Fundación en América Latina.
1970-1971. Fundación Javeriana (mxy) en Bolivia (Mayo 04 1970), Ecuador (Enero 1971) y Venezuela (Febrero 1971). Fue la puerta de la Pastoral Misionera del IMEY al exterior de Colombia en cumplimiento del lema evangélico: “Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos… y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado.” (Mat.28, 19 y 20). Esto permitió proyectarse desde Colombia por Bolivia y América latina a todos los confines de la tierra. Así se inició el camino a nuevos retos y nuevas experiencias como Perú, Brasil, Panamá y más allá, en países del África y Asia como Kenia, Angola, Costa de Marfil, Camboya, Tailandia y otros.
Para asumir el reto de la misión en la Diócesis de Potosí, se constituyó el equipo de misioneros javerianos que debía viajar en los primeros meses del año 1970. Estos fueron los sacerdotes Gerardo Jaramillo González, Gabriel Maya Serna y Alberto Betancur B. quien reemplazaba al P. Bernardo Calle Ospina imposibilitado por emergencia de salud.
Antecedentes.
En el proceso de selección de misiones para el IMEY en el extranjero resaltan algunos hechos que marcan la pauta a seguir.
- El Capítulo General de 1966 – 1968 emite como mandato prioritario: abrir misiones en el extranjero de acuerdo a la Congregación de Propaganda Fide de quien depende el Instituto desde el año 1939.
- Numerosas solicitudes de Obispos de América y de África para que el IMEY asumiera lugares de misión en sus respectivas diócesis.
- La Santa Sede expresa repetidamente la voluntad de abrir misiones en América Latina.
- De las entrevistas llevadas a cabo con varios obispos del Perú y de Bolivia, se concluye que el encuentro con el Obispo de la Diócesis de Potosí Bolivia (Nov. 1969) Monseñor Bernardo Fey Schneider, es señal clara y providencial para que el IMEY determine su elección entre muchas otras propuestas y peticiones.
Considerando estos hechos entre otros y aprobada la apertura de la misión javeriana en la Diócesis de potosí, el Consejo General del IMEY ratifica el equipo javeriano que ha de iniciar este compromiso trascendental y recomienda realizar el viaje en los primeros días del mes de Abril del año 1970 con el reto de asumir la evangelización en una nueva cultura que debía constituirse en gran desafío de fe y acción pastoral para nuestro Instituto y como primicia de nuevos compromisos en otras tantas “lengua, raza y nación” de diversos Continentes.
Itinerario y Reminiscencias.
Abril 06 – 10 1970. Viaja el equipo MXY de Medellín – Lima – La Paz. Iniciábamos un proceso de adaptación a climas, alturas sobre el nivel del mar y diversidad de personas. Salíamos de Medellín, con clima primaveral (21 grados y altura 1.495 msnm). Lima (24 grados y altura 161 msnm). La Paz (10 grados y altura 3.600 msnm). Esta última con etnia indígena, en un 70 %. Nos hospedamos en la ciudad de La Paz en la casa central de las Hermanas Lauritas (colombianas). Su acogida fraterna hizo de nuestra estadía el “sentirnos en casa” y tanta fue su apertura y cariño que recibimos la generosa invitación de hacer su casa como “paso” de los misioneros cuando fuere necesario.
Durante los tres días de estadía en la ciudad pudimos hacer los contactos con Monseñor Giovanni Gravelli Nuncio Apostólico en la Ciudad de La Paz y su secretario P. Tony Franco, para la presentación oficial del Equipo Javeriano que había de acometer la primera misión del IMEY en Bolivia. Esta presentación la realizaba, mediante cartas, el Superior General del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal P. Heriberto Correa Yepes, mxy. De igual manera logramos iniciar los primeros trámites legales de migración en las oficinas del correspondiente Ministerio.
Abril 15. Viaje a Cochabamba (16 grados. Altura 2.560 msnm). Nos recibió en el Aeropuerto de Cochabamba el sacerdote boliviano P. Germán Sáinz, amigo de Gabriel y conocido en el ICLA (Instituto de catequesis latinoamericano de Manizales) tres meses antes. El P. Germán colabora con Monseñor Cano Rector del Seminario Menor de la Diócesis de Cochabamba. Allí nos hospedaron por dos días mientras hacíamos contacto con el Centro Misionero Maryknoll de Cochabamba (Instituto de lenguas) para concertar un curso de meses de quechua para el P. Gerardo y con la profesora Rosario Vargas para un curso de quechua de los PP. Gabriel y Alberto en próximos meses.
