Dice Raimon Panikkar: “no escribo para vivir, vivo para escribir”. Con la profundidad de estas pocas palabras quiero compartir una historia de amistad.
Al llegar a la misión de Barsaloi, fui recibido por Memo, Pacho, Jorge y Steven. En uno de los primeros días en la misión, Steven quien se preparaba para regresar a Colombia me dijo que quería tener un momento espiritual, caminado en el territorio de la tribu Samburu. Así fue, nos fuimos durante una semana, caminando, descansando a la sombra de los arboles, cubriéndonos de las lluvias de la tarde, comiendo y durmiendo en las mañatas (casa tradicional). Fue una semana fuerte, pero única. Cantamos, caminamos acompañados, dormimos con guerreros y mucho más.
Una anécdota interesante fue cuando decidimos ir a cuidar los animales, así como lo hacen los pastorcitos. Fuimos con un amigo de Steven a quien él le había prometido antes de irse ir a cuidar con él, durante todo el día los animales. Al amanecer nos preparamos, tomamos Chai (té). Empezamos a cuidar los animales de la compañía de él pastor, quien tiene problemas en uno de sus pies y le es difícil caminar. En la tarde al empezar a juntar los animales para volver, se nos perdieron las vacas, fue miedoso y gracioso. No es fácil ser pastor. Finalmente, Ese día fue revelador, comprendí el trabajo de los niños que deben cuidar de los animales en medio de temperaturas altas y solamente con Chai como alimento.
Un día Steve me invitó a dormir a la casa de un amigo suyo, Ambrose. Nos quedamos aquella noche. Al día siguiente agradeciendo la hospitalidad de la familia volvimos a la misión luego de unos días de introspección.
Luego de que Steve volviera a Colombia, seguí yendo a visitar a la familia de Ambrose, quienes siempre me recibían con gran alegría. Yo llevaba dulces a los niños, alguna que otra comida para la familia y para los vecinos quienes también me han tratado con mucha hospitalidad. Cada vez las visitas se tornaban en visitas no pastorales, sino en visita de amigos. Mi cariño por Ambrose, su familia y los miembros de esa pequeña comunidad dilataron mi corazón. A pesar de todo, en mi interior tenia el prejuicio de que ellos me trataban así porque les llevaba comida, pero la realidad fue lo contrario, Ambrose poco a poco ha tenido gestos que desarmaron y desajustaron mi prejuicio.
Un día fui al tanque del centro para ayudar a hacer la zanja donde iban a ir la tubería del agua. De repente la esposa de Ambrose, mama Pasika se acercó, me saludo y como siempre me sonrió. Luego de un momento me entrego una hoja y me dijo que Ambrose me la enviaba. En mi interior pensé, Ambrose me quiere pedir algo, que pereza, él me busca es por interés. Cuando empecé a leer la carta me encontré con algo totalmente inesperado. Ambrose me preguntaba cómo estaba, me contaba acerca de él, su familia y compartía conmigo la alegría de que había conseguido trabajo. Eso me desencajó y me llevó a mirar hacia adentro y entender que Ambrose era realmente mi amigo. Eso lo ha demostrado con hechos muy profundos. Un día cuando lo visitaba él me prometió darme un animal y siempre que iba me lo seguía prometiendo, yo sabia que su familia era muy pobre y que darme un animal seria mucho. Y así fue, un día fui a visitarlo, hablamos, jugué con los niños, estuve con las otras familias y ya preparándome para irme, me llamó y me dio un pedazo de carne y unos pocos huevos. Para mi fue algo muy bello y fuerte. Él me daba de lo poco que tenia y me lo daba con alegría. Yo lo acepté y siempre le estaré agradecido.
Luego de un tiempo con muchas actividades no puede volver tan seguido, pero siempre pensaba en ellos. Un día recibí una llamada y el numero no estaba entre mis contactos. Contesté y era Ambrose que me llamaba para saludarme, para charlar un poco. Algunas veces mientras hablábamos su saldo se terminaba, pero aun así luego de un tiempo volvía a llamarme. Hoy puedo decir que han sido muchas las llamadas y que su cariño y amistad es un tesoro. Creo que Ambrose, su familia y comunidad sin saberlo, cumplen lo dicho: “hay más alegría en dar que en recibir”. Yo creía que era quien tenia que dar, pero él es quien me ha dado, amistad, comida, confianza, cariño y todo lo bueno que procede de él. Como misioneros es verdad que damos lo que tenemos, volviéndonos antropocéntricos y olvidando que aun en lugares muy pobres, económicamente, hay una riqueza de amor. Gracias Ambrose, gracias amigo.
Jaime David, mxy
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