Quiero comenzar haciendo un elogio al artículo: “La imagen de Dios y su influencia en el conflicto armado colombiano” del padre Jairo Franco, porque siempre he pensado que nuestra forma de hacer teología ha alimentado muchas veces, sin querer queriendo, posiciones de guerra; por tanto, esa necesidad de revisar nuestras ideas teológicas, así como nos invita Jairo franco, es una urgencia hoy, no vaya ser que fanatizados apoyemos ideas que tienen más de paganas que de evangelio. También me lleva a escribir el deseo de iluminar el mismo problema desde otras categorías, que desde mi ignorancia, pienso se deben tener en cuenta.
Delimitar el problema ayuda mucho. La pregunta problematizadora que me surge es: ¿cómo relacionar las categorías guerra, fe, teología e historia? ¿Cuál debe ser el campo de abordaje del problema: antropología, teología o historia? Sin profundizar mucho, veo un tema álgido y asumirlo desde cualquiera de esas áreas implica mucha investigación. Ante tal magnitud me inclino a hacer una sencilla lectura teológica con el deseo inclusive de hacer una apología de nuestro fundador.
Me encanta la lectura antropológica que hace Jairo sobre el concepto “imagen de Dios”. Como dice Feuerbach: “la esencia de la teología es la antropología” o “quien busca a Dios se encuentra con el hombre”. Y no es para más, imaginar que nuestra cultura colombiana hiperviolenta al ver al crucificado concluye hechos de guerra, como lo vemos cada día, acrecienta la hipótesis que la percepción inconsciente y cultural es de un dios violento que sacrifica y que quiere hacer justicia punitiva. Mientras el Jesús del evangelio es todo lo contrario: “misericordia quiero y no sacrificios, no vine a llamar justos sino pecadores” (Mt 9, 13). Por tanto, ver al crucificado es la denuncia que se hace desde la no violencia, es el reclamo de un Dios que prefiere hacerse maldito en la cruz que apoyar la injusticia del mundo, un Dios que se deja matar porque no quiere más violencia, un Dios que resucita porque la impunidad y la barbarie no tienen la última palabra.
Entonces, ¿Por qué nuestra idea del Dios justiciero?, responde el padre Jairo, que el meollo del asunto está en quedarse en la teología del talión del A.T. y en la teología de los derechos de Dios, afirmando que estos últimos se confunden con los derechos de la institución religiosa y por ende surgen guerras santas, cruzadas y el exterminio de pueblos como fue en la colonización.
Frente lo anterior difiero completamente, porque saltar de un análisis antropológico a conclusiones teológicas es un arbitrio. Además defender los derechos de Dios no siempre es igual a defender los derechos de una institución religiosa. No mirar la historia y la evolución teológica o pensar que la guerra de grupos religiosos es porque simplemente buscan salvar los derechos de dios es una visión miope, y no es la única categoría que se debe tener en cuenta. Algunas facciones radicales de la teología de la liberación, por ejemplo, argumentaron la guerra y no lo hicieron necesariamente basados en la teología de los derechos de Dios. Así visto, la lectura teológica puede tener otras aristas y argumentos, siempre pensando que cada caso en la historia es cada caso y no valen aquí universales insipientes.
A mi forma de ver, la idea de los derechos de Dios está inscrita en la teología Agustiniana de la ciudad de Dios y en moral Tomista. Para san Agustín la ciudad terrenal basada en el egoísmo, en el poder y en la búsqueda de riqueza; es muy distinta a la ciudad de Dios, aquella que practica más las virtudes, la caridad, la justicia y el orden. Por tanto, las leyes de Dios deben iluminar las sociedades.
El argumento de santo Tomas afirma que: existe en el mundo un orden que proviene de lo divino. La creación y las leyes naturales que se perciben en ella, son signo de la ley divina. Por tanto, la ley natural (la de los reyes y/o estados), está supeditada a la ley divina. La ley natural se entiende en el hombre desde su capacidad racional que tiende a buscar las cosas buenas, y lo explica desde la búsqueda de la felicidad y las virtudes al estilo de la ética aristotélica. Si un hombre tiende a lo malo puede ser juzgado, ya que Dios le puso en su corazón la tendencia al bien.
En este orden de ideas los silogismo de Santo Tomas lleva incluso a avalar la pena de muerte, porque si un hombre comete actos irracionales, su alma no es la de un humano sino de un animal y puede ser juzgado con la dignidad de un animal. Visto de esta manera la teología de los derechos de Dios no es el ápice de la violencia, sino más bien del derecho.
