EN AMBIENTES CRISTIANOS Y NO CRISTIANOS COMO EXTENSIÓN DEL AMOR.
Palabras claves: Fraternidad, dialogo, amor, descubrimiento, Reino, pobres, no cristianos, esperanza, indiferencia, solidaridad, hermandad, potencialización, esfuerzo, pasión, comprensión, cotidianidad, caridad, sacrificio, crecimiento.
“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado significado”
Mahatma Gandhi.
Doy inicio a este escrito con la frase mencionada anteriormente para que podamos entender que el esfuerzo humano es lo importante cuando emprendemos alguna empresa; allí está compendiada la tarea de potencializar a la humanidad bajo la luz del trabajo arduo, sin esperar nada a cambio, ni mucho menos resultados prontos, porque todo es procesual, no cuantitativo ni mucho menos rápido o veloz como lo pensamos normalmente en nuestras cabezas y como el mundo lo pinta.
“Los evangelizadores tienen ‘olor a oveja’ y éstas escuchan su voz” (Francisco. 2013, P.22). Todo lo hecho por los hombres, por la tierra y como mensajeros del amor de Dios obtiene sus frutos en la experiencia, que es enriquecedora con los otros, son éstos los que me ayudan a seguir creciendo en la caridad y en la fraternidad, que son elementos importantísimos para los seguidores del Señor y en los cuales no debería caber la mezquindad en cuanto a la entrega a los otros, porque sólo en los otros se alcanza la propia plenitud y se enriquece cada día en la entrega por el más pobre y por el que cree o no cree en Jesús.
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación” (Francisco. 2013,p.25). Es indispensable acudir siempre y pedir siempre la sutiliza para entender y retener en el pensamiento y en la vida lo que los otros nos enseñan a lo largo de la vida, porque así se enriquece sin medida todo nuestro ser, para de esta manera donarnos completamente al otro, que es mi hermano y un don de Dios, para la humanidad; como don hay que acogerlo y valorarlo como lo ha recalcado el papa Francisco que describe que cada humano, especialmente, cada cristiano no debe sufrir en su vida y en su corazón la indiferencia, sino antes bien se debe vivenciar la solidaridad por todos, sin exclusión alguna, porque somos hermano e hijos de un mismo Padre, sólo así se alcanza la magnitud en la entrega por los pobre y por los no cristianos, es decir en la misión ad gentes.
“La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad, la vida madura a la vez que nos damos a los otros” (Cfr. Francisco. 2013, P.10), no podemos ser ciegos ante el dolor de tantas personas que sufren a causa de tantas circunstancias tan complejas de comprender, porque no las hemos vivido en carne propia, por eso no podemos ser sordos ante los gritos y gemidos de dolor de los pobres que sufren por la desigualdad, ni mucho menos podemos ser mudos ante tantas injusticias que viven tantas personas, sublevadas por el silencio que produce el poderío de algunos; gracias a su entrega Jesucristo es el ejemplo que nos manifiesta su interés por todos, sin importar su creencia o su condición humana, el acoge sin falta y nos pide lo mismo, con gracia santificante, además que actuemos de tal manera como Él lo hizo y lo sigue haciendo sin exclusión, acogiendo, no siendo jueces ni imponiendo cargas, como el mismo lo dice a personas que ya poseen sus propias cargas por sus trabajos o familias, antes Él quiere que seamos puentes no desunión y que amando a los que nos ha encomendado con alma, corazón y sencillez de espíritu, podamos vivenciar interiormente y exteriormente su amor en nuestras vidas.
“Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu”. (Francisco. 2013, o.32). Buscamos y buscamos el Reino pero ya está aquí en nosotros, el mismo Jesús lo dijo, la lucha es contante sin falta y en esa búsqueda también está la interpretación del Reino de Dios en el otro, que puede ser mi hermano(a), amigo(a) o desconocido(a), lo importante es estar ahí, cuando nos necesita demostrándole con hechos y no sólo con palabras la inminencia del Reino de Dios en cada uno, de los que buscan a Dios, y hasta de los que no lo conocen o lo ignoran, en ellos también está el Reino, lo que hay que hacer es ayudarles a descubrirlo sin atropellar sus creencias, ni mucho menos su cultura, todo esto hecho con el hilo conductor del amor como hermanos que somos de Jesús, el Señor e hijos del mismo Padre, hechos a su imagen y semejanza. (Cfr. Gn. 1,26).
Es importante poseer la docilidad al Espíritu de Dios, con la posibilidad de que cada uno viva una verdadera espiritualidad, como camino que “compromete a dejarse plasmar interiormente por Él, para hacerse cada vez más semejante a Cristo. No se puede dar testimonio de Cristo sin reflejar su imagen, la cual se hace viva en nosotros por la gracia y por obra del Espíritu Santo” (Juan Pablo II, 1990, p.122), para encontrar en el otro ese autoaprendizaje que nos brinda y que necesitamos, porque no, no la sabemos todas, ni mucho menos estamos cien por ciento terminados, por eso es importante la formación continua, para no caer en la monotonía de la insipiencia de lo que nos rodea, hasta de la gracia, porque ni se lee, ni se viaja más allá de las narices, ni se vive con tesón la proyección del Reino en todos, especialmente en los más pobres y alejados de la fe cristiana, esto es ir muriendo paulatinamente sin comprender que es lo que quiere el Señor de todos, es decir el acercarnos por el mundo al mundo. “Quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien” (Francisco. 2013, P.9).
