“Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte.”
“Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero.”
“Ven muerte, tan escondida, que no te sienta venir,
porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida.” …
“En la cruz esta la vida y el consuelo,
y ella sola es el camino para el cielo.”
(Sta. Teresa de Ávila)
El israelita, historiador de Oxford Noah Harari lleva las teorías Bultmanianas sobre relato y mito al tono de una ficción humana de un constructo cultural fundamental sobre lo biológico. Ficción como una interpretación, o explicación que tiene que satisfacer las preguntas obligadas que se hacen los humanos. Nosotros vivimos de esos relatos, sostiene él, y les damos un carácter de sagrado muchas veces, como forma de dar seguridad. Entre muchísimos ejemplos afirma que el dinero es un relato más, pura invención sobre el que se han construido relaciones de intercambio económico. El cristianismo, como el islam o el budismo está éste basado en relatos como formas de interpretación que le regalan al adepto un sentido para cargar los misterios mismos de la vida. Hay relatos cargados de un dogmatismo tal que podrían encerrar y llevar a fanatismos, capaces de configurar guerras y otras atrocidades. O relatos determinantes sobre la mujer que no le permitirían comportarse de otra manera. La democracia es un relato para la ficción política.
La muerte como una realidad objetiva sugiere y obliga necesariamente a crear relatos que ayuden a levantar el silencio de esta aniquilación del ser según Freud. Un relato conceptual de la muerte implica que él ofrezca una narrativa creíble y poderosa para tocar más las fibras emocionales que las racionales de la humanidad. Al contacto con un relato de muerte, éste debe provocar lo contrario de aquello que la objetividad de la muerte creó: a la pérdida ganancia, a la desesperanza, esperanza, a la angustia la confianza como reverso. Al silencio de los sepulcros, el eco de palabras vivificadoras. Al sentimiento de la finito, lo infinito e inmortal. El relato de la tumba vacía de Jesús es el mayor relato capaz de llenar a los cristianos de un sentimiento de triunfo. ¿¡Oh Muerte! dónde está tu victoria? Tu aguijón no tiene más poder. La muerte ha sido vencida. (Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Ven de nuevo).
Cuando vivía entre los Attié en Avocatier – Abobo Abidjan era imposible vivir sin mirar de frente los relatos interpretativos sobre la muerte y como los neo-conversos integraban el relato jesuítico de vida-muerte a su universo. Para esta porción de africanos marfileños la vida está jalonada por un ideal esencial: “La Armonía”. La realidad que es una, incluidos los mundos espirituales y mundanos, donde sólo hay unos velos tenues que nos separan y unen. Estos mundos deben estar construidos desde la más radical armonía. Se vive para esta armonía, pues es la que da felicidad y razón de ser. Si por alguna razón esta armonía se rompe, la intranquilidad ingresa sea al individuo, o a la familia o al clan y lo peor sería terminar en conflictos sangrientos. A cómo dé lugar hay que volver a la armonía, pidiendo perdón mediante una serie de ritos. La armonía se puede perder con los ancestros y esto es temible. El ancestro adquiere mucho poder desde su mundo. Como puede gratificar, puede hacer el mal y maldecir. Cuando algo rompió la armonía con un ancestro hay que desagraviarlo, ya por libaciones, sacrificios de granos o de aves o ganado.
Amadou Ampateba, en su libro “L’enfant Peul” (El niño Peul) afirma sin ambigüedad que el africano vive para el día de su funeral. Como el día mas grande en que se verifican tantas cosas y cuando la gente diga: – “Este fue un gran hombre”, entonces podemos afirmar que la vida se vivió entonces. Los ancestros viven entre los vivos, de ahí la costumbre en los villorrios de enterrar al muerto justo bajo tierra, allí donde el dormía; y además la costumbre de ponerle la comida, la que tiene su propia anima y alimentará al ancestro. Los ancestros llevan vida común entre ellos. Ellos y los vivos son uno, son familia. Si alguien muere por fuera del pueblo, por alguna circunstancia, a como dé lugar hay que traerlo para que la armonía no se dañe. No hacerlo sería desterrarlo a vivir por fuera de la comunión y esto traería males para las cosechas, para los niños. La familia o el clan serían mal vistos y cargarían con una censura social nefasta.
Cuando he mirado los bellos videos que nos compartieron del funeral del Padre Manuel en Angola, no pude menos que pensar que la fuerza del relato estaba presente. Recibió el honor que se le hace a un sabio y anciano. Pero subyace un esquema sacrificial (Misa) que intenta en alguna manera recomponer la armonía destruida. El lamento no sólo llora y en verdad al Padre Manuel, pero es un lamento de terror por lo que los grandes ancestros les van a provocar. (Crimen y castigo).
En lo más intimo de las mentes atrapadas en esta forma de relato, enviar el cuerpo del Padre Manuel es lo adecuado y normal. El relato dice que él debe regresar a su tribu, ciudad y allí debe reunirse con sus ancestros. ¡Así de sencillo!. Claro que si lo dejan, los ancestros de ahí lo reciben, pero no es lo normal.