Abril 18. Viaje a Potosí, capital del Departamento del mismo nombre y sede del Obispo de la Diócesis, antesala de nuestro destino final. (6 grados y altura 4.100 msnm). Etnia Quechua 60 %, Aimara10 %. Nos recibe en el aeropuerto de la Villa Imperial de Potosí, monseñor Mayo Vicario de la Diócesis, quien nos dice que el señor Obispo no se encuentra en la ciudad por la reunión de la Conferencia Episcopal Boliviana y se demoraría unos días para regresar a su sede episcopal. Mientras tanto, estaríamos hospedados en la casa parroquial de San Martín de los padres Redentoristas. Allí nos presentó. Ni qué decir de la bondad, fraternidad y acogida de este grupo de sacerdotes redentoristas ya mayores y de muchos años de trabajo en Bolivia, venidos de Francia, Suiza y Alemania, quienes nos prodigaron tanta atención de hermanos que nos daba nuevo oxígeno en una ciudad de 4.100 msnm y un “señor” frío de unos 6 grados de temperatura que sólo con la comida bien caliente y un vaso de vino tinto nos levantaba el ánimo como principio de adaptación a semejante clima. Era el anuncio de la proximidad de la estación de invierno cuando la temperatura se baja a cero grados.
Mientras regresaba el Sr. Obispo de su reunión de la Conferencia Episcopal, nos dedicamos a relacionarnos con sacerdotes especialmente religiosos que trabajan en la ciudad como los Redentoristas, Mercedarios, Jesuitas y algunos Belgas que desarrollan una buena labor religiosa y social en Caiza y El Molino, comunidades cercanas a la Ciudad de Potosí. También apreciamos la ciudad que se caracteriza tanto por la escultura y arquitectura que por los años 1987 sería declarada por la Unesco como “Ciudad Cultural de la Humanidad”. A un costado de la ciudad y desde cualquier punto de vista de la misma, resalta “el cerro rico de Potosí” con sus 4.824 metros msnm, que representa toda una historia de minería y explotación del hombre nativo desde la colonia hasta nuestros días. Tanta ha sido la extracción de plata y otros minerales como el oro y el estaño del Cerro Rico, que en el siglo XVIII fue considerada la mina de plata más rica del nuevo mundo. Por este cerro se acuñó el conocido refrán en lengua castellana: “Vale todo un Potosí”. Se dice que actualmente más de tres mil mineros laboran diariamente en interior mina.
Al regreso del señor Obispo a su sede episcopal cuatro días después de nuestro arribo a Potosí, presentamos las cartas oficiales enviadas por el Superior General del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal (IMEY) P. Heriberto Correa Yepes mxy a monseñor Bernardo Fey Schneider C.Ss.R. Obispo de la Diócesis de Potosí y ofrecimos nuestra disponibilidad como equipo javeriano para la nueva misión encomendada por nuestro Instituto en su jurisdicción eclesiástica en tierras bolivianas. El Sr. Obispo en una expresión franca y amable nos compartió su alegría y agradecimiento con el IMEY por haber acogido su solicitud y nos ofreció todas las garantías necesarias para facilitar el desarrollo de nuestra labor pastoral en su diócesis. Nos informó que la parroquia asignada para nuestro inmediato trabajo era la Parroquia Santiago de Cotagaita ubicada a 180 kilómetros hacia el sur camino a la frontera con la Republica Argentina y nos sugirió prepararnos para viajar el día siguiente a primera hora cuando nos recogería en la parroquia San Martín de los padres Redentoristas donde nos encontrábamos hospedados.
Abril 24. Viaje a Santiago de Cotagaita. Etapa final de nuestro itinerario misionero. Efectivamente salimos a horas 7 a.m. como se había programado desde el día anterior. Monseñor Fey conducía un Jeep Toyota modelo 69 de su propiedad y lo acompañaban los padres javerianos Gerardo Jaramillo G. y Alberto Betancur B. El padre Márquez, sacerdote diocesano que haría de ángel guardián del Sr. Obispo en esta ocasión, conducía la Camioneta GMC modelo 54, de propiedad de la Diócesis y lo acompañaba el padre javeriano Gabriel Maya S. De salida tomamos una cuesta en ascenso desde los 4.000 m.s.n.m. altura de la ciudad, a los 4.800 metros, bordeando el Cerro Potosí y luego descendimos hacia el Sur, en un camino largo y tortuoso al rio Toropalca situado a una altura de 2.600 m.s.n.m. El camino recorrido hasta el momento era de montañas, colinas y cerros de harta piedra y poca vegetación aunque a medida que bajábamos divisábamos pequeños valles que fueron sembradíos y su cosecha recogida, paisaje que duraría por cinco meses hasta la primavera del mes de Septiembre. Tomamos el lecho seco del rio como atajo de carretera por una hora y llegamos a la población de Vitichi donde hicimos un alto en el camino para un descanso de treinta minutos con estirada de piernas y baño “pedagógico”.
