Construyendo juntos
13/09/2018Comienzo con una frase de Alvin Toffer: “Los analfabetos del futuro siglo XXI, no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”. Pues ya estamos viviendo ese siglo y los Javerianos nos abocamos a la celebración, realización y proyección de la 13 Asamblea.
¿Algún Javeriano ‘analfabeto’? Jamás… ¿Aprendices? Todos. ¿Discípulos? Todos. El IMEY es una escuela, si se quiere, la misma del Discipulado de Jesús en su evangelio. Parece que la pedagogía, el método y, sobre todo, la praxis, se nos han vuelto difíciles, complejas. Al menos, los resultados parecen dispares.
Según el consejo de Toffer, se trata de ‘aprender, desaprender y reaprender’. Estas palabras son comprensibles en sí mismas. Paulo Freire en su ya antigua “pedagogía del Oprimido” nos aconseja el aprendizaje a partir de las palabras “claves”, aquellas que generan, concentran y potencian la realidad del hábitat en que nos movemos. .
¡Aprender el IMEY! Pero si es nuestra vida, lo que somos, lo que da sentido a nuestra existencia, aquello que explica mi identidad, el referente de mi pertenencia, mi convivencia, mi espiritualidad. Ese no es el problema. El problema es ‘desaprenderlo’. Es decir, desempolvarlo, lustrarlo, lijarlo, convertirlo, actualizarlo, ponerlo en sintonía con el mundo actual, renovarlo, transformarlo. Y una palabra aparte hecha de mi atrevimiento: “exorcizarlo” es decir, sanarlo in radice, botar los malos espíritus de pesimismo, de miedo, de temor, de cobardía, de miopía.
Y ‘reaprenderlo’: Balbucearlo de nuevo, pronunciarlo desde su esencia primordial, asumirlo en su unidad y multiplicidad, abordarlo en los diferentes contextos en los que nos movemos, embriagarlo del Espíritu, ampliar nuestros horizontes, significar nuestras relaciones humanas y darle cobertura planetaria a nuestro carisma con nuevos sujetos, nuevos dinamismos, nuevas experiencias, nuevo lenguaje. Pareciera obra de magia… allá tenemos que llegar.
Propongo diez sustantivos ‘claves’, generadores del Nuevo IMEY.
Imaginación. José Gordon, uno de los divulgadores científicos más reconocidos en México, recientemente ha dicho: “La falta de imaginación está detrás de los grandes problemas de la humanidad”. Y añade: “Para mí el problema clave que está detrás de las diferentes crisis que vivimos es la falta de imaginación y pensamiento crítico”. Hemos perdido la imaginación en el IMEY. Y la capacidad crítica se confundió con el desgano, por no decir, inercia. El arte, la música, la poesía, en general la literatura, iban de la mano con la investigación en nuestro Instituto. Y todo se ha ido desvaneciendo como sombra en el ocaso. Imaginar es crear, recrear.
Profetismo. En un disfrute gozoso y memorioso, he estado leyendo el libro del Celam, “Obispos de la Patria grande”, en donde encuentro a Manuel Larraín en su dimensión profética. Allí se describe a los “profetas… como los que ven más allá del presente, los que no se conforman con la realidad, los que la niegan y la desafían. Los que saben imaginar una manera nueva de enfrentar la naturaleza y de convivir entre hermanos”, lográndose así que “no es la realidad la que moldea a los profetas. Son los profetas los que moldean la realidad”. Suficiente. ¿Y el IMEY hoy? Hijo de profeta, con testigos de la profecía hasta la sangre, y sin embargo, nos encontramos anclados en sombras de muerte, preparando funerales institucionales, en lugar de tender la mirada más allá extrayendo la savia fecundante de un futuro que nos pertenece y que tenemos que hacer nuestro. Un profetismo que nos enseñe a moldear nuestra realidad y no dejarnos moldear por ella.
Humanidad. Cierta espiritualidad cercana al ‘espiritualismo’, quietismo, movimientos pentecostales olvidan el mundo en el que nos movemos. Sobre todo, rechazan lo humano, la humanidad. Es el Concilio de Calcedonia (Definic. a. 451), quien define a Jesús como el “Perfecto en la humanidad”. “Humano así sólo puede ser Dios mismo” (L. Boff). Él nos da a conocer la humanidad de Dios. Y hace opción por lo más humano entre lo humano: Los pobres, los enfermos, los postergados. Es desde “el dónde” uno se ubica lo que marca y define nuestra opción y la visión que se tenga de la realidad. Dos conclusiones rápidas: Nuestro estilo de vida tiene que “humanizarse” a la manera de Jesús cualificando nuestras relaciones, nuestras visiones, nuestra interpretación de los signos de los tiempos. Y, algo más importante: Los criterios que ayudan a definir el carisma tienen su referente impostergable en el ‘pobre’. Entiéndase esto a la manera de Jesús. “Desligado de los últimos, el Dios de Jesús pierde su identidad”, como la puede perder el IMEY.
Fraternidad. Dios amoroso, en Jesús, su revelación máxima, quiere que seamos hermanos (Cfr. Mt 23,8). Es un parentesco más allá de los vínculos de la sangre, es la novedad de la Nueva Familia que Jesús ha venido a formar con nosotros (Cfr. Mc 3, 31-35). Esa fraternidad se forja en la escucha de la Palabra, en el cumplimiento de la voluntad de Dios y en la praxis o coherencia entre fe y vida. Esta es la raíz de nuestra espiritualidad: El amor fraterno, el servicio a los demás, la entrega incondicional en la construcción del Reino que es precisamente, esta fraternidad universal que tiene como paradigma la pequeña fraternidad javeriana: Ser hermano universal con mente y corazón planetarios para quienes el universo es nuestra casa común; los seres humanos, imágenes perfectas del Jesús del Evangelio; los pobres, nuestros preferidos; las distintas religiones, mesa tendida a la convivialidad en diálogo constructor del Reino; y las culturas, escuela de aprendizaje permanente que nos permite crecer en aceptación gozosa de nuestras limitaciones, necesidades y espiritualidades en pluralidad convergente.
Santidad. ¿Y si no es para ser SANTOS, para qué estamos en esta brega? Pero es en serio. Ya vemos que se puede: El Fundador, el Beato Jesús Emilio, y cuántos más en anonimato silencioso y profundo que constituyen las bases de nuestra subsistencia. Entre las muchas definiciones de santidad que da el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica, Gaudete et exultate, tiene ésta: “Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de la gracia” (No. 34). Y para nuestra Asamblea, un desafío: “La santidad es un camino comunitario” (No. 147). No basta que mi superior sea santo. No. Es necesario que Él y su fraternidad colegiada y todo el IMEY, seamos SANTOS.
Solidaridad. Es una palabra, hoy, muy socorrida, pero en la práctica, vacía. Si alguna palabra es sinónima de MISIÓN, es SOLIDARIDAD. Es sentir el dolor ajeno como lo sintió Jesús. Es compadecerse de la angustia y soledad de nuestra gente. Es escuchar el clamor ‘ensordecedor’ de la gran masa humana dolorida y violentada. Es abrir el corazón al migrante. Es tender la mesa y compartir el pan. Es, y será siempre dar la Buena Noticia de las Bienaventuranzas. Es dar oportunidad al laicado, multiplicar los ministerios, abandonar el clericalismo, abrirse en mente y corazón a las novedades del Espíritu hoy. Es caminar con el Pueblo. Es liderar las grandes gestas de la justicia social, de la construcción de la paz y la armonía entre los pueblos. Solidaridad es ensanchar el corazón y abrir la mente a un proceso de humanización que coincide con la universalidad del Reino. Nuestro IMEY necesita ampliar el horizonte de la solidaridad en mil detalles que deben comenzar en nuestra vida diaria en las mismas fraternidades y con quienes viven y comparten con nosotros su trabajo y la inmensidad de su amor. Este es el capítulo de nuestros Benefactores.
Comunicación. A la pequeña aldea de M’cluhan se le han disparado inmensidades de mundos, inteligencias, tecnologías que la superan y la desbordan. Esa pequeña tienda de camino, Contento, también se ve abordada de miles desafíos, tareas y responsabilidades inéditas, impredecibles. Es la era de la comunicación. Pero constatamos que a más tecnologías y multiplicidad de medios para comunicarnos, más lejos estamos los unos de los otros. Nuestras relaciones son frías, calculadas, inusuales, extemporáneas. Se ha perdido lo oportuno, lo estimulante, lo afectivo, cálido y fraterno de nuestra convivencia. Cuando más llegamos es al informativo y pare de contar. Estamos desapareciendo como personas. Hay el temor, no tan remoto, de que nos cosifiquemos. Es hora de reivindicar nuestro sentido pleno de comunidad en relaciones diáfanas, sentidas, asequibles, permanentes desde la comunicación y la creación de puentes para el diálogo y la formación comunional.
