Aunque no se mucho de administración ni del negocio de la concesión que hizo el Instituto con la constructora G&G, el tema de la administración de bienes y el bienestar de los misioneros hacen parte del mismo deseo renovador que esperamos a largo plazo. Digo a largo plazo porque sus frutos se irán viendo, no en esta asamblea sino en las próximas décadas. Ese deseo de cambiarlo todo ya no me parece esperanzador sino desesperado por parte de algunos de nosotros que criticamos y creemos que con nuestros gritos intelectuales podremos acelerar los procesos.
Por el lado de la administración ya se comenzó a hacer algo, que a mi juicio personal, repito, a mi juicio personal, tendrá muy buenos frutos y nos ayudará a renovar las estructuras (vida fraterna, formación, promoción vocacional y animación misionera…) especialmente en el contexto colombiano, para intentar recomenzar y “reavivar” el seguimiento del Señor en el IMEY.
En cuanto al bienestar de los misioneros, me debo referir a dos campos: el externo y el interno. Me gustaría retomar parte del pensamiento del P. Jesús Osorno frente a la pregunta sobre la felicidad en el IMEY: ¿somos felices en el IMEY?
El Dr. Martin Seligman, fundador de la psicología positiva, consideraba a la felicidad como el punto clave de su investigación pero posteriormente la replanteó por el de bienestar. El bienestar es un concepto más amplio que la felicidad que en cierta medida es de tinte más subjetivo y generalmente depende de sentimientos o emociones específicas. El bienestar es mucho más amplio porque cobija lo interno y lo externo de la persona sin hacer énfasis únicamente en lo subjetivo (interno). Es verdad que parte esencial de bienestar es ser y estar felices, pero es solo parte. Es verdad también que no podemos vivir sin dejar de sentir, pero si sentimos (vivir de las emociones) más de lo que vivimos nada nos será suficiente para alcanzar lo que deseamos personalmente o como institución.
Me atrevo retomar la pregunta-deseo del padre Osorno para intentar dar un empujoncito hacia nuestro bienestar: “¿no sería mejor ser nosotros por vocación, por identidad, por testimonio como IMEY y como personas una catedra de felicidad para los demás?
Ser nosotros por vocación: la vocación se tiene en semilla y se aprende. Por eso hacemos procesos formativos largos, para poder ser vocación. La vida misionera, sacerdotal, consagrada, al igual que la felicidad, comienzan como una actitud hasta que se convierten en aptitud y se hacen parte de nosotros. Mientras más tienda a la felicidad, a la vocación específica, más me configuro con ellas.
Ser nosotros por identidad: saber quiénes somos, para dónde vamos y qué esperamos podrían ser cuotas de identidad. Soy consciente de que mientras más existimos, más nos damos cuenta de cosas que antes no sabíamos sobre nosotros o nos acostumbramos a vivir con nuestras imágenes. El proceso de identificación personal como institucional, requieren borrar imágenes creadas, recreadas, amañadas, ideadas, amasadas que nos dan seguridad, para percibir desde adentro y desde arriba (contemplando) todo el panorama de nuestra vida y nuestra institución.
Ser nosotros por testimonio: el arrastre que tiene el testimonio en personas ajenas a nosotros es necesario a la hora de animar a la felicidad y al bienestar, a la lealtad y a la fraternidad. No soy la mata del testimonio, pero intento cada día no perder la conciencia para esforzarme y animar a los que vienes detrás.
A modo de conclusión
Considero parte del bienestar personal y del IMEY la verdad. Como en muchos procesos de paz alrededor del mundo, la verdad es esencial para traer tranquilidad, perdón y sentirse reparados. Me atrevo a decir que nos da miedo enfrentar la verdad. Pero recordemos lo que nos dice el Señor. La verdad nos hará libres. Si me entristece ver que algunos de nosotros no queramos enfrentar la verdad personal y constantemente damos anti-testimonio, o peor, pervertimos a los que vienen detrás. Maneras de ser, tendencias sexuales, dificultades para trabajar con otros, fariseísmos, irresponsabilidades, ambiciones, perversiones son algunas de nuestras verdades que gritan y salen (en ocasiones mal salidas) pero que nos resistimos reconocerlas, trabajarlas, asumirlas, sanarlas. A veces la costumbre en la mentira, el error y el pecado, nos hace creer que todo está bien, nos justifica y nos impulsa más al mal.
Parafraseando la propuesta del padre Jesús Osorno digo entonces que reavivemos el don de Dios. Sintámonos consagrados en todo momento y en toda circunstancia, en todo contexto y en toda fraternidad misionera. Hagamos que nuestro lenguaje sea constructivo, propositivo, inclusivo y creativo. Dejémonos tocar por el Espíritu de Dios que quiere hacer nuevas todas las cosas. Asumamos con riesgo, valentía y, sobre todo con disposición, nuestra misión.
Por un nuevo mañana
Gino mxy.