Retomamos el camino. Hora y media después cruzábamos el puente sobre el río Tumusla y media hora más estábamos rebasando las pocas aguas de la quebrada Escara. Los guías de nuestro viaje nos informaron que estábamos a unos veinte kilómetros de Santiago de Cotagaita, final de nuestra ruta. La carretera mejoraba poco a poco aunque el paisaje no variaba; muy poca vegetación y todo muy sombrío, árboles y arbustos secos eran solo chamizos por la proximidad de la estación de invierno. No nos sentíamos cansados por el largo viaje de siete horas sino ansiosos por las sorpresas que podríamos encontrar en una nueva realidad de gente, cultura e idioma. Solo sentíamos una fuerza interior que nos invitaba a cerrar los ojos y a esperar que la mano de Dios nos fuera mostrando el camino y el qué hacer en este “nuevo mundo” que estábamos próximo a descubrir.
No tuvimos mucho tiempo para pensar. En pocos minutos llegamos al “abra” del camino y divisamos un pequeño pueblo que se perdía en el tiempo y se contagiaba de un color gris como la tierra de las paredes y techos de sus casas. Avanzamos unos trescientos metros sobre una corta avenida que dividía el pueblito en dos sectores. A mano derecha, un racimo de casas sin orden previsto y como en laberintos que podría albergar unas ciento cincuenta familias y a mano izquierda un conjunto de casas ubicadas en unas pequeñas manzanas, mejor ordenadas y comunicadas entre sí por calles empedradas tipo colonial. Este sector podría albergar unas doscientas familias. Giramos a mano izquierda sobre la calle empedrada y en dos minutos estábamos en el parque principal junto al cual se levanta el majestuoso templo con sus dos imponentes torres que resaltan en todo el contorno. Este templo fue erigido en honor de Santiago Apóstol, Patrono y Protector de este antiguo pueblo que lleva su nombre: Santiago de Cotagaita.
Su construcción data de principios del siglo XVII con una última refacción a principios del Siglo XX. Sus paredes de diez metros de alto fueron construidas en piedra mediana de rio en un área de treinta metros de largo por doce de ancho. A un costado del parque y diagonal al templo nos encontramos con la casa parroquial en donde pudimos al final apearnos en este inolvidable viaje de siete horas.
Casa Parroquial. Luego de los saludos de rigor con el P. Valentín Manzano Castro, diocesano y párroco de esta población desde hace tres años, aceptamos su invitación a un frugal y delicioso almuerzo al que asistimos con muchas ganas después de un ayuno de muchas horas sin probar bocado aunque con la gran sorpresa de la soledad de los comensales, solamente el párroco que nos invitaba, el Sr. Obispo, el P. Márquez compañero de viaje del Sr. Obispo y los tres Sacerdotes Javerianos. Nos llamaba la atención que no se hiciera presente alguna autoridad o representantes del pueblo en la recepción de los sacerdotes que se harían cargo de la Parroquia o al menos saludar al Sr. Obispo que había anunciado anticipadamente su visita para dar cumplimiento a la posesión de los mismos. Y una segunda sorpresa cuando el mismo Monseñor nos comenta en una corta reunión después de almuerzo, que el P. Manzano no podía hacernos la entrega inmediata de la Parroquia por compromisos personales. En consecuencia, continuaríamos el viaje de inmediato a la población de Tupiza, ciento veinte kilómetros adelante (unas tres horas) hasta que el Párroco nos diera luz verde para la entrega de la Parroquia. Por consiguiente, retomamos el viaje y llegamos pasadas las seis de la tarde a la Casa Parroquial de Tupiza en donde la Congregación de los Padres Redentoristas nos ofrecieron hospedaje mientras llegaran más cálidos vientos desde Cotagaita, la tierra prometida postergada. La cordialidad y fraternidad de los Padres del Divino Redentor encargados de la Parroquia de Tupiza que nos acogían en estas circunstancias especiales, fueron un preludio en las relaciones cálidas y sinceras que nos caracterizaría en el tiempo entre las dos comunidades de los padres europeos llegados a Tupiza hace sesenta años y los padres colombianos aún no aterrizados en las tierras cotagaiteñas.
Pronto nos fuimos a la cama a reposar después de este prolongado viaje y a ordenar tan diversos sentimientos encontrados en este memorable trajinar del día. A primera hora del día siguiente y luego de compartir la Eucaristía y el desayuno con la comunidad redentorista, el Sr. Obispo nos invita a una reunión con ambas comunidades para sugerir actividades que nos faciliten una convivencia pastoral a futuro entre las dos Parroquias del Sur de su Diócesis. Al final de la reunión nos insinúa al equipo javeriano que lo acompañemos al siguiente día a la población argentina de La Quiaca situada a tres horas (unos 120 km) más allá de Tupiza, a hacer algunas compras para nuestra instalación en la Parroquia de Cotagaita.