Programación. En otro tiempo se nos insistió mucho en los decantados ONCE PRINCIPIOS de nuestra vida en Misión. He aceptado con reticencias esos once principios. Es la práctica la que nos va dictando criterios, normas, pasos que vayan fraguando actitudes ante situaciones que resultan cada vez más desafiantes e inéditas en nuestra pequeña andadura. La formación debería capacitarnos para asumir riesgos e imprevistos en nuestras tareas del día a día. Sin embargo, estamos lejos de esta realidad por factores que nos parecen de lo más elemental en nuestros tiempos. Asumir una programación que nos dé pistas en nuestro trabajo podría ser un acierto de la 13 Asamblea si lo hace en términos generales como principios comunes a nuestro qué-hacer en las diferentes áreas de nuestra pastoral, como por ejemplo, el protagonismo del Laicado, la multiplicidad de los ministerios, la inserción en las culturas, el diálogo a todos los niveles, la promoción humana, el testimonio fraterno, la contemplación en la acción. Necesitamos una revisión honda en todo esto.
Acompañamiento. Gilles Deleuze y Félix Guattari en su monumental obra, “Mil Mesetas”, parten de un principio básico aplicable a nuestra realidad javeriana: “Como cada uno de nosotros era varios, en total ya éramos muchos”. O como lo decíamos en aquellos tiempos de los Cursillos de cristiandad: “Con Cristo somos mayoría”. La realidad de nuestro IMEY es que somos un puñadito nada más. Necesitamos aceptarnos en esta pequeñez o desde ella y en ella. Esa mirada ad intra debe fortalecernos. ¿Y cómo? Uno: Cuidándonos, queriéndonos, tolerándonos. No podemos despreciar lo poco que somos que ya es mucho. Hay que valorarnos más. Dos: Fortalecimiento de las fraternidades: Vida, oración, estudio, planeación, evaluación, descanso. Tres: Acompañamiento y seguimiento: A cada persona, a los proyectos, a los Mandatos de la Asamblea, a los documentos fundamentales del IMEY. Cuarto: Recrear las Regiones, las zonas, dándoles autonomía en asuntos de simple sentido común. Quinto: Superar centralismos, autoritarismos, desgaste de recursos, dualidades de roles…
Esperanza. Este es el colofón de mi planteamiento: Un despertar IMEY, una aurora, una luz en medio del túnel, una energía vitalizadora, una palabra de consuelo, una voz en el desierto que clame, que grite que SÍ se puede, que hay caminos, que los sueños están VIVOS, que es más lo grande de nuestro IMEY que las torpezas de cada día en nuestra andadura comunitaria. La esperanza es virtud de combatientes. ¡Y qué combate en el que vivimos, al que estamos sometidos, el que nos espera a diario! Si no hay esperanza, estamos derrotados. Y esto, ¡JAMÁS!
Conclusión. Con estas diez palabrejas que garabateo hoy, pongo mi grano de arena en esta magna Asamblea. Magna por lo coyuntural, lo estratégico, lo esperanzador, por la situación, por la realidad, por el desafío, por la responsabilidad de quienes la protagonizan, por el futuro que nos depara… Queremos una ASAMBLEA NUEVA, novedosa, recreado en el ESPÍRITU.
Cochabamba 09.09.18
jesús e. osorno g. mxy [...]
03/09/2018 Medellín, agosto 31 de 2018
Apreciados hermanos, del IMEY:
Luego de orar, reflexionar y dialogar con algunos, decidí no enviar nombres para el sondeo del nuevo Consejo General. Quiero proponer a los participantes por derecho y delegación a la XIII Asamblea, que al inicio de la misma amplíen la participación directa a todos los miembros del Imey. Las tecnologías hoy nos permiten lograr este objetivo.
Aprovecho entonces para sugerir lo siguiente:
1. Evaluar justa y apreciativamente a cada uno de nosotros. Decidir quiénes son aptos para continuar el trabajo de la misión ad gentes.
2. Evaluar objetivamente a quienes han prestado el servicio de autoridad en este sexenio: consejo general, superiores regionales, directores de secretarías, ecónomo general.
3. Elaborar perfil detallado de quienes van a desempeñar el servicio de autoridad en el próximo sexenio; seguido del sondeo presentado por algunos y ser debatido abiertamente entre todos.
4. Dialogo abierto para presentar propuestas y proyectos, por ejemplo, integración con otros institutos o comunidades para realizar el objetivo de nuestra identidad MXY.
Fraternalmente,
Rafael Londoño V, MXY [...]
17/07/2018No es para nada fácil la labor del formador pues se trata de alguien que perteneciendo a una época bien definida, esta influenciado por la formación de una generación anterior a él, pero debe responderle a una generación presente que deberá, a su vez, enfrentarse a una generación futura. Lo complejo de la formulación responde a lo complejidad de su responsabilidad. En el caso propio del IMEY vemos la formación en manos de jóvenes, con algunas excepciones, quienes no fueron preparados para dicha labor y por lo tanto ejercen esta labor bajo la inspiración del Espíritu Santo o si quieren según sus propias convicciones y su recta intensión de hacer lo que pide y necesita la Iglesia.
A propósito del fenómeno del clericalismo en la formación, me siento tentado a decir algo al respecto.
El “clericalismo” se percibe en ciertos medios eclesiales como una tendencia contraria al evangelio y a la “verdadera misión” de la Iglesia y vamos tejiendo el discurso de clerical versus evangélico; pero qué es el clericalismo y cuál es realmente el problema. Somos clericalistas por que usamos clériman, por que respetamos la liturgia como expresión de lo sagrado, o por que avalamos la doctrina de la Iglesia?
Para muchos es sorprendente descubrir en las nuevas generaciones, y particularmente en las africanas, este gusto por la ortodoxia eclesial en todas sus expresiones, hasta el punto de verlo como una amenaza a la fidelidad del espíritu misionero. Lo catalogamos de retrogrado, e incluso como un protector de la vida cómoda y de la falta de creatividad. Pienso que antes de condenar lo que parece un fenómeno de época habría que considerarse como un signo de nuestros tiempos y prestarle atención para entender mejor esta realidad.
Veo en mi propia generación eso que muchos llaman clericalismo como una especie de reacción contra la dejadez y el simplismo por la grandeza de nuestro ministerio. Recuerdo en el seminario la impresión que nos daba ver sacerdotes mal vestidos, vulgares, sin conocimiento o a veces desprecio por la liturgia, y siempre con el discurso del ser sencillos para la gente sencilla escudados bajo una seudo teología de la liberación. Vengo de un ambiente sencillo, campesino, analfabeta y considero que es allí donde hay mas respeto y dignidad por lo que expresa lo sagrado, una cosa es lo sencillo y otra muy diferente lo irreverencial o negligente, algo que nuestro gente sencilla nunca podrá aceptar.
Llevo ocho años en costa de Marfil y veo cada día el gusto por las sotanas, por las rúbricas, por la ornamentación y liturgias bien cuidadas; como no ver allí el espíritu antropológico del hombre africano. Es un pueblo que se expresa a través de lo simbólico, es un pueblo que vibra con el mundo espiritual, un mundo que se exresa, en colores, en sonidos, en imágenes, en gestos, en formulas místicas.
En este ambiente no creo que vestir una sotana o presidir una liturgia como lo indica la letra roja sea signo de clericalismo, también sus celebraciones tradicionales están llenas de ritos rigurosos y de atuendos propios que diferencian lo sacro o espiritual de lo profano.
Cómo sacar a nuestros seminaristas de ese mundo mágico, simbólico y sacro donde floreció su vocación? No sería eso una castración espiritual? No estaríamos sustrayendo el deseo ardiente de ser profundamente espiritual a través de un mundo simbólico como es y será el mundo africano?
Será que el gusto por la sotana se traduce siempre en deseo de poder y estatus social? Será que amor por la liturgia resta importancia a la labor misionera?
