Mi homenaje a Manuel Jauregui Vega
Querido IMEY: mi saludo en la mejor sintonía javeriana… al cumplirse el primer mes de la trágica muerte de Manuel, envio mi reflexión y mi homenaje a este hermano. Con aprecio.
jesús e. osorno g. mxy
El IMEY como institución, todavía goza de cierta juventud. A Dios gracias, somos entre las Sociedades de vida Apostólica, un grupo humano saludable, energetizante, dinámico, futurista. Nuestros jóvenes van tomando la vanguardia en organización, ideario y planeación. No quita que a algunos haya que empujarlos. Pero reaccionan bien. A las puertas de nuestros primeros cien años, tenemos que comenzar a cranear cómo darle espíritu, actitud y presencia juvenil a nuestro Instituto y desde nuestro Instituto.
En estos tiempos de pandemia y, no sólo por la pandemia, sino por otras causas, hemos tenido pérdidas humanas de altísimo nivel. Nos han dolido infinitamente, nos han dejado un vacío tan profundo que no alcanzamos a imaginar siquiera, cómo vamos a superarlo. ¡Pobres superiores en esta hora tan aciaga y difícil! En circunstancias tales, urge la unidad y la solidaridad en el IMEY.
Quiero referirme a mi amigo, discípulo y hermano entrañable, Manuel Jáuregui. Su juventud, su dinámica personal, su estilo de vida, la simplicidad en sus detalles, la alegría de su corazón, su mirada chispeante, su inquietud permanente, su don de gentes y, un algo en su vida, tan propio, tan único, su imperturbable paz interior, me hacen sentir ahora su ausencia-presencia como un don para el Instituto y, sobre todo, para las nuevas generaciones. Tenemos que asimilar su legado uniéndolo a todas las juventudes IMEY que, abriendo brecha, se nos marcharon a la eternidad. ¡Oh juventud eterna!
Cuatro añitos compartimos acá en Bolivia con este muchacho. Yo diría, “Muchachón” … Dos años fue mi alumno en la Universidad Católica. Todo el tiempo, un agente de pastoral en diversos sectores de la Parroquia Virgen de Fátima en Cochabamba. No fue el alumno brillante, pero sí el eje central de las “comidillas” de ‘panas’ que tenían en Él, al líder, al maestro del deporte, al animador juvenil, al organizador nato, al confidente en momentos de desvelos y penumbras del alma. Siempre fue así como compañero y amigo de juventudes.
Ya cuando se acercaban los momentos de decisión para ingresar al IMEY con su promesa perpetua, fue siempre claro en su opción por una misión más allá de las fronteras patrias. Soñaba con África incluso, con Asia. Fue grande su emoción cuando recibió el nombramiento para Angola. Y era grande mi alegría cuando compartíamos juntos esta visión IMEY más allá, mucho más allá…
De su estada en Angola cuentan sus anécdotas, sus mensajes y fotografías, su comunicación vibrante con amigos, la diafanidad de su sonrisa y gozo con un optimismo que desafiaba todo obstáculo o impedimento en la marcha. Su don de atracción evangélica es novedad y desafío para nuestra metodología evangelizadora. Brillan en Él la bondad, la sencillez, la humildad. ¡Qué talla de gigante para nosotros!
Su muerte martirial se encausa en la misma fuente de sangre de nuestros Testigos de la Fe. Revivimos la sentencia del filósofo: “Creo en testigos que se dejan matar”. Tres hermanos nuestros han muerto en Angola. Para Ellos mi tributo de admiración, veneración, aprecio. Celebro con el IMEY y con sus familias esta Pascua.
Cochabamba 08.04.21
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