Salimos a primera hora para la frontera. Previamente preguntamos al Sr. Obispo qué debíamos conseguir y nos respondió: “todo lo que necesiten para vivir; en la Parroquia no van a encontrar nada. Consigan camas, colchones, almohadas, tendidos, frazadas, lo personal de aseo; todo lo de cocina, como ollas, sartenes, cucharones etc.; de comedor, como vajilla y demás elementos de uso y limpieza. Una buena remesa de alimentos, enlatados etc. que les ayude a subsanar la alimentación en los primeros días mientras se organizan como crean conveniente.
Llegamos a Villazón, pueblo fronterizo Boliviano de unos ocho mil habitantes, conformado por familias residentes de muchos años atrás y venidas de otros departamentos del país para hacer comercio alrededor de la frontera y un veinte por ciento de personal fluctuante que se rebusca la vida con el contrabando “hormiga” que es el sistema de traslado a pie de mercancía y alimentos desde la Argentina, sin carros ni carruajes, durante las doce horas de apertura de la frontera cada día, La Quiaca tiene una población menor que Villazón, pero es un pueblo típicamente argentino por la organización y limpieza y se constituye como “las bodegas” de la mercancía fronteriza. Las dos poblaciones son consideradas de hecho como “puertos libres” y solo hacia el interior de ambas países se aplican algunas normas de aduana. Conseguimos lo que creímos prioritario y regresamos en horas de la tarde a Tupiza sin ninguna interferencia de las autoridades aduaneras bolivianas por tratarse del Sr. Obispo, primera autoridad religiosa del Departamento de Potosí.
Al siguiente día, el Sr. Obispo y el P. Márquez, regresaron a Potosí capital del Departamento y sede de la Diócesis, no sin antes darnos las recomendaciones de esperar con paciencia el anuncio del P. Manzano para la toma de posesión de la Parroquia. De la camioneta de la Diócesis GMC 54 que nos trajo desde Potosí en el viaje de hace cuatro días, nos la dejó a disponibilidad de la Parroquia de Cotagaita. Una semana después de nuestra llegada a Tupiza y en fecha 3 de Mayo cuando se celebraba en toda la región la fiesta religiosa de la Santa Cruz, recibimos la notificación del P. Manzano que nos esperaba en Cotagaita al siguiente día. Organizamos entonces todo nuestro equipaje para viajar debidamente el día 4 a formalizar la recepción de la Parroquia Santiago de Cotagaita.
Mayo 4 de 1970. Toma de posesión en la Parroquia Santiago de Cotagaita. Primera misión de los Misioneros Javerianos de Yarumal fuera de Colombia. Equipo javeriano Fundador: Sacerdotes mxy Gerardo Jaramillo González, Gabriel Maya Serna y Alberto Betancur Betancur.
En horas de la mañana de este día, agradecimos a los queridos padres de Tupiza su acogida fraterna en estos diez días de espera y emprendimos nuestro viaje de retorno a Santiago de Cotagaita. El procedimiento de entrega fue muy simple y breve (menos de una hora). Sin testigos de este empalme, ni personas para despedir al Párroco de los últimos tres años, ni personas para saludar a los padres que llegaban. No hubo refresco ni tinto a nuestra llegada ni palabras ni emociones a la vista de salida del padre Manzano. Solo el saludo mutuo y la invitación a conocer de inmediato el templo y la sacristía. No hubo entrega de nada porque nada dejaba. En minutos, volvimos a casa a enseñarnos la oficina del despacho parroquial con los libros de administración de sacramentos en sus estantes y un escritorio con tres sillas. Para despedirse, nos dijo estas lacónicas palabras: “padres, lamento decirles que esta parroquia no va a poder sostenerlos a ustedes tres, que Dios los ayude”. No hubo tiempo de más para preguntarle algo respecto al culto, catequesis, pastoral o alguna rutina al respecto. Se subió al camión que tenía estacionado y cargado en el patio de la casa parroquial, con su familia y sus “corotos” y emprendió su viaje sin retorno. Entramos la camioneta que habíamos dejado afuera de la casa, bajamos nuestras valijas personales que nos acompañaron desde Colombia y enseres adquiridos en La Quiaca para la parroquia e hicimos reconocimiento de la casa que sería, a partir de este momento y por tiempo indefinido, el centro de nuestra vida javeriana y misionera en tierras, culturas y personas diferentes donde la Providencia ofrecía nuevos horizontes a un IMEY que se lanzaba fuera de Colombia a evangelizar a los pobres.
La casa parroquial estaba integrada por dos bloques medianos, en material, de 10 metros de largo por 4 metros de ancho y cada uno dividido en dos cuartos, el bloque de entrada conformaba el despacho parroquial y un hall con puerta a la calle, al despacho y al interior de la casa (patio). El segundo bloque paralelo al primero, igualmente dividido en dos y entrada por umbral y dintel, sin puerta y una salida por una puerta mediana a un patio trasero de 10 metros por 3 donde se encuentra una letrina como único servicio o baño de la casa. Este segundo bloque lo destinamos como dormitorios. Allí tendimos los colchones en el suelo y dejamos el armado de las camas para el día siguiente. Antes de que se oscureciera, pues no había luz eléctrica ese día, nos tomamos un café en leche con galletas y mantequilla preparado en un fogón de leña que había en el patio interior y utilizando algunos carbones medio consumidos. Nos quedaba para el desayuno del día siguiente un poco de agua que aun restaba en un “turril” (caneca) que por Providencia del Señor había olvidado el párroco antes de viajar aunque leña para el fogón no, porque fue lo último que subió en el camión ya para salir.