Mucho he escuchado sobre el binomio MAB y Valencia Cano, como el ortodoxo y el progresista, talvez sea una visión reduccionista de estos grandes misioneros. Veo en la figura de Monseñor Builes un hombre apasionado por este mundo simbólico-clerical y sin embargo es llamado el obispo misionero de Colombia. Con todos sus atuendos y su piedad popular, quién podría dudar de su ardor misionero, de su deseo de ir a la periferia, de su olor a oveja, de su celo ardiente hasta el sacrificio? No creo que lo uno excluya lo otro mas bien lo complementa.
Ser misionero no implica ser rebelde, mundano o simple filantrópico, el ser misionero es el amor por hacer presente los signos del reino, con o sin sotana; ser misionero es tocar la realidad del otro y ayudarle a descubrir la presencia liberadora de Cristo.
Nuestros pueblos no buscan en nosotros trabajadores sociales o agentes de desarrollo, de esos ya tienen bastante, ellos buscan en nosotros una referencia espiritual por algo nos llaman, en costa de marfil, l’homme de Dieu: “el hombre de Dios”. Que de malo que nuestros jóvenes encuentren en lo exterior una forma de traducir ese deseo interior de ser profundamente espirituales. Percibo que nuestra apatía por ese mundo trascendente, desde lo externo, es lo que les causa desencanto y frena su deseo de compromiso. Es curioso que muchos de los nuestros después de haber desertado, se destacan como excelentes sacerdotes y siempre misioneros en sus nuevos campo de pastoral, talvez no eran tan malos misioneros; solo que nuestra miopía antropológica cortaba sus alas y apagaba el fuego de la ilusión primera, que nació tal vez de una expresión externa y produjo todo un movimiento interno: el despertar de su vocación.
Creo en una formación con libertad de expresión que lleve al encuentro personal con Dios y alimente el deseo de ponerse a su servicio. Creo que hay que respetar ese gusto por lo externo y formar en humanidad para que siendo profundamente espirituales seamos profundamente humanos y vayamos así de Dios a los hombres y de los hombres a Dios.
He aquí mis sentimientos, tal vez equívocos, tal vez peligrosos para el IMEY que muchos quisieran. tal vez alguien mas experimentado y con visión mas aguda pudiera orientar este pobre novato que le tocó ser formador sin más referencia que el evangelio y el soplo del espíritu.
De todas maneras como dice el poeta se hace camino al andar y que bueno equivocarnos para aprender más y sentirnos profundamente humanos.
Miguel Andrés Aguirre Bedoya mxy
Misionero en Costa de marfil
Aunque el término siempre define un concepto, utilizo la palabra formador ; pues creo que el contenido se lo da cada quien. Pueden llamarme mentor y actuar como un formador tradicional o viceversa. Ya en algún momento uno de nuestros superiores quiso adoptar el término de coordinador general y en mi parecer no creo que haya generado grandes transformaciones.
Los centros de formación en Angola, Costa de Marfil y Bolivia son liderados por sacerdotes con menos de tres años de sacerdocio, muchos aprecian nuestra buena voluntad ; valdría la pena preguntarse en la asamblea si la experiencia es buena o si toca por que no hay mas quien, lo que sería una vergüenza absoluta. [...]
14/06/2018Aunque no se mucho de administración ni del negocio de la concesión que hizo el Instituto con la constructora G&G, el tema de la administración de bienes y el bienestar de los misioneros hacen parte del mismo deseo renovador que esperamos a largo plazo. Digo a largo plazo porque sus frutos se irán viendo, no en esta asamblea sino en las próximas décadas. Ese deseo de cambiarlo todo ya no me parece esperanzador sino desesperado por parte de algunos de nosotros que criticamos y creemos que con nuestros gritos intelectuales podremos acelerar los procesos.
Por el lado de la administración ya se comenzó a hacer algo, que a mi juicio personal, repito, a mi juicio personal, tendrá muy buenos frutos y nos ayudará a renovar las estructuras (vida fraterna, formación, promoción vocacional y animación misionera…) especialmente en el contexto colombiano, para intentar recomenzar y “reavivar” el seguimiento del Señor en el IMEY.
En cuanto al bienestar de los misioneros, me debo referir a dos campos: el externo y el interno. Me gustaría retomar parte del pensamiento del P. Jesús Osorno frente a la pregunta sobre la felicidad en el IMEY: ¿somos felices en el IMEY?
El Dr. Martin Seligman, fundador de la psicología positiva, consideraba a la felicidad como el punto clave de su investigación pero posteriormente la replanteó por el de bienestar. El bienestar es un concepto más amplio que la felicidad que en cierta medida es de tinte más subjetivo y generalmente depende de sentimientos o emociones específicas. El bienestar es mucho más amplio porque cobija lo interno y lo externo de la persona sin hacer énfasis únicamente en lo subjetivo (interno). Es verdad que parte esencial de bienestar es ser y estar felices, pero es solo parte. Es verdad también que no podemos vivir sin dejar de sentir, pero si sentimos (vivir de las emociones) más de lo que vivimos nada nos será suficiente para alcanzar lo que deseamos personalmente o como institución.
Me atrevo retomar la pregunta-deseo del padre Osorno para intentar dar un empujoncito hacia nuestro bienestar: “¿no sería mejor ser nosotros por vocación, por identidad, por testimonio como IMEY y como personas una catedra de felicidad para los demás?
Ser nosotros por vocación: la vocación se tiene en semilla y se aprende. Por eso hacemos procesos formativos largos, para poder ser vocación. La vida misionera, sacerdotal, consagrada, al igual que la felicidad, comienzan como una actitud hasta que se convierten en aptitud y se hacen parte de nosotros. Mientras más tienda a la felicidad, a la vocación específica, más me configuro con ellas.
Ser nosotros por identidad: saber quiénes somos, para dónde vamos y qué esperamos podrían ser cuotas de identidad. Soy consciente de que mientras más existimos, más nos damos cuenta de cosas que antes no sabíamos sobre nosotros o nos acostumbramos a vivir con nuestras imágenes. El proceso de identificación personal como institucional, requieren borrar imágenes creadas, recreadas, amañadas, ideadas, amasadas que nos dan seguridad, para percibir desde adentro y desde arriba (contemplando) todo el panorama de nuestra vida y nuestra institución.
Ser nosotros por testimonio: el arrastre que tiene el testimonio en personas ajenas a nosotros es necesario a la hora de animar a la felicidad y al bienestar, a la lealtad y a la fraternidad. No soy la mata del testimonio, pero intento cada día no perder la conciencia para esforzarme y animar a los que vienes detrás.
A modo de conclusión
Considero parte del bienestar personal y del IMEY la verdad. Como en muchos procesos de paz alrededor del mundo, la verdad es esencial para traer tranquilidad, perdón y sentirse reparados. Me atrevo a decir que nos da miedo enfrentar la verdad. Pero recordemos lo que nos dice el Señor. La verdad nos hará libres. Si me entristece ver que algunos de nosotros no queramos enfrentar la verdad personal y constantemente damos anti-testimonio, o peor, pervertimos a los que vienen detrás. Maneras de ser, tendencias sexuales, dificultades para trabajar con otros, fariseísmos, irresponsabilidades, ambiciones, perversiones son algunas de nuestras verdades que gritan y salen (en ocasiones mal salidas) pero que nos resistimos reconocerlas, trabajarlas, asumirlas, sanarlas. A veces la costumbre en la mentira, el error y el pecado, nos hace creer que todo está bien, nos justifica y nos impulsa más al mal.
Parafraseando la propuesta del padre Jesús Osorno digo entonces que reavivemos el don de Dios. Sintámonos consagrados en todo momento y en toda circunstancia, en todo contexto y en toda fraternidad misionera. Hagamos que nuestro lenguaje sea constructivo, propositivo, inclusivo y creativo. Dejémonos tocar por el Espíritu de Dios que quiere hacer nuevas todas las cosas. Asumamos con riesgo, valentía y, sobre todo con disposición, nuestra misión.
Por un nuevo mañana
Gino mxy.
[...]
14/06/2018Algunas reflexiones desde el libro “Salió el Sembrador” de Alessandro Pronzato
“Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”, asegura el Salmo 126.
El problema es que, muchas veces, no sólo sembramos, sino que también segamos con lágrimas, debido a la decepción de la cosecha.
“Al ir iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas” (Sal 126,6).