Se descubre así, que en el otro también está el Señor y que actúa en él, con amor entrañable y gracia abundante, en aquel que conoce su Palabra o en aquel que aún lleva tiempo sin conocerla, se debe tener en cuenta esto para poder vivir con plenitud el mandato del Señor, que no solamente es dar a conocer la Buena Nueva del Reino que está en cada uno, sino también en potencializar el encuentro con el otro, para así vivenciar a futuro el misterio de Cristo Salvador en la propia vida, ante todo, y en el otro, dando testimonio de fe, en el estar ahí, entre aquellas personas que no profesan nuestra fe, o son Cristianos, siendo lo vital y esencial el compartir cada momento en dialogo fraterno y cercano con aquel que es hermano y no sólo de palabras sino de sangre por aquel que nos ha dado todo por amor, hasta su sangre y este es nuestro hermano Jesús, el Señor.
Por esto no hace parte de la fraternidad ni mucho menos de la cercanía, creerme más que el otro, porque ya conozco a Jesús, o algo semejante, demostrándoselo con hechos concretos de indiferencia sustancial y con una falta notable de caridad fraternal, que es la base del estar en familia y ser parte de una, porque si se actúa así, de forma incoherente con el quehacer exterior con el otro, no se cumple lo que dice Jesús “Padre que todos seamos uno como tú y yo somos uno” (Cfr. Juan 17:21-23), desde allí se vuelve latente y patente el Reino de Dios, en el compartir con aquel que también está en mi especialmente en el corazón.
Hablar de misión es hablar de encuentro, indiferentemente si aquellas personas a donde nos envían creen o no en Jesús, el Señor, o creen en otra fe diferente a la nuestra, o hasta los que profesan nuestra misma fe, siendo el énfasis para todos, una palabra que nunca cambiará y es “encuentro” que es sencilla a la hora de modularla con los labios, pero difícil al tratarla de vivir con los hechos concretos y no sólo con palabrería inútil y vacía de contenido, sino con la vida.
“Cuando la vida interior se clausura en los propios interese, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer le bien”. (Francisco. 2013, pp. 5-6.).
“Pero hay otras puertas que no se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad”. (Francisco. 2013, P.40). La apertura con el otro como pilar fundamental halla su significado en el encuentro de amor a todos y especialmente en el amor manifestado al lugar donde se vive, porque se hace parte de una cultura que acoge con los brazos extendidos y recibe, esto hace parte de una experiencia personal de madurez interior y de fe, desde la caridad trasformadora y evolutiva en los corazones y mentes muchas veces cerradas, por no comprender que aún en pleno siglo XXI, muchas personas buscan un consuelo, una voz de aliento, gritan desde sus corazones y desde todo su ser, para que estemos con ellos con todo lo que somos, desde nuestras poquedades y miserias, hasta nuestras alegrías en el amor como seres humanos y en muchas ocasiones prefieren que se esté ahí a que les regalen cosas materiales pasajeras, porque la compañía y el encuentro si se hace verdaderamente perdura en la mente y en el corazón de las personas y ésta es la recompensa al esfuerzo.
“La opción por los consejos evangélicos sea una entrega alegre y generosa para vivir mejor el compromiso con Cristo”. (Imey. Art.26). La plenitud en el más sencillo, en el pobre, en el que no conoce a Cristo o practica otra religión tiene su significado en el amor hacia una esperanza proyectada a mejorar positivamente el mundo y en él a los hombres, por esto hay que estar con ellos y acompañándolos desde el Espíritu sin coartarlos, sino ayudándolos a potencializar la caridad, la alegría y el amor, que son ejes primordiales en el propio ser humano, para que así puedan descubrirse a sí mismo y a otras personas de buena voluntad, para seguir cooperando por el Reino, enamorados de él para de él, luego enamorar, ayudando a sanar tantas heridas de corazones rotos a causa del sufrimiento, de la pobreza y de la desesperación.
Luego de conocer estas situaciones complejas en la vida del propio hombre y en las familias con ayuda del acompañamiento, es preciso ayudar poco a poco para que ellos mismos vayan descubriendo al Señor, artífice de la caridad fraternal, y del amor en sus vidas, pero esto es paulatinamente, no se puede pedir mágicamente que se hagan las cosas como uno quiere , ni mucho menos obligar al otro, el mayor amor radica en el dejar actuar a Dios y dejarlo ser Dios y que haga el su obra en el hombre.