No había cocina ni comedor aunque sí un alero techado con algunas paredes derrumbadas lo que podría pensarse en un comedor y una cocina en próximos días. Ya de noche y a la luz de unas velas, nos disponíamos a la oración en casa para descansar, cuando nos llegó una visita, grata por ser la primera en ese atropellado día y nos dijo que quería conocernos y ponerse a nuestra disposición en lo que fuera necesario; que al día siguiente volvería. Le agradecimos su saludo y contentos de haber encontrado al final del día el “eslabón” perdido que necesitábamos para introducirnos en este nuevo y “desconcertante” mundo, le expresamos nuestra alegría de poder contar con ella y de esperarla al siguiente día. Agradecimos al Señor que nos había traído sanos, salvos y sin contratiempos. Apagamos velas y en una oscura y muy silenciosa noche como encargada para la ocasión, dormimos como un lirón.
Al día siguiente, hicimos la oración comunitaria, tomamos un café en leche y galletas como desayuno y programamos arreglo general de casa con limpieza de pisos, paredes y cielo raso incluido porque daba la impresión de años sin pintura ni escoba. Ya estábamos en la armada de camas y organización de los dos cuartos dormitorios cuando nos llegó la primera visita del día, la familia Torres (doña Delmira, su hija Norah, la visitante de la noche anterior y dos de sus hermanas). Nos compartieron vianda de arroz, chuño (papa deshidratada), mote y la característica chicha cotagaiteña. Con esta querida familia iniciamos el correo de voz para toda la comunidad en el que comunicábamos que la casa parroquial permanecería siempre puertas abiertas e invitábamos a la misa diaria en horas de la tarde en el Templo parroquial. En la tarde tuvimos nuevas visitas y fue el primer contacto con Helena y Patrocinio, Julita, Jael y algunas personas más. Terminamos el primer día en Santiago de Cotagaita con la celebración de la Eucaristía a la que asistieron unas veinticinco personas. Nos presentamos e informamos que iniciaríamos unas visitas personales a cada familia del pueblo y que podrían contar con nosotros en todos los programas de la comunidad.
En los siguientes días fuimos armando un rompecabezas que incluía con quién vivimos, para dónde vamos, cómo podemos acompañar y qué podemos ofrecer como integrantes del IMEY. Esto nos fue llevando al descubrimiento de valores de unas comunidades de ancestro incaico y con principios de más de cuatrocientos años de evangelización. Iniciamos un “plan simpatía” que nos permitía crear lazos de amistad con el mundo cotagaiteño, visitando las familias, acompañando en sus reuniones de comunidad o particulares, integrándonos en sus fiestas y tratando de asumir como nuestros sus problemas y dificultades. “Los problemas de Cotagaita son nuestros problemas” sería en adelante un principio que ayudaría a nuestra integración a la comunidad. Este plan simpatía incluía visitas de conocimiento a las diversas comunidades del campo.
Con la proximidad del invierno (época de intenso frío de Junio a Septiembre) se imposibilitan los cultivos y se abre la temporada de las fiestas religiosas. Allí estaríamos nosotros haciendo lo que el padre de la parroquia solía hacer, mientras vamos encontrando caminos de crecimiento y madurez en la fe. Cuatrocientos años de evangelización de Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Redentoristas y a mediados del siglo XX Diocesanos, significaban diferentes métodos de acción evangélica. ¿Qué métodos seguir? ¿Qué caminos tomar en la evangelización de estos nuevos pueblos? Llegamos “manicruzados”, sabemos celebrar misa y administrar sacramentos pero cómo hacerlo en este para nosotros nuevo mundo? Ya el Señor nos mostrará caminos.
Visitamos las autoridades del pueblo: Subprefecto de la Provincia Norchichas, Alcalde Municipal de Santiago de Cotagaita, Juez Municipal (un abogado), Notario Público, Coordinador provincial de Campesinos. Nos relacionamos con los Directores y profesores del Colegio Carlos Medinaceli (cursos de educación Media hasta octavo grado) y de la Escuela Básica Manuel José Cortés. Visitamos el Hospital que no tenía sino nombre: Hospital San Juan de Dios. El personal de servicio poco tenía qué servir porque poco tenía con qué servir. Una auxiliar de enfermería, una encargada del servicio de comida y aseo y un responsable de oficios varios entre cuidandero, mandadero y algo más. Grande el área pero “desvencijado” el local. Dependía de la Unidad Sanitaria de Tupiza que proveía ocasionalmente de un médico y un dentista. ¡Daba lágrima el entrar al local! Ese podría ser con el tiempo, un buen programa para trabajar con y por la comunidad.
