Primera lectura
VISIÓN de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.
En los días futuros estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cumbre de las montañas,
más elevado que las colinas.
Hacia él confluirán todas las naciones,
caminarán pueblos numerosos y dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob.
Él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
la palabra del Señor de Jerusalén».
Juzgará entre las naciones,
será árbitro de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, venid;
caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
V/. ¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
V/. Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
V/. Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R/.
V/. Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien. R/.
Segunda lectura
HERMANOS:
Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz.
Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios
Evangelio del domingo
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Palabra del Señor
Comentario Bíblico
Iª Lectura. Isaías (2,1-5): De las espadas, arados; de las lanzas, podaderas
I.1. En este Primer Domingo de Adviento, todo impresiona; no obstante, esta lectura del Profeta Isaías es uno de los oráculos más característicos del gran maestro del siglo VIII a. C. Isaías era un hombre de Jerusalén, de familia acomodada, sacerdotal quizás, de cultura refinada. Su pasión por Jerusalén es, en el fondo, una pasión por Dios; el Dios que se adora en el templo. Cuando el profeta habla del templo, de los sacrificios, de las ofrendas. entiende que eso ante Dios no vale apenas nada.¡Y eso que no era un irreverente, y su vocación la describe en el templo (Is 6)!. Pero Isaías no está convencido que sus paisanos hayan entendido adecuadamente la presencia de Dios en Sión. Su oráculo es muy parecido al de su contemporáneo Miqueas (cf. 4,1-3). Para el profeta, Jerusalén debe ser la ciudad de la paz, de la justicia. De esa forma sí acontece una presencia viva de Dios en Sión y en cualquier parte del mundo. De sus resortes culturales hará una profecía crítica contra Jerusalén y contra los dirigentes políticos y los responsables religiosos. Y por eso nos habla (sueña más bien) de una Jerusalén que debe ser sabia: la que se atreva a hacer de las espadas arados y de las lanzas podaderas. Esta opción por la paz y no por la guerra es, para el profeta, una opción divina ¡no hay duda!
I.2. Probablemente éste era un cántico que circulaba en ambientes de la escuela de Isaías (o de algún círculo profético desconocido ahora para nosotros) y que ha venido a ser santo y seña de este hombre que representa la edad de oro del profetismo. Jerusalén no será la ciudad de Dios y de su presencia, sin justicia y paz, los bienes más anhelados de la humanidad. Y éste sigue siendo el reto de la Jerusalén actual. Esta lectura, pues, de Isaías, es una portada extraordinaria, la más adecuada sin duda, para comenzar este Adviento: porque en el mundo de hoy, nacionalismos, fundamentalismos religiosos, xenofobias y rencores, anidan y reverdecen en los corazones de los hombres, ¡y eso que estamos en el tercer milenio! No es posible que dejemos de sentir y de anhelar que necesitamos rehacer esta “historia” de aquí, como algo nuevo y profético. Es eso lo que cambiará el mundo ya no de espadas y lanzas, sino de cañones y tecnología maldita a punto para aniquilar a los pueblos y a la misma humanidad.
IIª Lectura: Romanos (13,11-14): Llenarse del evangelio, llenarse de Cristo
II.1. Dentro de la sección parenética o exhortativa de la carta a los Romanos (12,1-15,13) no podía faltar un apunte sustancial a la dimensión escatológica de la vida cristiana, poniendo en guardia sobre la espera del día del Señor que fue algo imprescindible en la experiencia de la salvación de Dios. El apóstol describe en antítesis lo que se vive en este mundo y lo que debe ser el anhelo y la esperanza de los que, sintiendo la salvación de Dios en Cristo, todavía deben hacer historia en este mundo. Con las metáforas de contraste entre la noche y el día o entre la luz y las tinieblas, se expresan esas radicalidades escatológicas. ¿Qué hay que hacer? El apóstol lo expresa con una imagen sin precedentes: “revestirse del Señor Jesús” (13,14). No es algo insustancial o externo como pudiera parecer. Más bien es colmar nuestra interioridad de la vida del Señor Jesús. Así se debe vivir en la historia.
II.2. El texto, pues, es una llamada de Pablo a salir de la vida sin sentido que vivimos tantas veces. Diríamos que las armas de la luz, en este caso, son la justicia y la paz. Y revestirse del Señor Jesús es vivir en el proyecto del evangelio. La carta más importante de Pablo, por muchos motivos, nos ofrece los elementos éticos de la vida cristiana. Pero no es solamente una exhortación moralizante, sino una invitación a una vida más radicalmente cristiana (revestirse de Cristo es toda una expresión teológica): cambiar de rumbo en la existencia, de planteamientos. Pablo pretende que los más fuertes de la comunidad busquen un tipo de experiencia que solamente encuentra su razón de ser en Jesús, es decir, en su evangelio. No olvidemos que éstas fueron las palabras que leyó San Agustín, cuando tomó el libro que había en la casa, en el que se había fijado Ponticiano, el narrador de la vida eremítica de Antonio en el desierto; pero Agustín y Alipio todavía seguían planteándose muchas cosas y buscaban.; el libro en cuestión no versaba sobre retórica o gramática. Finalmente Agustín escuchó esas voces misteriosas que decían “toma y lee”. Era exactamente el texto de nuestra carta con las palabras de Pablo “revestíos del Señor Jesús”. Son palabras que bien merecen una conversión. Ni la retórica ni los cultos mistéricos pudieron llenar su corazón. Fue Cristo Jesús, en esa experiencia de “interioridad”, quien cambió una vida sin sentido.