En mi cultura paisa, un sincretismo complejo de relatos africanos y de autóctonos, como del animismo hispano tardío del renacimiento, y marcado por un largo periodo de síntesis colonial y en continua migración como ha vivido la cultura paisa enseña que donde la muerte te agarra, ahí te entierran. Nuestros muertos paisas viajan por el espacio y duran en el tiempo hasta que se pierde la consciencia generacional de ellos. Ha habido tantos muertos víctimas de la violencia, que los relatos en muchos de sus aspectos fueron recreados con múltiples manifestaciones en las culturas populares. En “Cien años de Soledad” de Gabo, impresiona la soledad de José Arcadio, ya muerto y sentado en el patio, después de orinar vagando sin sentido en su muerte, o más bien la muerte es una soledad aún más espantosa que la vida misma. Incluso el nobel no deja de construir un relato más entre muchos, como aquel materialista dialéctico que dice que no hay nada después de la muerte. En Acaricuara – Vaupés supe de una familia que salió de la comunidad por dificultades y se llevaron los restos de sus muertos y algo de la tierra para depositarla a donde llegarían y legalizar la nueva tierra como tierra de sus ancestros. Muchos judíos ortodoxos adinerados pagan fortunas para ser enterrados justo a las afueras de Jerusalén, pues el relato les dice que los primeros en resucitar serán los de la ciudad santa tal como está narrado en el Apocalipsis. Pura ficción donde todo se pone al servicio de ella, incluso los económicos. Repatriaciones de judíos desde NY City son comunes hacia Jerusalén.
Tajar este asunto con un documento del Consejo central es una buena propuesta para abrir un diálogo fructífero y desprevenido antes de darle fuerza de decreto.
La cuna noble y paisa del Imey no lo dota de un único relato interpretativo de la muerte, ni incluso los textos bíblicos, por el sólo hecho que ellos se hacen carne cultural en cada pueblo. Puede y es sano que haya en un Instituto transcultural tantas formas de leer la realidad. Cada misionero es una lectura. Se pueden dar empatías interpretativas creando tendencias.
El riesgo de una firma sobre un documento es que se haga bajo una presión silenciosa por miedo a no acceder a la orden sagrada, en el caso que llegara a ser exigencia. Y si un seminarista se niega a firmar, o si yo decido cambiar mi decisión, ¿qué ocurriría? ¿Pensaron los superiores en la casuística que esto puede traer?
Una firma de un documento puede chocar fuertemente a familias donde la clave cultural es otra.
El mundo de los muchos relatos evita que corramos el riesgo de hacer de la propia interpretación una norma para otros. La percepción presentada por el P. Solórzano me provoca una reflexión sobre la espiritualidad asiática de Camboya, donde la muerte es una liberación para poder llegar al nirvana. Estado de felicidad completa. ¡Cuántas reencarnaciones sean necesarias el hombre las debe vivir para llegar a la liberación! (H. King Historia de las Religiones). Hay un concepto vertical ahí con relación a la horizontalidad africana, que tiene un eco singular en la comunión de los santos del relato cristiano. ¿Es posible deducir que en el budismo el lugar del entierro es accidental? No es el caso en África, ni en México, ni en la sierra ecuatoriana, ni en Bolivia entre otros.
Espero que detrás de este tema no esté como presupuesto el valor económico, que no podemos omitirlo. Él es uno de los elementos de esta reflexión, pero no es el determinante. Tampoco lo puede ser un mono-relato de una cultura dominante. El camino, creo, es un dialogo intercultural donde se escuchan las partes y en un respeto del dolor de los dolientes se llega a un acuerdo.
En Antioquia, cuando alguien se muere, todo cesa. Los negocios, las faenas domésticas y nos entregamos de lleno al asunto. Hay temas que no se tocan ni durante el velorio, ni el sepelio, ni el entierro e incluso ni en el pos entierro como es la novena. Asuntos de herencia, de bienes, de enredos del difunto se posponen para un luego. Expresiones como; “Cállese y no mortifique a la mamá, o a la viuda, o a los hijos”. A los paisas nos envuelve en esos días funestos un silencio hecho de lágrimas y de dolor para ponernos escarbar sobre cosas que se pueden tocar luego. Encontré desafortunado en su momento el documento del Consejo, y entre sus muchos elementos interesantes faltaron aquellos que tienen que ver con nuestro rico y variado universo cultural. Esta situación ha creado un malestar en algunos que se expresan y todos hemos tenido que opinar así sea en el corazón. Lo mas sano es que este tema vaya al Consejo Ampliado al final de este año, es mi sugerencia. Ese documento pudo haber esperado, como los mensajes propagandísticos.
Díganme si una ONG, o una parroquia deciden repatriar un cuerpo javeriano y que no firmaron el documento que ¿podría ocurrir?
Dios dé larga vida a nuestros jóvenes africanos que laboran en los surcos del nuevo mundo.
Una madre, doña Zoraida, tendrá una tumba para ir a llorar al hijo de sus entrañas con su esposo. Podrá llevar unas flores que alimentan la certeza del relato de la resurrección de su hijo. El relato de muerte y vida de esta familia pedía el cuerpo y en buena hora lo lograron.
Oscar Londoño Builes mxy
Misionero en Michigan
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