Desde el comienzo descubrimos carencias o limitaciones de algunas necesidades básicas, como entre muchas otras , la comunicación (solo telégrafo), la luz eléctrica intermitente y limitada a unas dos o tres horas en algunos días de la semana y sobre todo la carencia de agua potable para beber y cocer los alimentos. Las vertientes de agua dulce están más allá de los doce kilómetros del pueblo y por intrincados peñascos que imposibilitan la canalización de la misma. El agua del rio Cotagaita que corre por el costado sur del pueblo es impotable por la “copajira”, un conjunto de ácidos para el tratamiento de los minerales, que vierten los centros mineros de Atocha y Telamayu en esas aguas, envenenando la vida acuática y minando la vida humana de sus orillas. El pueblo de Cotagaita tiene un pozo de agua de 23 metros de profundidad a la orilla del mismo rio con agua cristalina y filtrada por la arena de la playa pero la copajira no filtra, humanas no mejora la dureza del agua y no permite alcanzar los estándares requeridos para la vida del hombre. Alguien nos habló de una alternativa para conseguir agua diferente del rio y sin copajira y nos habló de la quebrada llamada Escara, ubicada sobre la carretera que va de Cotagaita a Potosí a unos 23 kilómetros de distancia (media hora en camioneta). Esta iba a ser la primera de una rutina semanal que haríamos en adelante para aprovisionarnos de agua medianamente potable para la casa parroquial.
En las siguientes semanas iniciamos las visitas familiares en el pueblo y alternábamos con las visitas a las comunidades del campo para conocimiento de las mismas o para cumplir compromisos de fiestas religiosas que por tradición se llevaban a cabo siquiera una vez por año. Comenzamos las visitas del campo con Calcha, una antigua parroquia eclesiástica y atendida desde mucho tiempo atrás por la parroquia de Cotagaita. Es una comunidad con unas características humanas especiales y un ancestro sui generis. Vale la pena hacer un seguimiento particular.
A medida que avanzábamos en las visitas a familias y comunidades, íbamos descubriendo valiosos valores humanos y culturales que nos llevaban a reconocer la presencia de Dios en todas las personas con quienes nos relacionábamos. Gentes sencillas “querendonas” y abiertas a pesar de las primeras impresiones sentidas en nuestra llegada a Cotagaita. Aquí vale la pena aclarar la frialdad y de pronto la desconfianza con que fuimos recibidos por estas queridas gentes en los primeros contactos y que entendimos después, como una lógica actitud de autodefensa subconsciente de algunas personas, cuando escucharon las palabras del Párroco Valentín Manzano que expresaba a la comunidad en una de sus últimas misas en la parroquia : “lloro de tristeza por lo que le espera a la comunidad de Cotagaita con la llegada de unos sacerdotes colombianos comunistas que en próximos días han de venir a reemplazarme”. Esa reserva que encontramos en varias personas a nuestra llegada se fue convirtiendo en sincera y clara aceptación a medida que simpatizábamos con cada una de ellas. Al fin de cuentas el oso no es como lo pintan sino como es. Continuamos en la etapa del conocimiento, de la adaptación, del proceso de inculturación que nos exige toda una actitud y una vida de desprendimiento en aras de nuevas culturas y nuevas realidades.
Se aproximan las festividades del Patrono Santiago que le da el nombre a la Parroquia Santiago de Cotagaita. Lo que escuchamos es que la vida del pueblo y Parroquia, como en muchos lugares de Bolivia, se centra en dos grandes acontecimientos durante el año, el de las fiestas religiosas particularmente el del Santo Patrono, el 25 de Julio en el caso de Cotagaita, y los carnavales del principio del año que suelen celebrarse en el mes de Febrero o Marzo, celebraciones que se han generalizado en todo Bolivia, Brasil, Argentina y parte del Perú. Lo cierto es que estos acontecimientos aglomeran muchas personas que han emigrado incluso a países fronterizos y regresan a su terruño ocasionalmente para compartir con sus allegados y paisanos. Nosotros seguimos a la expectativa de todos estos acontecimientos y mientras tanto vamos integrándonos en las actividades rutinarias de estas nuevas comunidades.
A mediados del mes de junio el P. Gerardo viaja a la ciudad de Cochabamba a iniciarse por dos meses en el estudio del idioma quechua en el Instituto de Lenguas de Los Misioneros de Maryknoll. Gabriel y Alberto por su parte y aprovechando que se ha restablecido y estabilizado el servicio del motor de luz en dos horas diarias, iniciamos los ensayos de una pequeña emisora con alcance de un poco más de 1.500 metros a la redonda. Se pretende llegar por este medio a los residentes del pueblo en programas de formación humana y religiosa.