Desearía corregir esta imagen. Y precisar que sería necesario aprender a “sembrar cantando”, a echar la semilla con júbilo, no con una desconfianza evidente en el rostro. Hay que acabar con esta oposición entre las lágrimas de la siembra y la alegría en el momento de la cosecha. Resulta demasiado fácil alegrarse cuando se cuentan las gavillas o se pesan los sacos de trigo.
Hay que encontrar, en cambio, la alegría en el momento de la siembra, únicamente entonces, sin postergar la cita con la alegría hasta el acto de la cosecha, que tal vez no veremos: Alegría al descubrir que tendremos el premio, no por los resultados, sino por el trabajo y la fatiga. Y, sobre todo, por la esperanza. Alegría en el no ver… o en el ver las manos vacías. Alegría al constatar la desaparición de la semilla.
Se trata de gozar anticipando la alegría de quien vendrá después de nosotros y tendrá la posibilidad de recoger lo que nosotros hemos sembrado. Alegría, por lo tanto, de sembrar en la paciencia y de trabajar para el futuro.
Tengo la impresión de que algunos anunciadores de la Palabra están ya descontentos, insatisfechos, ¡antes de empezar! Lo absurdo es precisamente en sentirse decepcionados desde el principio.
Querido hermano siempre amenazado, como yo, por el desaliento, déjame decirte con sencillez: se trata de sentirnos consolados al sembrar, no al recoger. Es la siembra lo que debe llenarnos de consuelo, hacernos rebosar de alegría.
Incluso me atrevería a decir: sólo nos está permitido sentirnos satisfechos cuando tenemos la conciencia de haber derrochado la simiente en el camino, en medio de las piedras (antes de estar en condiciones de desplazar las montañas, la fe debería ser sembrada en la roca…), en lo intrincado de las zarzas. Satisfechos porque no se nos ha concedido saber cuál es el terreno bueno, cuáles las circunstancias favorables, los tiempos justos.
¡Qué serenidad tendríamos si nos sintiéramos “alentados” por el cansancio, por la paciencia, por la soledad, por los números que nos contradicen, por las cuentas que no nos salen, por las estadísticas deprimentes, por la ausencia de señales positivas, por las previsiones inciertas, por la sensación de que todo es inútil!
¡Qué inalterable paz del corazón sentiríamos si fuéramos capaces de dejarnos tranquilizar por la única perspectiva alentadora: la de la necesidad de empezar siempre desde el principio!
Andrés Felipe Jaramillo Gutiérrez m.x.y.
Sowing in the joy
Some reflections from the book “Salió el Sembrador” by Alessandro Pronzato
“Those who sow with tears harvest between songs,” says Psalm 126.
The problem is that, many times, we not only sow, but also weep with tears, due to the disappointment of the harvest.
“When they went they were crying, carrying the seed; when they return, they return singing, bringing their sheaves “(Ps 126,6).
I would like to correct this image and to specify that it would be necessary to learn to “sow singing”, to throw the seed with joy, not with an evident distrust in the face. We must put an end to this opposition between the tears of sowing and joy at the moment of harvest. It is too easy to be happy when the sheaves are counted or the sacks of wheat are weighed.
It is necessary to find, however, the joy at the time of sowing, only then, without postponing the appointment with the joy until the act of harvest, which we may not see: Joy to discover that we will have the reward, not for the results, but for work and fatigue. And, above all, for hope. Joy in not seeing… or in seeing empty hands. Joy to see the disappearance of the seed.
It is about enjoying, anticipating the joy of who will come after us and will have the possibility of collecting what we have sown. Happiness, therefore, means to sow in patience and work for the future.
I have the impression that some announcers of the Word are already dissatisfied: dissatisfied, before they begin! The absurd thing is precisely in feeling disappointed from the beginning.
Dear brother always threatened, like me, by discouragement, let me tell you with simplicity: it is about feeling comforted when sowing, not when collecting. It is the sowing that should fill us with consolation, make us overflow with joy.
I would even say: we are only allowed to feel satisfied when we are conscious of having squandered the seed on the road, in the middle of the rocks (before being able to move the mountains, faith should be sown in the rock… ), in the intricacy of brambles. Satisfied because we have not been granted to know what is the good ground, what the favorable circumstances, the just times.
What serenity we would have if we felt “encouraged” by fatigue, by patience, by loneliness, by the numbers that contradict us, by the accounts that do not come out, by the depressing statistics, by the absence of positive signals, by the uncertain forecasts, for the feeling that everything is useless!
What unalterable peace of heart we would feel if we were able to let ourselves be reassured by the only encouraging perspective: the need to always start from the beginning!
Andres Felipe Jaramillo Gutierrez m.x.y. [...]
11/06/2018En los últimos aportes de javerianos a la 13 Asamblea General, encontré esta perla: “El IMEY es un don”. Si ‘Don’, recibido; si recibido, agradecido; y si agradecido, correspondido. Esto nos abre un horizonte nuevo en nuestra conversación hacia la 13 Asamblea…
Un proverbio inglés dice: “El próximo nivel o etapa de tu vida te demandará una diferente versión de Ti mismo”. ¿No es acaso la 13 Asamblea General una nueva etapa del IMEY? Nueva es nueva y la estamos preparando en moldes gastados, cansados, repetitivos. Hasta ahora ningún rasgo de novedad, de creatividad que nos diga: Aquí vamos a generar, potenciar el IMEY DEL FUTURO, nuestro IMEY querido, acunado en el DON santo del Fundador que nos invita cada día a hacer nuevo el don recibido.
¿Cómo hacer nuevo este Don? Es la pregunta del millón. ¿Será que cada Javeriano se la estará haciendo? Y nos la deberíamos hacer todos a no ser que en mente, corazón, espíritu, fraternidad nos encontremos gastados, por no decir, agotados, sin esperanza.
Planteo cosas rápidas.
Lo primero: No queremos asistir a nuestros propios funerales.
Noto cansancios, aburriciones, apatía, desazón. Si esto apareciera como una crisis, no me chocaría: Tendría su lado positivo, tendría solución. Pero aparece como un estado que se cataloga como normal, como un algo que subsiste y que nos muestra un cuadro de degeneración, de agotamiento irreversible. Entonces, el asunto es crítico. Si el organismo no crece, se degenera, se acaba. En nuestra cultura Quechua cuando se dice que alguien se acabó, fue que se murió.
Caminamos en un vaivén entre optimismos que nos enceguecen y comenzamos a decir que todo anda bien, y algunos lo dicen a voz en cuello: Vamos muy bien. Y al otro extremo podrían estar los llamados ‘equilibristas’ que lo plantean más suave e ignoran la problemática en su totalidad. Aquí entra un grupo, nada pequeño, de aquellos a quienes no les importa lo más mínimo el IMEY.
Al IMEY le falta plantearse con corazón firme y limpio su verdad, la verdad del IMEY. No desconozco las cosas bellas del IMEY, pero encuentro un sustrato que corroe con fuerza inédita nuestras virtualidades y nos va dejando tirados a la vera del camino. El proceso de preparación de esta Asamblea me lo dice con claridad. Las encuestas que nos están proponiendo con sus preguntas cada vez más inútiles, habla a las claras de que no se toca a fondo la realidad IMEY y que nos hemos estancado.
Lo segundo: ¿Somos felices en el IMEY?
Me quedo con la aclaración que hace John B. Sheerin: “La felicidad no son nuestras circunstancias, sino nosotros mismos. No es algo que vemos, como un arco iris, o algo que sentimos, como el calor del fuego. La felicidad es algo que somos”. Y ese “algo que somos”, lo somos como personas y como colectividad, es decir, cada miembro del IMEY y el IMEY en su totalidad. Me da dificultad encontrar Javerianos felices. Los veo desconcertados, aturdidos. Lo más grave, no realizados. Estamos muy preocupados de ‘recibir’ del IMEY… Y eso no va ni con el IMEY, ni con nosotros mismos, ni con nuestra felicidad. Ya Pascal lo decía: “La felicidad es algo maravilloso: Cuanto más entregas, más recibes”.
