos como la humilde esclava del Señor, como la Madre mediadora, misionera y amiga, quien fortalece nuestra fe y nos encamina a servir y ser solidarios.
Hoy, mediante la Inmaculada Virgen María, su Hijo nos comunica la nueva vida divina, y, mientras vamos por esta tierra, nos compromete a colaborar con el Plan Divino de Salvación, con la Obra del Reino; y, nos alegra con la certeza de saber que concederá la felicidad eterna a quienes ya cumplieron su misión en esta tierra.
De modo que la mejor forma de dar gloria a Dios y hacer honor a su hombre y su misericordia es crecer como personas y permanecer unidos como familia, en las que Él quiso entrar para darle dimensiones divinas a nuestro ser y quehacer humano. Somos colaboradores de Dios hombre en la construcción de una realidad grande y trascendente: su Reino. Por lo que vamos presurosos y con alegría, proclamando la grandeza del Señor, a servir a la prima y a la amiga, a los pobres y a los necesitados, al diferente y a los otros.
Sigamos dispuestos a luchar contra el mal y contra toda adversidad, esforzándonos por evitar caer en la tentación y gustando siempre de hacer la voluntad de Dios, unidos en la fe y alegres en pro de la vida, teniendo como paradigma a quien es Virgen y Madre, fiel y disponible, humilde y servidora, llena de amor y bondad: “María es el molde vivo de Dios”, como nos dice San Luis María Grignion de Montfort
Constantino Gutiérrez mxy