Julio 25. Patronales en honor del Tata Santiago. Un torbellino de gentes venidas de todos los anexos de la parroquia, con su música, sus danzas, su chupa (bebidas de singani, chicha, vino, alcohol). Con sus misas a cuanto santo tienen y el bautismo como único sacramento para los niños. Una procesión por todo el pueblo con el Santo Patrono Tata Santiago en andas y muchos santitos de su devoción guardados en pequeños nichos (cajones) y cargándolos en las manos de cada devoto. Al final, después de tres o más días, cansados y borrachos muchos, regresaban a pie como vinieron, al son de zampoña, flauta, bongo, danza y más chupa a sus respectivas comunidades situadas algunas a más de cinco horas de camino. Llegados a sus anexos seguían la rutina del tiempo de invierno, cual era preparar los terrenos para la siembra del mes de Octubre intercalando sus actividades con las próximas fiestas religiosas del centro u otros anexos.
Luego de algunos días de descanso por tanto trajín, alboroto, de idas y venidas de tanto campesino en sus manifestaciones religiosas, estudiamos las posibles actividades del equipo en los próximos meses. Nos propusimos visitar a los sacerdotes vecinos: padres belgas de Atocha y Caiza, parroquias de Uyuni y Vitichi, padres alemanes de Camargo y proponer alguna reunión con los padres redentoristas de Tupiza para intercambiar ideas de pastoral. Realizar una actividad con la gente del pueblo para pintar el interior del Templo. Curso de quechua de Gabriel y Alberto luego del regreso de Gerardo. Buscar alternativas para un mejor servicio al Hospital. Organizar los programas de la emisora. Visitas periódicas al Colegio y a la Escuela. Continuar con las visitas a los anexos o comunidades.
A mediados del mes de agosto regresa Gerardo del curso de quechua y viajamos Gabriel y Alberto a Cochabamba con el mismo programa de estudio. Fue una linda experiencia en el seminario menor de la diócesis de Cochabamba y alternábamos el estudio del quechua con la convivencia de los seminaristas, con monseñor Cano su rector y el P. Germán Sáinz su director espiritual. En fines de semana visitábamos y compartíamos con las Hnas. Dominícas de la Presentación, un grupo de religiosas colombianas, que abrieron una experiencia de misión en San Benito a 38 kmetros de la ciudad de Cochabamba.
Después de dos meses de estudio regresamos a Cotagaita con más confianza para leer el Mosoj Testamento (nuevo testamento) y Chunca mandamientos (los diez mandamientos) sobre todo en las comunidades campesinas donde la mujer habla tanto el español como nosotros el quechua, es decir, nada. Un poco antes de nuestro regreso de Cochabamba, llegó de Colombia (Septiembre de 1970) el hermano javeriano Guillermo Cadavid a reforzar el equipo IMEY de Cotagaita, un excelente misionero quien a pesar de su aparente seriedad tiene el “palito” para formar grupos con niños a quienes les comparte catequesis, deporte y algunas habilidades como apicultura y taxidermia y para el equipo un refuerzo en la vida comunitaria y espiritual.
Pintura de Templo. Reunido nuevamente el equipo javeriano en Cotagaita, lanzamos a la comunidad la iniciativa de pintar el interior del Templo. La impresión que daba el templo era de poca pintura en muchos años, quizás desde la última remodelación a principios del siglo con los padres Redentoristas. Teníamos organizado un pequeño grupo de señoras para actividades de poca monta pero para esta iniciativa encontramos cierta desconfianza y bajo ánimo que se expresaba con algunas disculpas como: aquí no se puede, la gente no colabora, (algo percibíamos de desconfianza a causa de actividades con los padres diocesanos en alguna pasada y dudosa iniciativa al respecto). Sin embargo, insistimos y propusimos una venta de comida con platos traídos de las mismas casas de los integrantes del comité. A la hora de la verdad, el día de la actividad el pueblo respondió con generosidad y fue un compartir de entusiasmo y alegría. Fue una respuesta positiva y alentadora.
Una anécdota para recordar y aleccionadora para todos los que estábamos involucrados en el programa: ubicada la venta de comidas en una esquina del parque, apareció al frente, en la otra esquina alguien vendiendo su propia comida. La vendedora resultó ser la esposa del pastor evangélico del pueblo. Algunas integrantes del Comité de actividades me hicieron caer en cuenta del hecho con la sugerencia de que llamara la atención a la mencionada señora. Yo les disimulé el asunto y les dije, que la dejáramos, que poco nos podía perjudicar. Terminada la actividad hicimos el inventario de utilidades en el comité y cada uno se fue a su casa. Para mi asombro, pasados unos minutos, llega la señora mencionada a la casa parroquial y me dice: “don Gabriel, le hago entrega de la utilidad de mi venta que hice en el parque para la actividad que Uds. tienen programada. Que Dios los bendiga!”. Este fue el tema central y uno de los puntos de reflexión que hice en la evaluación de la actividad con el comité, en la siguiente semana.