Michael Sandel, considerado “el profesor más popular del mundo” en Harvard, en su cátedra sobre la felicidad y otras asignaturas más, ha roto todos los records de asistencia en alumnado en todas las universidades de USA. “Cómo ser feliz”: el secreto del éxito del curso más popular en la historia de la Universidad de Yale, es su curso estrella. Mi pregunta: ¿Tendríamos que matricularnos en ese curso? ¿No sería mejor ser nosotros por vocación, por identidad, por testimonio, como IMEY y como personas, una cátedra de felicidad para los demás? Cátedra ambulante, diciente, actuante, testimonial…
La felicidad desgrana a torrentes, conceptos como madurez, realización humana, equilibrio emocional, calidez de vida, relaciones cualificadas, metas definidas, espiritualidad honda, proyecto de vida confrontado permanentemente con la realidad, inmerso en el futuro, en actitud de cambio y de renovación activa, creativa. ¿No será éste el IMEY que queremos? ¿No será ésa la plenitud de felicidad por la que suspiramos cuya hambre se hace sentir en forma de vacío dentro de nosotros?
Jaron Lanier, una de las voces más respetadas del mundo tecnológico, un visionario que ha ayudado a crear nuestro futuro digital, ha escrito un libro, “El amanecer de todo lo nuevo”. Allí se plantea dos cosas que me parecen importantes para nuestro IMEY hoy: 1. Sumergirse en la realidad como un proceso “transformacional”, como “abrir un nuevo plano de experiencia”. Y 2. El plantearse un mundo alternativo, algo que responda a nuestras inquietudes y dé razón de nuestro futuro. El IMEY posible que todos buscamos, anhelamos, queremos.
No es nada fácil, pero hay mucha gente que ya va abriendo brecha. Lo que nos hace falta es un pequeño sacudón que nos diga en dónde estamos, cuál es nuestra realidad concreta, cuáles nuestras virtualidades y cuáles nuestros pequeños o grandes problemas. Pero quedarse satisfechos en aras de la mediocridad, o incapacidad o desinterés total, sería ya un signo de estado crítico para el IMEY.
Propongo tres pasitos simples, diáfanos para avanzar un poco:
El primero: San Pablo le pide a su discípulo Timoteo, “Reaviva el don de Dios que has recibido” (2 Tim 1, 5). “Reaviva” es decir, ‘atiza’, sopla, recrea, vitaliza, renueva. ¡Cuántos imperativos más de este ‘reavivar’!. Al IMEY como Don también tenemos que someterlo a este proceso de ‘reavivar’. Todavía queda un rescoldo, creo que suficiente para ‘reavivar’. Hay que atizarlo con mucha leña, hay que soplarlo con el viento impetuoso del Espíritu Santo, hay que recrearlo con la fuerza del Génesis, hay que vitalizarlo en novedad, hay que renovarlo con el ímpetu de Ezequiel en el Valle de la sequedad. Aquí entran todas nuestras energías, nuestras potencialidades, nuestra pasión por la vida, por el IMEY.
Lo segundo: Un lenguaje más propositivo, más inclusivo, más creativo. Un lenguaje que asuma nuestra realidad sin tapujos, en proceso “transformacional”, desde la “experiencia profunda”. Un lenguaje menos legalista, ritualista, más espontáneo, más desde nuestra realidad, más desde la vida fraterna en mirada honda de recuperación de sentido.
Y lo tercero: Asumir con sus riesgos y valentía “nuestro SER MISIÓN”. La Misión es avanzada, recreación, es novedad, es juventud, entusiasmo, vitalidad, esperanza. ¿Por qué, entonces, nos paralizamos, nos aquietamos, nos volvemos repetitivos, ritualistas, cansados con el bostezo al hombro, sin horizontes? Si conjugamos en nuestra andadura todos los continentes, las culturas todas, lenguas, diversidades, ¿por qué y mil veces por qué nuestra pesadez, nuestra rutina, nuestros cansancios?
La 13 Asamblea necesita una inyección de cambio en su timón. Estamos en alta mar, hay que hacerlo en la novedad del Espíritu. Nuestro IMEY es un ‘don’ que no se puede esconder, ni guardar. Hay que aquilatarlo, ‘apapacharlo’…
Cochabamba 08.06.18
jesús e. osorno g. mxy [...]
11/06/2018Scio me nihil scire oscio me nescire
A la tibia comunidad de Laodicea le fue sentenciado que por no ser ni fría ni caliente, sino tibia sería vomitada de la boca de Dios. (Ap. 3, 15-16). Y de hecho lo fue. Sólo quedan las ruinas sobre las que viven comunidades musulmanas.
Santiago en su exhortación, retomando lo que escuchó de María y José, y cuyo hermano Jesús repetía a las gentes que le rodeaban, dice: “Que su sí sea sí y su no sea no, lo demás viene del mal” (Sant 5, 12 – Cfr. Mt. 5,37).
Nací y fue formado en una cultura (paisa) donde nos enseñaron a decir sí o no; el pan es pan y el vino es vino.
En Malí y Costa de Marfil aprendí que hay que rodear mucho para decir un sí o un no. No es educado decir un sí abierto y peor negarse de frente.
Sí y no son culturales en su manera, pero en el fondo de su ropaje tienen que ver con el ser, con la libertad sobre todo y con la capacidad de decidir.
Veo que el debate anda en estos días por esta orilla del sí y de su contrario el no. Los del no les ganaron a los del sí y estos no han podido aceptarlo e incluso le hicieron conejo a los del no, que andan heridos de muerte pues Colombia por haberse dejado manipular por los del sí, según el venerable Mons. Builes vamos todos al abismo del imaginario uribista del castrochavismo, que sí es verdad que existe, no tiene futuro.
El filósofo Ortega y Gasset, con su famosa frase: “Yo soy yo y mis circunstancias” y a quien le pido me permita parafrasearla de esta manera: “El SI es por sus circunstancias, o Mi Si está circunstanciado y se puede volver un no, o viceversa. Si y no dependen de las circunstancias. Sin circunstancias es imposible un sí o un no. Un Sí en estado puro no existe, él es una consecuencia. Y sólo partiendo de las consecuencias se puede comprender la profundidad de una respuesta afirmativa o negativa. Por tales circunstancias dije sí, pero en otras habría dicho no. La conciencia interrogada y libremente en una situación concreta se decide, reviste una opción de un no o bien con un sí.
No se puede pronunciar un sí sin institución, como tampoco el no. Es necesario alguien para poder decirle sí o no. El sí de un Javeriano se pronuncia frente a una comunidad de personas, que deben estar vivas para que pueda ser escuchado y aceptado o no.
Que los javerianos no existen y lo que es, es cada miembro de carne y hueso con su sí. Como que no termino de aceptar esta teoría. Pues el sí es una cadena que viene desde Mons. Builes, y se ha dicho cada 3 de diciembre en Contento. El pronunciarlo cada año y cada día a lo largo de 90 años ha jalonado una historia, como una suma de síes. Y unos son más intensos que otros, pero al fin y al cabo son un sí. El colorido de cada sí ha producido una gama inmensa de situaciones en todos los órdenes. Hay síes muy nítidos, otros menos y en esta ambivalencia cabe el no y es lo que hace que la vida corra a veces bien y a veces no tan bien.
Los franciscanos sí existen, tienen Nit, representante legal, propiedades, un sequito de doctores, misioneros y todo ello es el soporte histórico de la institución. No seríamos nosotros la excepción. Cuando llegué en 1984 encontré una institución llena de sueños. Allí conocí javerianos reales con quienes he interactuado en orden a vivir la misión. Institución y persona son distintos, pero no se pueden separar.
He leído el escrito del P. Osorno y hay muchas cosas que no comparto, sabiendo que es una persona avisada y le ofrezco toda mi gratitud y amistad. Por ejemplo:
Que hay muchos problemas y diversas lecturas y la peor es la de aquellos a quienes no les interesa para nada el Imey. Muchos problemas, ¿cuáles? ¿cuál sería el fundamental? La verdad del Imey que según Jesús, pasamos de largo, y peor cuando estamos ad-portas de la Asamblea. Siempre he escuchado esa cantaleta, que hay cansancio, aburriciones, apatía, desazón y de tanto decirlo, volvemos eso como la verdad del Imey. Por donde he pasado, excepto un puesto de misión, siempre he visto mucho trabajo, a veces no muy programado, sin mucha claridad, pero con tan buena voluntad que da gusto. Incluso tenemos fama en muchos lugares que somos tremendos para trabajar. La verdad es que existimos como una experiencia eclesial que quiere sobrevivir por la consciencia de su misión en un mundo, escenario para la paz y la justicia.
La dispersión del Imey por el mundo tiende a crear por la lejanía, relaciones frías, esquivas a veces. El paisacentrismo como monocultura aún muy presente ha estorbado la correcta integración de muchos hermanos de otros países y pone en peligro la vinculación permanente de africanos y otros. Puede dar risa esto, pero siento que la interculturalidad es un reto. Muchas cosas se han hecho y es fundamental seguir creando sujetos abiertos, cuestionadores, decididos a entender la otredad sin pretender apropiársela.