El problema: evangelio y guerra, se describe mejor en el debate histórico por comprender la idea de la “guerra justa” que nace desde San Agustín en la ciudad de Dios. Frente a esto basta afirmar que tanto Tomas de Aquino y san Agustín rechazaron siempre la guerra y nunca la avalaron, lo que piensan en su teología es más bien la moral de la legítima defensa. Así, San Agustín afirma como válido el estado que se defiende desde los derechos de Dios, y santo Tomas, lo aplica a nivel personal, ante un ataque es válido poder defenderse.
Thomas merton, en su libro paz en tiempo de oscuridad, explica muy bien que la posición de san Agustín fue mal interpretada en el medio evo entendiéndola como avaladora de la guerra hasta el punto de equipararla con la “guerra santa” o después con las tesis de Maquiavelo en el príncipe, donde el estado puede hacer siempre la guerra.
Cualquiera que malinterprete las posiciones de la “guerra justa” va a argumentar que un estado que hace la guerra es bueno, O “guerra justa” igual a “guerra santa”. Pero no es así. El contexto en el que habla san Agustín es una ciudad sitiada y amenazada, ¿Qué hacer?, ¿Debemos dejarnos morir?, Y allí afirma que existe una “guerra justa” aquella que sólo puede hacer el estado para defenderse. La misma teología que han tenido, al parecer, las alas conservadoras de nuestra Iglesia colombiana.
Cuando vemos el horror de la guerra y luego leemos el evangelio, parece inconcebible una afinidad entre ambos. Sin embargo, las tesis de la “guerra justa”, bien interpretadas, han sido el aporte del evangelio para la resolución de problemas bélicos. Por ejemplo; con tesis como las de Suarez, sobre la guerra válida ante un hecho intrínsecamente injustos o la guerra defensiva, analizados en el inicio de los estados modernos, reinterpretaron la idea de “guerra justa” y así se conformó la base para que en el mundo moderno se construyera después el DIH (derecho internacional humanitario). Todo porque ninguno quiere la guerra, pero cuando hay guerra, ¿Qué hacer? Hoy decimos, Por lo menos respetar el DIH. Ni el Sumo Pontífice tiene la última palabra, sino las vías del derecho. Así que un Agustín bien interpretado es la motivación para buscar la paz o la menor afectación de la guerra, o mecanismos racionales de lucha frente lo intrínsecamente injusto.
En conclusión, los derechos de Dios abren el debate de la relación entre evangelio y derecho, o derechos humanos. Y la teología de la guerra justa, abre el debate ¿Qué hacer en contextos de guerra? ¿Cómo entender la paz de Jesús? Y pienso que para superar la confusión teológica, de la “guerra justa” se debe pensar más en la teología de la paz. Me gusta mucho la teoría de paz de Gustavo Gutiérrez: “la paz revolucionaria”, aquella que desde la pastoral hace grupos, leyes y signos de paz.
Por otro lado, quiero terminar haciendo una apología del fundador. Builes es el profeta de los derechos de Dios en sentido de la moral Tomista, como lo explique anteriormente, y no en deseo de guerra. No se puede argumentar que quiso la guerra o que mal interpretando la idea de “guerra justa”, la guerra la generaron los violentos. Su personalidad radical hacía ver los problemas desde la fidelidad a la Iglesia que había condenado el marxismo y la naciente violencia liberal y comunista. ¿Cómo un profeta de Dios se iba a alinear al marxismo o a la izquierda sin ser fiel a la Iglesia que desde otros textos ya los había condenado? ¿Cómo después de ver los horrores de la revolución bolchevique en Rusia a nombre del marxismo, un obispo católico no iba a condenar esos brotes ideológicos y de violencia? Si su discurso generó más violencia, pues esa era la postura oficial de la Iglesia, condenó lo que la Iglesia había condenado. Critico de Builes su falta de prudencia que genero más violencia, pero entiendo su pensamiento como igual a los textos oficiales de la Iglesia.
Santiago Guzmán mxy
Actualidad
Más información
BOLETINES / CONSEJO GENERAL / JAIRO ALBERTO FRANCO /
/ MELQUISEDEC SÁNCHEZ / LAUDATO SI / SECRETARÍA DE ESPIRITUALIDAD MAB