Evangelio: Mateo (24,37-44): Vigilancia y discernimiento
III.1. El evangelio del día (en el ciclo de Mateo que comienza hoy) nos ofrece un pasaje del último discurso de este evangelista, de los cinco que estructuran su obra (5-7; 10; 13; 18; 24-25), que en realidad es el equivalente de Mc 13, conocido como discurso apocalíptico. De alguna manera se quiere hacer una unión con el penúltimo domingo del año litúrgico. Y es que el Adviento parte de la experiencia de una historia gastada, agotada, y apunta a una esperanza nueva e inaudita: la esperanza de un salvador que traiga luz, justicia y paz a los hombres. Un juicio sobre nuestras acciones, un discernimiento más bien, es algo que está presente en la proclamación profética y que cobra tintes más dramáticos en los profetas de tendencia apocalíptica. Este mundo, piensan, no puede seguir así y Dios tiene que tomar las riendas de la historia humana, como en el tiempo de Noé y el diluvio. Sobre esta comparación está montada la parte del discurso que quiere trasmitir a los cristianos, en nombre de palabras de Jesús, la necesidad de la “vigilancia”.
III.2. En la prehistoria de Israel, el diluvio universal es todo un mito simbólico que prepara adecuadamente la aparición de un tiempo nuevo: la llamada de Abrahán, el padre del pueblo, el creyente que confía en Dios. Los once primeros capítulos del Génesis narran cómo la humanidad busca su identidad al margen de su creador y está a punto de perderse por la maldad y la arrogancia. Parece como si la obra que había salido de las manos de Dios hubiera perdido su sentido. Los hermanos no se respetan, se matan y la humanidad se pervierte perdiendo su chispa divina. La “historia” o narración del diluvio, no obstante, pone como símbolo un “resto” que pueda garantizar un futuro mejor. Es evidente que la historia, nuestra historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que permanecen muchas concepciones del judaísmo.
III.3. Llamada, pues, a convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible “recomenzar” para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes no pueden nunca “recomenzar”, les es imposible, pero el ser humano sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la entraña misma del ser humano que sacó de la nada, o de la tierra, si queremos usar el símil bíblico de Gn 2. Así sucedió en tiempos de Noé después del diluvio; así sucedió también en tiempos de Abrahán tras lo de la torre de Babel. Esto será todo lo mítico que queramos, pero es muy elocuente para desentrañar el sentido de estas palabras “escatológicas” del discurso que inaugura el Adviento. “Estad preparados”, en el lenguaje apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Es verdad que estas palabras no están presentes en esta parte del discurso mateano, pero si en el “espíritu” del Adviento. No se pueden cambiar, tienen que sonar como están escritas, pero debemos interiorizarlas con el talante de que podemos comenzar una etapa nueva, un momento nuevo, una actitud nueva. por la llegada del “Hijo del Hombre”. El Hijo del hombre, en la interpretación cristiana es Jesús de Nazaret, el Señor, quien comenzó, de parte de Dios, una “historia” radicalmente nueva para que podamos vivir con dignidad en el temor o la confianza en Dios, sin miedo a ser destruidos, sino con discernimiento. Discernimiento de lo que no tiene sentido y de lo que hay que arrancar, si fuera posible de raíz; pero aún no siendo posible, siempre es maravilloso que se nos de la ocasión o la oportunidad, si queremos la terapia, para que nuestra historia personal no tenga por qué estar envejecida para siempre. Dios, el Dios de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.
Pautas para la Homilia
En tierra de guerra
El drama de la violencia y los desastres de la guerra, con sus prolongadas consecuencias, han sido, y siguen siendo, una constante en la historia del pueblo de Israel, el pueblo en el que nació, creció, predicó y murió Jesús. La Biblia es un reflejo de ello; un ejemplo lo encontramos en los Libros de los Macabeos, como hemos tenido la oportunidad de comprobar en la lectura de las misas diarias en días pasados. Guerras civiles y contra otras naciones, violencias al interior de la sociedad, injusticias y abusos de los ricos y poderosos contra los pobres, corrupciones, manipulación de pesos y medidas, extorsiones, etc., todo un rosario de calamidades y hechos delincuenciales en los que, como siempre, los débiles y menesterosos son los que se llevan la peor parte.