Afirmar que en el Imey no somos felices, es insoportable. Es una afirmación exagerada. Al mismo P. Osorno yo lo veo feliz y estable en sus años dorados y a mucha gente los veo en esa dinámica. Es tan difícil decir quien es feliz y quien no. La felicidad es tan subjetiva. Lo que a uno los hace felices a otros no. Y ¿cuál sería el criterio para decir que sí esto se da, entonces usted es feliz?. ¿O acaso existe la felicidad? Hay momentos bonitos, alegres, plenos y después la vida se normaliza en un devenir donde conflictos, mas edad, mas otros javerianos, institución y pueblo de Dios y mundo, política marcan y dan un producto llamado quizás realización, con toques de felicidad.
Funerales y felicidad, según Osorno están somatizados en personas aburridas, cansadas, sin pasión y lo peor, sin una verdad de Imey, que nadie quiere ya buscar. O es pesimismo o yo estoy perdido del todo en mi capacidad de analizar. Y falta un elemento que lo señalaba el P. Nelson respondiéndole a Osorno otro escrito y es el de echarle la culpa a superiores de turno. Esta es una tentación, de buscar chivos expiatorios para sacar en limpio la parte de responsabilidad. Incluso leo algunos artículos publicados y hay quienes se convierten en moralistas, invitando a lo correcto. La moral es una consecuencia!
Vuelvo y me pregunto: ¿Los Javerianos tenemos problemas? ¿Cuáles?
¿Económico? ¿Muy serio? Ya lo sabremos. Pero esto viéndolo bien, no es tan problemático, en cierta medida nos acerca más a los pobres. Da susto la quiebra del Imey ¿verdad?
La creciente disminución del personal. Es real y desde hace muchos años atrás esto se veía venir. Lo bueno es que nuevas formas de vida sacerdotal y misionera van a germinar. ¿Por dónde nos llevará el Espíritu a nosotros? Hay que escuchar muy atentamente al Espíritu en esta XIII Asamblea. Y sí nada sale de ahí, entonces ¿qué va a pasar? Se sigue hasta que El Espíritu hable y obedeceremos su voz. La esperanza es lo último que se pierde. Y en la ambigüedad de la figura sacerdotal y misionera de hoy, ¿cómo hacer promoción vocacional? Lo que me trajo a mí, ya no es funcional hoy. Decir lo contrario es afirmar que el mundo no ha cambiado y no es verdad.
Cada que tengo contacto con jóvenes del Imey, desearía quitarme 30 años de encima y unirme a ellos. Me llenan de esperanza, confianza, alegría. ¡Tienen crisis como las que vivimos todos, y que tal que no! En ellos está el futuro y es hora que lo vayan tomando y que los mayores no los llenemos de pesimismos fundamentados en muchos títulos de autores.
He llegado a la conclusión, y termino con esto: lo Ad-vitam es una ilusión. Siento que como nunca aparece su inconsistencia. Por siglos fuimos hijos de una cultura occidental basada en verdades inmutables, y hoy ninguna pasa el examen racional y emocional. Lo que es ad-vitam es el sí-mismo. El “uno mismo” que tiene que cargar consigo, y esto si desea, pues el suicidio, puede poner fin a lo ad-vitam. Todo es relativo, incluso la mirada sobre lo relativo. El sentido de la vida en sí parece siempre estar religado a la fuente que te mantiene: Vida, Dios, Energía y en mi caso Reino de Dios. El sí apunta a una fidelidad incondicional, lo que deriva en una axiología siempre en dialogo en una cultura global. Sin la fuerza del Reino dentro de mí, no podría vivir. La vida seria tan miserable como la de Fernando Vallejo tal como él la describe.
Las instituciones: matrimonios, solterías, comunidades religiosas, son medios para significar y vivir el ser profundo: Reino de Dios. Darle el epíteto de Ad-vitam a cualesquiera de ellos es peligroso y lleva a absolutizar medios y formas que de por sí son históricas, evolutivas, cambiantes.
¿Entonces, si me aburro en el Imey me voy? Depende. Si la estructura facilita tu capacidad de significar, no hay porque dejarla. Problemitas de relaciones, de economía no son vitales. Lo que está en juego para siempre es la posibilidad que por mi comunidad el Reino me hace feliz y me da una clave para interpretar estos signos de tiempos que me cercan.
Tan real es, que no es Ad-vitam, que desde que soy javeriano he visto a muchos irse y por muchos motivos. A veces culpa de la Institución, pero la mayoría por no identificarse más con el ejercicio del ser. Muchos siguen Ad-vitam con su opción de vida. Cuando he comprendido esto he sido mas generoso en mis juicios y siento que muchos que no están ya, si están en lo esencial; El Reino.
Me quedan temas tales como el concepto de vida comunitaria, obligado deconstruirlo para buscar otras formas. Y que tal el tema de Obediencia, misión ad-exteras, y afectividad. Muy tabú este último.
Hasta pronto. Su servidor
Oscar Londoño Builes mxy
[...]
11/06/2018Les confieso que usualmente me rehusó a escribir, pareciera que estoy embadurnado de silencio. Y me pregunto: ¿Cuál es el silencio que hay en mí? Sé que existen distintos tipos de silencio: aquel que se da por prudencia, o cautela; peor son aquellos que se dan por insatisfacción cargada de recelo, o por miedo, o indiferencia, o ignorancia o porque simplemente la realidad nos sobrepasa y no la comprendemos.
Le pido a Dios que mi silencio malsano se convierta en el silencio del místico; es decir, callar, no por ausencia de palabras, sino porque existe una realidad inefable (Wittgenstein), la del espíritu, la de Dios mismo. En definitiva el silencio del místico, en la revelación cristiana, tiene que romperse para hablar palabra de Dios, para que el logos habite entre nosotros (Jn 1, 14), sin embargo, no pretendo grandezas que superan mi capacidad (salmo 130)
El espíritu que me mueve hoy no es el de una dialéctica de ideas que generen polaridad en pensamientos y reacciones contrarias, sino que pretendo más bien contemplar un IMEY desde una fenomenología analéctica, es decir, describir la realidad de situaciones concretas como las percibo y buscar una complementariedad racional, partiendo de lo que han dicho otros hermanos.
Quiero agradecer al padre Oscar Londoño, al padre Jesús Emilio y al padre Jairo Franco por los últimos escritos sobre la Asamblea General, los cuales han encendido en mí nuevos mundos. Por medio de sus textos se percibe unas almas inquietas, racionales, audaces y ante todo un deseo de vivir el IMEY hoy. Pero también se logra ver personalidades distintas y perspectivas por dialogar.
Les confieso que hace tiempo tengo la convicción que para llegar a la verdad no basta presentar posiciones parcializadas o enfoques distintos, eso sólo refleja verdades particulares. Creo que para llegar a la verdad se da desde el límite de un realismo construido dialógicamente en comunidad; por tanto, parafraseando el título del padre Jairo Franco, podría afirmar que si no dialogamos con altura el IMEY no existe o su existencia es caótica.
Dialogar es una de las convicciones que muchas veces no ejercitamos, muchas veces preferimos sacar a nuestros compañeros de las misiones porque nos encerramos en nuestras posiciones sin mirar sus realidades, peor son las veces en que juzgamos y condenamos al otro por chismes, ese tipo de actitudes son estructuras que impiden el dialogo.
Tengo que reconocer que escritos como los del padre Jesús poseen un lenguaje impactante pintoresco y medio poético, según su personalidad; pero me apasiona porque despiertan en mí, un deseo de repensar nuevas estructuras en un IMEY para el mundo de hoy.
El padre Oscar Londoño afirma que estamos en una cultura activista e informática, más allá de lo racional, situación que nos limita a entrar en una dialógica. Eso mismo en palabras de Osorno se ve como un llamado a la posmodernidad, es decir, parece que el IMEY es moderno porque se quedó en una razón estructurada y desenchufada de las realidades individuales y emocionales del sujeto de la misión, y que en definitiva son estas realidades el contexto más próximo y la base para motivarnos a la misión. Un signo de este retraso se expresa en lo esquemático y repetitivo de las preparaciones a la asamblea y en el énfasis en lo temático.
