10 de enero de 2021
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceara por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará,
hasta implantar el derecho en la tierra,
y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia,
te he cogido de la mano,
te he formado, y te he hecho
alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión,
y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
NOTA: En este ciclo B el Calendario litúrgico de la Conferencia Episcopal Española indica otra primera lectura que puede utilizarse también: Isaías 55, 1-11. El comentario bíblico de fr. Miguel de Burgos analiza esta lectura alternativa.
Salmo
Sal 28, 1a. 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.
El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.
NOTA: En este ciclo B el calendario litúrgico indica otro salmo que puede utilizarse también: Sal: Is 12, 2-6.
Segunda lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
– «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»
NOTA: En este ciclo B el calendario litúrgico ofrece otra segunda lectura que puede utilizarse también: 1 Juan 5, 1-9. El comentario bíblico de fr. Miguel de Burgos analiza esta lectura alternativa.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos:
«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Comentario Bíblico
Primera Lectura: (Isaías 42,1-4.6-7)
Marco: Es el primer cántico de los cuatro que se suelen describir como «los cánticos del siervo de Yahvé» (Is 42,1-7; 49,1-7; 50,4-9; 52,13-53,12). Se trata de un personaje individual con una misión de personalidad corporativa, es decir; que asume en su persona la responsabilidad del pueblo y de la humanidad; que se trata de un profeta con rasgos regios que sintetiza todas las cualidades de los profetas; que es elegido por Dios con singular atención y cuidado; que su destino es restaurar la alianza de Dios con su pueblo y, a través de él, con toda la humanidad a través de la predicación y del sufrimiento vicario; fue humillado hasta una muerte ignominiosa, pero Dios lo rehabilitó, lo resucitó y le dio honor singular entre los grandes.
Reflexiones
1) ¡El Siervo, elegido y preferido de Dios, equipado para la misión!
Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mí elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. Hay que subrayar que el siervo es elegido de modo singular y privilegiado por Dios. Es aquel en quien se complace su corazón, es decir; del agrado total de Dios, es su preferido. El contexto inmediato de esta vocación es la liberación del pueblo de Dios del exilio de Babilonia. Pero más allá de estas fronteras nacionales se vislumbra y abre un horizonte más amplio. Se le promete un don especial del Espíritu para que pueda llevar adelante su misión que no sería fácil y que estaría sembrada de dificultades. Con la luz y la fuerza del Espíritu llevará adelante con éxito la misión que se le encomienda. Aunque el siervo es un profeta y la síntesis acabada del profetismo, tiene también rasgos regios. Por eso desde el primer poema se le atribuye una de las funciones más características de los reyes de Israel: la defensa del derecho de los pobres, los huérfanos, las viudas y los indefensos. Este poema manifiesta a los creyentes-testigos de Jesús que ser llamados a esta tarea es un privilegio de Dios y que son capacitados adecuadamente para realizarla.
2) ¡La misión del Siervo para su pueblo: restauración!
Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra. El siervo de Dios, que es modelo de respeto, suavidad y mansedumbre, realizará, no obstante, su misión de restauración con firmeza. Las circunstancias en que ejerció su tarea no fueron nada fáciles: el exilio y el post-exilio de Babilonia. Todo estaba derrumbado y había que restaurarlo. En esta ardua tarea, el siervo va a la cabeza del pueblo. Por eso necesitará la firmeza que procede del Espíritu que se le ha prometido de modo especial. No se dejará arrastrar por la acepción de personas, ni por la debilidad. Implantará el derecho con limpieza, firmeza, ecuanimidad y equidad. Es el modelo ejemplar de profeta y gobernante que sólo aspira a hacer posible el bien común de todos. Los creyentes que vivimos en un mundo hostil y agresivo necesitarnos esas cualidades del Siervo para cumplir nuestra tarea de testigos vivos en nuestros ámbitos habituales de convivencia y de trabajo.
Segunda Lectura: (Hechos de los Apóstoles 10,34-38)
Marco:Estos versículos forman parte del discurso de san Pedro en casa de Cornelio, donde se produjo la primera conversión de gentiles al evangelio como fruto de la exposición kerigmática que les proclamó. La misión de Jesús comenzó por su bautismo cn el Jordán.
Reflexiones
1) ¡Dios no tiene acepción de personas!
Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. En los poemas del siervo se anunció una tarea universal. Pedro comprueba que Jesús, el verdadero Siervo de Yahvé, ha realizado satisfactoriamente aquella misión anunciada, como lo muestra el hecho de que, después de la escucha del anuncio solemne sobre Jesús (kerigma), una familia de paganos se abre a la fe y a la salvación y recibe el Espíritu. Son la primicia y la garantía de una cosecha abundante. Realmente el Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, no tiene acepción de personas; todos le interesan y todos son llamados a participar de la filiación divina adoptiva. Para los creyentes ya no hay distinción de rayas, lenguas, naciones o expresiones religiosas. Desde la convicción de su propia fe vivida y experimentada saben que el diálogo con todos es posible y necesario.
2) ¡Jesús ungido por el Espíritu Santo!
Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Otro aspecto de la promesa que se cumple en Jesús. Ha recibido el don del Espíritu Santo para realizar su misión y su tarea. Pedro recuerda un aspecto importante en esta donación del Espíritu: Jesús recibió la fuerza del Espíritu. A Lucas le place llamar al Espíritu «Fuerza» de Dios (Lc 1,35; Hch 1,8). A pesar de las dificultades, incomprensiones y rechazos, Jesús llevará adelante la misión hasta la consumación final (Jn 19,30). Tampoco a los discípulos de Jesús les faltará esta fuerza que viene de lo alto y contra la que nadie podrá. Ya lo habían experimentado los profetas (Jr 1,8s). Nunca ha sido fácil la tarea del testimonio de la vida y la evangelización. Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. Así capacitado para la misión, Jesús pasó haciendo el bien. Era el hombre para los demás en todos los aspectos, menos en el pecado. Y Pedro lo recuerda solemnemente en su proclamación kerigmática. Este reconocimiento y proclamación define un aspecto importante de la misión y tarea de Jesús. Es una característica del Siervo de Yahvé el ser para los demás y por los demás.
Evangelio: (Marcos 1,6b-11)
Marco: Es necesario anotar que todo el relato del bautismo de Jesús es una epifanía, es decir, revelador de realidades muy profundas en un lenguaje austero y sobrio: es el momento en que Jesús recibe su misión y el equipamiento necesario para la misma.
Reflexiones
1) ¡Donación del Espíritu para la misión!
Sorprendente situación: Jesús entre los pecadores, en camino hacia el Jordán. Todo el acontecimiento está cargado de sentido. Jesús va a recibir la misión y tarea del Siervo: asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso presenta visualmente, de modo anticipado, esta misión y tarea. Los discípulos de Jesús no caminan por el mundo aislados sino en comunidad. Al contrario, lo hacen por los mismos caminos y en los mismos ámbitos que sus hermanos los hombres. Ahí, en medio de todos, el creyente es sal y luz. Y es llamado a no escandalizarse del mal de nadie, sino a reconocerlo, asumirlo y tratar de superarlo. Vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Es necesario observar que la donación del Espíritu no está relacionada con el bautismo. Se abren los cielos y desciende el Espíritu cuando Jesús ha salido de las aguas del Jordán. El bautismo de Juan no confiere el Espíritu Santo. Esto es un privilegio propio del bautismo cristiano y sólo del bautismo cristiano. La apertura de los cielos y el don del Espíritu son dos realidades que convergen en la misma significación: en este momento se declara solemnemente que aquel hombre, llamado Jesús, que está al borde del Jordán, es a la vez el profeta escatológico*, es decir, el profeta esperado para el momento culminante de la salvación y el Siervo de Yahvé que llevará adelante el proyecto de Dios. Por eso recibe el equipamiento necesario para cumplir esta misión. El don singular del Espíritu Santo que, en la visión de Juan el evangelista, permanece establemente sobre él y para siempre (característica especial del momento culminante de la salvación) (Jn 1,32).
2) ¡Jesús es el Predilecto de Dios!
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto». La voz que se oye procedente del cielo corrobora la vocación de Jesús. Aquel hombre es a la vez el Siervo de Yahvé y el Hijo de Dios, el Elegido para llevar adelante la salvación. En una reflexión cristológica éste descubrimiento (alimentado y dirigido por el Espíritu Santo) fue lento en la primera Iglesia: comenzó después del acontecimiento pascual, se entendió ya en el bautismo y finalmente en la concepción virginal. La misión de Jesús engloba todos los aspectos que fueron anunciados para el siervo, pero realizados de una manera supereminente: anunciar la Palabra para restaurar e inaugurar la nueva alianza y asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso es tan importante este acontecimiento de la vida de Jesús. El creyente en medio del mundo es un freno a la agresividad, violencia y egoísmo ambicioso de los hombres. Es un instrumento de reconciliación y de paz, a imitación y representación de Jesús. Esta tarea y misión son especialmente urgentes en nuestro tiempo. El testimonio de la promoción de la paz con la vida y las palabras es una forma excelente de imitar a Jesús-Siervo.
3) ¡Jesús, hombre perfecto y cercano!
El bautismo de Jesús es uno de los acontecimientos de su vida mejor atestiguados. Pisamos terreno firme en la historia de Jesús. Y la razón principal es su carácter desconcertante. ¿Por qué se acerca Jesús al Jordán para ser bautizado? ¿Tenía alguna necesidad del bautismo? Precisamente este carácter singular confiere al gesto su relieve y su autenticidad. Jesús está ahí para’recibir la misión y para abrir el camino a una nueva realidad de la Iglesia: el bautismo cristiano. El bautismo de Juan no confiere el Espíritu Santo. Sólo el bautismo de la Iglesia, recibido de Jesús y administrado en su nombre, confiere el perdón de los pecados, la incorporación a Cristo muerto y resucitado, la filiación divina y el don del Espíritu Santo.
Reflexión
EL ESPÍRITU DE JESÚS
Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban “cerrados”. Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.
Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: “Ojalá rasgaras el cielo y bajases”.
Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.
Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.
Sin ese Espíritu todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece. La fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta. El amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.
Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.
Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.
No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza. (Pagola)