Con este panorama de fondo, Israel hace una lectura religiosa, entre otros por medio visionarios y profetas, y provoca, al tiempo, el surgimiento de una teología de la esperanza centrada en un porvenir, en un tiempo distinto, nuevo, brillante y luminoso, en el que el sufrimiento, provocado por tanta maldad y devastación, conduzca a la novedad de un tiempo de concordia y armonía entre personas, pueblos y naciones, en los que reinen la paz, el derecho y la justicia. A la pesadilla de la guerra y la violencia ha de sucederle un tiempo nuevo donde ‘el buen vivir’ y la fraternidad local y universal sean las señas propias de identidad. Se trata de construir un mundo no utópico, sino posible.
La materia prima y el trabajo transformador del hombre sobre ella tienen que ser reorientadas y puestas al servicio de la paz y de la saludable convivencia. Los materiales e ingenio humano utilizados en la fabricación de armas y utensilios para la muerte y destrucción deben ser orientados hacia la producción de bienes que nos ayuden a mejorar la calidad de vida de todos, en particular la de los sectores sociales más dependientes y vulnerables, y hacerlo, además, de forma sostenible, de tal modo que no comprometamos el futuro ni la vida de las próximas generaciones.
El momento presente
El Papa Francisco en su escrito sobre el anuncio del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo insiste en el rasgo de la alegría como pieza clave del anuncio evangélico: no es posible anunciar el Evangelio sino es desde el gozo y la alegría porque Jesús es la Buena Noticia. La alegría es quizá, junto a la esperanza, la clave del tiempo de Adviento ya que nos preparamos para rememorar a un recién nacido como Príncipe de la Paz. Allá donde hay vida, aunque sea débil, siempre hay alegría.
El objetivo de la evangelización es dar a conocer una Buena Noticia, comunicar el testimonio del paso de Dios por la historia personal de cada uno. Sin embargo, para que esa Buena Noticia sea creía por nuestros contemporáneos, a fin de que se despierte también en ellos la fe, ha de estar expresada en un lenguaje que sea comprensivo, tiene que ser entendida, tiene que ser cercana. Muchos de los que acuden a nuestras celebraciones se van frustrados de nuestras iglesias porque no nos entienden, usamos, muchas veces sin ser conscientes de ello, un lenguaje clericalizado, lejano de sus vidas y preocupaciones. Una muestra de ese real fracaso es la consabida expresión: ‘qué bien habla, pero no le he entendido nada’.
La cercanía de Jesús con sus contemporáneos comenzó por adoptar su lenguaje sencillo y realizar obras de misericordia y compasión. ¿Cómo podemos esperar que nuestros contemporáneos se conviertan al Evangelio para que desde la fe transformen el mundo, según las exigencias del Reino de Dios, si no nos comprenden? El reto que tenemos todos los cristianos, pero particularmente los ‘especialistas’ en lo sagrado, es el de realizar una gran adaptación a nuestro tiempo sin perder la fuerza carismática ni la fidelidad a la Palabra viva de Dios. Esto supone un gran esfuerzo y un enorme compromiso.
Lucidez y esperanza en la espera
El compromiso de evangelizar es un reto para cada generación según sus propias sensibilidades y exigencias culturales. Hemos de pedir constantemente al Espíritu Santo su asistencia para poder llevar a cabo la tarea de escuchar con lucidez y compasión los gritos y necesidades de nuestros contemporáneos y, sobre todo, el saber acompañarlos. Cada generación es portadora de preguntas que aguardan de nuestras respuestas. Pero, al menos desde el punto de vista cristiano, no todas las posibles respuestas son válidas. Hemos de encontrarlas entre todos dejando bien claro nuestra opción cristiana por la defensa de la vida.
Los nuevos tiempos que Dios Padre nos tiene reservados son aquellos que van construyendo los de que esperan la paz, practican la justicia, sostienen el derecho, viven la solidaridad, manifiestan la fraternidad universal, predican el amor y dan frutos de compasión y misericordia. Es creer que el mal puede ser vencido a fuerza del bien, es poner en práctica los valores que hacen reconocernos los unos en los otros y de necesitar unos de otros. Es acoger y abrazar la vida en esperanza de un recién nacido como el más grande regalo de Dios.
Creo que nuestra labor junto con los demás hombres no es hacer proselitismo sino construir, junto con los otros, un nuevo modelo de convivencia y desarrollo sostenible que supere: el individualismo, el egoísmo en las relaciones, la idolatría del dinero, el mercantilismo, que tanta esclavitud genera, el modelo de desarrollo tecnocrático y burocratizado que considera ilimitados los recursos naturales, la relación política nacional e internacional al servicio de los poderosos, el mercado del desecho y lo descartable, la visión antropológica del hombre fragmento y de la verdad relativa y aparente.
Frente a todo ello, como San Pablo nos ha recomendado, caminemos con la dignidad que le es propia al ser humano y que le viene por el simple hecho de ser persona y si somos cristianos vistámonos, al igual que Jesús, con palabras de aliento, gestos de bendición y obras de misericordia y compasión. Dios les bendiga y la Virgen les proteja. (Dominicos)