El padre Jairo por su parte nos muestra el peligro de quedarnos en una racionalización que mira hacia afuera y olvidarnos que la racionalización en palabras de Freud es una defensa, podríamos criticar a otros sin cambiar nosotros mismos. Hay que mirar hacia dentro, vivir por dentro, las mayores transformaciones se dan desde sí mismo.
Con lo anterior tengo que decir que la existencia del IMEY está por construirse. Se construye en la comprensión de una realidad completa, no parcializada, en búsqueda de la verdad. En Colombia se está en época de elecciones y se ve cómo la gente se divide por temas políticos, ojalá que en esta preparación a la Asamblea General no caigamos en actitudes primarias, en sectarismo, en la polarización o proselitismo ideológico. Más bien complementémonos, dialoguemos y lleguemos a la verdad del IMEY para hoy.
El padre Jairo Franco lee el problema desde el concepto de existencia. Ese discurso filosófico es de por sí partidario, nos hace entrar en la clásica rivalidad existencia vs. esencia. La solución en esta encrucijada es saber que la existencia se da desde distintos niveles, siempre se reconstruye, se comprende, se potencializa; no se vive desde una esencia inmutable sino que siempre está mediada por el tiempo y su intelección (Espíritu absoluto), es decir, el IMEY es más que un contrato.
El problema de la existencia aplicado a las instituciones no es solo filosófico sino más bien sociológico. Cornelius Castoriadis (2007, pg. 114), afirma que una institución poseen un hecho real, otro funcional, otro racional- formal y otro simbólico. La dimensión simbólica refiere a los imaginarios que nos hacemos de ella.
Por su parte, Los roles, las estructuras, los liderazgos en una institución no son realidades inventadas. Están ahí a la vista, se evalúan para mejorar. Michel Foucault afirma la existencia estructuras de poder en toda relación humana y cómo de una u otra manera determinan al sujeto sobre quien se ejerce. Sin embargo, Las estructuras son susceptibles de re-invención, no cerradas; es decir, son susceptibles de construirse de moldearse. Lo más inexistente en una institución son los imaginarios que estas nos representan, es decir, cómo cada uno interpreta y ve las cosas. Es difícil esta dimensión porque se presenta como algo no real, inventado; es la situación que debemos debatir y dialogar.
Estoy de acuerdo con el padre Jairo franco en decir que las instituciones son relaciones configuradas por medio de contratos; sin embargo, los contratos tienen temporalidad o vigencia. Las instituciones no están hechas, las construimos y reformamos constantemente. El reto está en que tengamos una capacidad racional y una actitud dialógica para auto-comprendernos y re-configurarnos desde Dios.
Es lo que vivió Santa Teresa y San Juan de la Cruz para reformar el Carmelo; lo que vivió San Francisco queriendo reformar la Iglesia enriquecida y poderosa de su época; le sucedió también a san Ignacio que repensó una Iglesia nueva más dinámica. IMEY, ese es tu reto, reconstruirte.
Santiago Guzmán Pizarro. M.X.Y. [...]
11/06/2018Después de descubrir más y más sobre la persona y el pensamiento del P. Jairo Franco, a quien considero mi amigo y un ejemplo de hombre consagrado, desearía expresar, desde algunos de sus aportes, mi posición sobre la existencia del IMEY, que no difiere mucho de los que Jairo, personalmente ha ido reflexionando.
“Y concluyo que eso que llamamos IMEY es un imaginario y no tiene entidad, a eso no le puedo dar mi vida y de eso no puedo esperar nada.”
El año pasado por el mes de Abril intenté escribir un artículo, un poquito largo, y por ende, poco leído dirigido a la Gestión Humana dentro del IMEY en que intenté hacer énfasis en la importancia del recurso humano que, en definitiva, es el que hace a las instituciones y les da la calidad. Cuando leí esta frase reflexionaba nuevamente sobre qué es lo que hace que el IMEY exista. La respuesta es la misma de hace un año….somos nosotros, el sí que, como reiteradamente Jairo escribe, cada uno en particular movido por el soplo del Espíritu que nos orientó a este carisma, nos sigue animando, confirmando y desgastando. Desde el Hno. Benjamín Cuervo Domínguez y su sí entregado en el río, pasando por el P. Ricardo Rosas y su sí que lo acompañaba en la cama de un hospital ( y más 99 personas que han entregado su vida convencidos de lo que eligieron),hasta nuestro sí particular, el IMEY vive, existe, se renueva, se reforma, crece, produce.
“Sólo los que superan el síndrome de Peter Pan pueden con la vida consagrada.”
Este término acuñado por el Dr. Dan Kiley en 1983 quizá puede describir parte de la realidad del IMEY que el P. Jairo ha percibido. En general, el sindrome de Peter Pan (el hombre que nunca crece, que nunca madura) puede estarnos develando la actitud de muchos de nosotros que somos irresponsables o nos da miedo las responsabilidades, reveldes sin causa, coléricos por protección, narcisistas por exigencia, dependientes por temor, manipuladores por conveniencia, que creemos que estamos más allá de las leyes y las normas o no toleramos la frustración que la vida trae como camino hacia la madurez. Recuerdo que muchas veces en la formación en kenya promoviamos eso de: “no estamos formando niños sino hombres con responsabilidad que puedan ser buenos papás, excelentes profesionales o comprometidos consagrados.” seguir exigiendo como niños reveldes cositas, paseos, protecciones, dinero, seguiridad, de cierta manera no nos deja tomar las alas del Espíritu para volar por donde el Él nos lleve sino que nos anquilosa bajo el peso lento de los elefantes blancos que nos deja niños para siempre. Nacer de nuevo no quiere decir, ser niños para siempre, sino crecer.
“El Carisma está en la Iglesia para desafiar la institución, nunca para hacerse institución.”
Estos soplos del Espíritu de Dios o “Carismas” han tenido en la historia de la Iglesia el fin de refrescar los aires pesados que producen los pesados fardos de la costumbre, la rutina, el estancamiento, las decisiones particulares humanas, las ideologias dañinas y se han posesionado humildemente, como reformadores, ventiladores, reavivadores, rescatadores de la esencia del Evangelio. A mí, personalmente me atrajó a la comunidad de los Misioneros de Yarumal, la fuerza de su carisma misionero e insentivó en mí, el espíritu aventurero que me quitó la coraza del temor para abrirme a la riqueza de las culturas, las lenguas, la gastronomía, las religiones, las visiones de mundo. Lo peligroso del ver al IMEY como institución es la desidentidad. Ésta puede llevar a estratificaciones, favoritismos, premios para mantener la fama, la producción, la estabillidad o peor aún, puede sacrificar lo más valioso, que son sus miembros, para seguir existiendo, aunque sea sobre ladrillos. IMEY, tú eres cada uno de los misionero que han donado sus vidas por la mision, tú eres cada misionero que trabaja en la formación, en las selvas, en los desiertos, en las ciudades. Tú eres humano, muy humano, con defectos, pero con petencia humana. Soy IMEY, Somos IMEY.
P. Gino mxy
Medellín, 19 de mayo de 2018 [...]
11/06/2018Apreciado Padre Jairo Franco
Quiero agradecerle su lúcido y agradable comentario a la Carta Pastoral del Señor Builes para la cuaresma de 1929.
Entre su posición y aquella del P. Osorio Oscar en su libro “MAB Profeta del acontecer nacional” hay un abismo. Y me acuerdo del dicho que dice que ‘fueron por lana y salieron trasquilados’. Quién te haya pedido de buscar profetismo en esta carta del 29, no se esperaba quizás tal conclusión: El excelentísimo Monseñor Miguel Ángel Builes Gómez no es profeta. O sí, pero de una manera que no es tan tangible. Pero qué más da, y de todas maneras seguimos siendo sus hijos, hijas, laicos. Su estrella de 6 puntas. No! Pero si da y es importante seguir disertando sobre ello y admiro todo lo que escriben otros hermanos Xaverianos.
Me he quedado pensando y se me ocurre lo siguiente:
San Pablo y hasta lo voy a citar, dice: 1 Cor 12:7-11 “ Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; …. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de Él.