Dos días después de la actividad comunitaria, nos fuimos a la ciudad de Tupiza y contratamos a un pintor recomendado para iniciar los trabajos, los que se iniciaron a las dos semanas y por un lapso de treinta días. Esta actividad comunitaria para hacer fondos y el cumplimiento claro y honesto de su objetivo, transformó y fortaleció el sentido comunitario del pueblo, afianzó la confianza tal vez menguada en la institución oarroquia y nos abrió las puertas para futuras actividades.
Por esos mismos días, Monseñor Fey, obispo de la diócesis, quien depositó la confianza pastoral de una de las parroquias especiales de su jurisdicción episcopal a los misioneros del IMEY, llama al P. Gerardo Jaramillo superior del equipo y le sugiere que le presente un posible borrador de proyecto para ampliar el trabajo de los javerianos realizable a mediano plazo, incluyendo parroquias de la región. El Sr. Obispo se compromete a estudiar el proyecto y presentarlo al Consejo General de nuestro Instituto para su conformidad y aprobación. El P. Gerardo nos hace conocer el borrador para nuestra discusión y lo presenta al Sr. Obispo, quien lo estudia, analiza la factibilidad en su Diócesis y lo propone al Superior General de nuestro Instituto, expresando al mismo tiempo su satisfacción y agrado del trabajo que está realizando el equipo de javerianos en su Diócesis. La esencia del proyecto conllevaba el compromiso del IMEY de proveer en un espacio de cinco años 13 sacerdotes y 5 hermanos. En el curso del mes de diciembre llega una carta del Superior de nuestro Instituto y su Consejo al Sr. Obispo negando la posibilidad del proyecto y una carta al equipo de Cotagaita informándonos que el proyecto “ni en principio” podía ser aceptado. Hasta ahí llegó la iniciativa del Sr. obispo y la posibilidad de parte nuestra de ampliarnos en búsqueda de una zona o región como nos lo había planteado el mismo Consejo General antes de salir de Colombia y de acuerdo a la posibilidad que les había ofrecido el Señor Obispo cuando convinieron la apertura de la misión en su Diócesis.
Con la llegada de la primavera (Septiembre), las familias o grupos tanto en el pueblo como en el campo, activaron todas sus energías para las siembras y con los wak’es y mink’as, jornadas comunitarias de trabajo en uno o más días, preparaban y sembraban los terrenos que habrían de cosechar antes del invierno del año siguiente.
Para el primero y segundo día de noviembre en todo el país se celebra la jornada de los difuntos. Generalmente la familia que ha perdido un ser querido desde Noviembre del año anterior, confecciona un altar en la sala de la casa al “alma nueva” con la fotografía del difunto y alimentos que gustaba en vida y es costumbre en la primera noche la visita de todos los vecinos a quienes se les invita con las acostumbradas masitas y una copa de singani (trago de jugo destilado de vino, tipo aguardiente). El segundo día, toda la familia visita el cementerio para rezos, alimentos y chicha que se comparten en grupo. Esta celebración fue una linda oportunidad para compartir las alegrías y las tristezas de cada familia que pudimos aprovechar para estrechar más nuestros vínculos con toda la comunidad.
Al finalizar el año 1970, realizamos un retiro espiritual en equipo y una evaluación de estos ocho meses de la primera misión del IMEY en América. Para resaltar y proyectar en adelante, debemos fortalecer la oración de grupo mínimo una vez al día. Todo el equipo integrado por Gerardo, Gabriel, Alberto y Guillermo el hermano recién llegado de Colombia, expresamos sentirnos bien física, anímica y espiritualmente aunque Gerardo decía sentirse un poco bajo de ánimos y con una dolencia de garganta que esperamos sean solucionados en las próximas semanas. Nos sentimos integrados con las comunidades y las sentimos cercanas a nosotros. Con los sacerdotes de las parroquias vecinas hemos establecido buenas relaciones y muy buenas con los padres redentoristas de Tupiza. Con el Sr. Obispo hemos encontrado una acogida especial y un aprecio que se refleja en sus visitas a nuestra casa de Cotagaita y en su recepción y compartir en su casa episcopal. Con el Superior G. y Consejo del IMEY hemos tenido buena comunicación epistolar aunque no entendimos suficientemente la negativa explícita dada a la iniciativa del Sr. Obispo de ampliar el equipo en personal y lugares. Para el año entrante, debemos programar la pastoral sacramental, la catequesis, la formación de líderes y para el equipo javeriano la participación en algunos cursos de estudio de realidad sociopolítica del país. Encomendamos a Gerardo y Gabriel que busquen contactos con el Ministerio de Salud para dar iniciativas en el mejoramiento del servicio del Hospital.