Aunque suene repetitivo y lo tiene que ser, hay que seguir apuntando al encuentro, porque cuando uno se cansa de decir las cosas apenas las personas están medio captando, por esto hay que tener perseverancia y paciencia abundante que solo brinda Dios como esperanza, siendo lo primordial el estar ahí con entrega incondicional, en el ayudar a los hermanos quien quiera que sea este, creyente o no creyente, lo importante es que nos necesita y nos ayuda a crecer como humanos, humanizándonos desde la fe, haciendo de este mundo y de esta sociedad, un lugar mejor, aunque en muchas ocasiones tan vacía de valores primarios y de sentido de vida, en una sociedad actuante y no vacilante ante el dolor del otro, es la forma de actuar porque poseemos la convicción y el amor de la extensión del Reino de Dios en nuestras vidas y en la de lo demás.
Se preguntarán que hace que una persona hable con autoridad y la respuesta es sencilla, es la experiencia, es decir, lo vivido con amor y lo sufrido con ilusión, traigo a colación esto, porque dirán, un simple formando con qué autoridad viene a hablarnos de esto?, y si les hablo con autoridad, porque ésta me la ha brindó la experiencia vivida en la misión, en el Vicariato de Puerto Inírida más aún en San Carlos de Rio negro, de Venezuela, que es acogida por el Vicariato y por los Javerianos, donde logré vislumbrar que si son bienaventurados los pobres, porque de ellos será el Reino de los Cielos (Cfr. Mt. 5), allí se manifiesta tanto una pobreza física, y hasta un poco de pobreza espiritual, en la carencia de muchas cosas que deberían ser primarias para vivir de forma digna, pero que por las situaciones de este territorio y que es literalmente pobre no se cumple, aun así el Señor nos manda a estar ahí, siendo testimonio y no haciendo que las personas de buena voluntad pierdan su camino por nosotros, por la falta de compromiso fraternal y misionero.
Allí también se hace latente la misión del instituto entre los más pobres, aunque algunos no lo consideren así, por su falta de cooperación y fraternidad con el otro, no lo digo solamente por ayudas materiales, porque eso lo hace una ONG, sino por la cercanía que tiene que ser basada en la experiencia vivida con Jesús el Hijo de Dios, el Emmanuel, pero en fin… también hablo con autoridad por el encuentro con las personas en las comunidades y especialmente en San Carlos, en el encuentro con el otro, porque en mi estancia en ese lugar, pude ir a dos lugares en las correrías, pero la que me marcó más fue por los lados del Casiquiare como a cinco o seis horas, no recuerdo bien, pero es un trayecto largo por el rio donde estuve un tiempo prudente con una de las comunidad de indígenas llamados los Yanomami y con otros lugareños, que por lo que pude observar algunos aún son de primer anuncio y son verdaderamente pobres, viven en carencia total, y los que más sufren son los niños y lo digo para recordar y no caer en la indiferencia que si no me toca a mí, no me importa, eso no es ni de humanos ni de cristianos, pero bueno…
Por otro lado éstos son nómadas se desplazan de un lugar a otro para buscar su alimento, comiendo de lo que les pertenece o no, porque para ellos lo que hay sembrado en la selva es de todos, ahí se puede cumplir el mandato del Señor en el estar con ellos, no forzando en ellos a un encuentro no vivido con Jesús, sino potencializándolos en el amor y luego el mismo Dios suscitará en sus corazones este encuentro verdadero con Él que es el Maestro, pero es un proceso largo y completo.
En todo el territorio se puede hacer y cumplir el fin del Instituto, solo menciono éste, porque fue el que conocí, pero me imagino que en otros contextos también es así, es difícil de verdad, se los digo y no es por quejarme porque trate hacer lo poco con amor en el estar ahí compartiendo, no les voy a decir que es fácil, pero que hay fácil en la vida?, nada cierto, todo es un sacrificio de entrega si es vivido con esperanza y amor, aun así fue una experiencia enriquecedora en mi vida y en mi poca experiencia misionera, me cambió la forma de ver y amar a la humanidad, desde el encuentro fraterno con el otro que me llama a gritos enmudecidos a que lo escuche, para eso estamos hermanos, para aprender a aprender desde la visón enriquecedora de la donación total al otro, pero lo importante, lo vuelvo a recalcar aunque suene repetitivo, es acompañarlos y estar con ellos, sin importar que creen o en quien creen, lo que si no se nos puede olvidar en nosotros es en quién creemos y a quién anunciamos y es a
Jesucristo, el Señor, es primordial recordarlo, para hacer una óptima labor en el anuncio del Reino en el enamóranos de él para de él enamorar, para no perder el rumbo de la entrega incruenta de nosotros con el otro, desde la visión del sacrificio cruento de Jesús en la Cruz por amor entrañable y entrega total.
REFERENCIAS:
Francisco. (2013). Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Paulinas.
Biblia de Jerusalén.
Juan Pablo II. (1990). Redemtoris Missio. Paulinas.
Imey. (Prot 106/88). Constituciones y directorio del instituto de misiones extrajeras de Yarumal.
Edison Alonso Quintero Ríos
Seminarista Misionero Javeriano de Yarumal.
Filósofo eclesiástico y estudiante de filosofía de la Fundación Universitaria Católica del Norte.
ealonsoquintero@soyucn.edu.co
17 noviembre de 2020
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