También en 1 Cor 13:8-10 “El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará”. Y Saulo de Tarso agrega en 1 Cor 14:1 “Procurad alcanzar el amor; pero también desead ardientemente los dones espirituales, sobre todo que profeticéis”. Sencilla y llanamente apoyado en estos textos quiero decir que el carisma de profecía no es el de Mons. Builes. A él, el Espíritu no lo adornó con ese como a Gerardo Valencia Cano. Apoyarme en estos textos paulinos para decir lo que vengo de decir trae su peligro, pues el profetismo del AT hasta Juan Bautista venía y siguió con unas características bien particulares, mientras que el de la naciente secta de los cristianos se reñía en reuniones con el don de lenguas. Eran asambleas exaltadas, carismáticas y Pablo muy conocedor del AT puso orden en ese desorden. La Profecía es un don, que tal que todos tuviéramos que ser profetas como don Helder Cámara, no habrían Teresitas de Lisieux y Loyolas académicos. No niego la impronta profética del bautismo, como la realeza y el sacerdocio. Por tiempos Dios suscita profetas de entre los profetas.
Monseñor Builes tiene el carisma de Fundador y en grado muy agudo, bástenos pensar en sus comunidades y su arriesgado método de empezar en cero, confiado en la providencia. Sus fundaciones no brotan de un afán de inventar cosas, son fruto del discernimiento, de la oración constante, del consejo pedido.
Cuando metemos a Builes dentro del esquema de los profetas más sobresalientes del AT y le pedimos que por qué no se comportó como ellos, para poder decir en verdad que entonces si fue profeta, de la altura de Valencia, Romero, Luther King, De las Casas y otros más podríamos estar leyéndolo desde nuestro concepto experienciado de profetas. ¡Su cauce es otro! ¿Cuál entonces? Él es polifacético, complejo, contradictorio, de una veracidad óntica. Es un místico, y de una mística donde mastica o medita día y noche el acontecer no solo nacional, sino mundial. Su mística parte como método de una lectura permanente de la realidad y por este ángulo se aproxima al profetismo, pues anuncia y denuncia desde lo ‘parcial’; y me atrevo a pensar que no podía ser de otra manera, pues su curriculum vitae no daba para más. Un campesino, formado en el catolicismo tradicional paisa. Estructurado en el paradigma decadente de la cristiandad occidental. En una diócesis inmensa, llena de pobres, puro pueblo como él mismo.
Me di a la tarea, antes de escribir estas reflexiones a releer la carta del 29, y se nota tan evidente su mentalidad inamovible moral y entre líneas y sin mucho esfuerzo se nota una preocupación por el tema de la virginidad de mujeres y de hombres corrompidas por la línea del ferrocarril de Antioquia y la construcción de la carretera al mar pasando por Santa Rosa y Yarumal y que el influyó para que la pasaran por Matasanos-Yarumal-Valdivia. Estuvo inicialmente diseñada para seguir el río Porce y salir al noroeste antioqueño.
En particular me llamaron la atención dos párrafos que deseo citar:
“Si la escuela liberal, en fin, hace consistir el progreso en la independencia del Estado de toda tutela y jurisdicción religiosa, y por lo mismo en la secularización del organismo social, en las limitadas libertadas del pensamiento, de la palabra, de la conciencia, de los cultos, o quisiere desligar la sociedad de sus deberes religiosos echándola por el camino de los grandes adelantos materiales con prescindencia de la divinidad y de los deberes para con ella, no olvidéis amados hijos nuestros, que la sociedad se compone de unos mismos miembros ya se la considere en el orden civil, ya en lo eclesiástico, y que por lo mismo el progreso ha de ser armónico en lo material y en lo espiritual, … El individuo como tal y la sociedad como un compuesto de individuos, tienen que tender a Dios sin cesar, y el progreso material no ha de ser un obstáculo para el verdadero progreso, sino antes bien una escala para remontarse hasta esa colina luminosa donde habita la luz inaccesible de la Divinidad”.
Pienso que:El tema de la secularización no cabe en la cabeza del Obispo. Es el abismo. La vio en USA, en Europa y vivía en desasosiego. Inevitable y sana secularización que hoy es reto para todas las fes.
Él se sostiene en lo fundante de la búsqueda de Dios.
La sociedad civil y eclesiástica se compone de los mismos miembros (agrego de mi parte liberales y conservadores). Ambos deben tender al bien supremo.El otro aparte que atrajo mi atención es este:
“La Conferencia Episcopal de 1927 que trató ex profeso el asunto de las disidencias se expresa así: “Cuando se trate de dos parcialidades aunque sean correctas (honestas, es decir, que no profesan doctrinas condenadas por la Iglesia) no favorezcan una más que otras .
Más cuando alguna de esas corrientes se alía a los enemigos jurados de la Iglesia, o hay temor de ello, (entre nosotros la amalgama con el liberalismo es visible) hay que favorecer la corriente que defiende los derechos de la Iglesia y oponerse con prudente energía a las corrientes coalicionistas”.
Ahí lo tenemos, radicalizándose en su apuesta antiliberal. En el 29 lleva 5 años de obispo. Un hombre sin mayores estudios que los que ofrecían en un seminario de provincia, unos sacerdotes eudistas franceses. Y de paso recuerdo que Juan Eudes fue un contra-reformista de talla, aliado a la creación de seminarios. No fue profeta en sentido estricto. Volviendo al camino emprendido, agrego que no tuvo el Fundador la capacidad de cuestionar y deconstruir el sistema firme y cerrado en que fue formado. Años después se granjeó enemigos entre sus colegas obispos y por él, la Conferencia Episcopal se dividió. Una mayoría contra tres mosqueteros, por temas como la educación y la falta de radicalidad de los obispos en la defensa de la Iglesia. Fue obligado por el Nuncio a callarse.
Me da la impresión que a Mons. Builes, a veces una lectura de su caudillismo político lo quiere sacar en limpio, diciendo que atacaba el liberalismo como doctrina filosófica. No lo creo. Monseñor cayó bajo en la militancia partidista y no le quedó bien para nada. Ayudó a polarizar ciertamente la Colombia de esos años donde la violencia bipartidista tan absurda como la actual campeaba. Foucault afirma que el poder es una relación de fuerzas en situación estratégica en una sociedad en un momento determinado. Builes está atravesado por relaciones de poder eclesiásticas y estatales, y no puede ser considerado independientemente de ellas. Creo que encontrar un profeta en estado puro, sin ideología, sin poder es imposible. Ser profeta en sí, es haber adquirido un poder para usarlo en contra de unos y en favor de otros. El solo hecho de haber implicado a Dios en el profetismo es de por sí cuestionante y arriesgado afirmar que eso es lo que Él manda a decir. Que mejor que Zaratustra gritando que los profetas se acabaron, porque los verdaderos los produce el pueblo y a los otros se les murió su dios. Es posible que la forma de actuar y hablar de Builes si guarda un profetismo peculiar a él. Elías mandó matar a 450 profetas baales por la idolatría de un dios que se infiltraba bajo una mentalidad alterna edonista, sensual y sin proyecto de comunidad. Hay acciones que pueden llevar a lo impensable. Nunca en público, ni en su diario hay un mensaje incitador a la violencia y Builes como hombre público fue atacado de todas las formas.
Builes es un poderoso representante y defensor de una sociedad en decaimiento y casada con Sara la estéril (la iglesia según Boff L), llamada a renovarse. Anciano, se fue a algunas sesiones del Concilio II a votar en contra de todos los cambios sugeridos. Es bien curioso que siguiendo el rumbo conflictivo del Imey, este místico engendra un profeta de la talla de Valencia: Hijo de tigre no siempre sale pintado y de tal palo no sale cualquier astilla. Ambos fueron al Concilio y uno se abre y el otro en su ocaso fue fiel a lo que siempre creyó. ¿Quién es más fiel si fuera honesto comparar? Y a Jaramillo le fue dado el don de predicar, con una mística que enamora de Dios, recibiendo la palma del martirio como a algunos de los profetas. Relaciono estos tres, pues Builes como Fundador se prolonga en el profetismo de Valencia anacrónicamente y en la Palabra erudita de Jaramillo y en su deseo del martirio Builes lo alcanza en Jaramillo. Un padre que engendra un profeta y un mártir, un místico como Oscar Ruiz, Un Múñoz sagaz e inteligente, un místico como Francisco Gil, un sabio como Bayter.
Si de comparar a Builes con los veterotestamentarios profetas fuese posible, lo percibiría más del lado de los jueces bíblicos: fundadores del naciente pueblo en su instalación en la tierra de la promesa. Arrasando con todo aquello que no esté en la santidad requerida por el Levítico. Y Sansón lo podría figurar en el sentido de su fuerza y energía. Fue llamado el azote para los filisteos, como lo fue Builes para los liberales si la analogía es permitida.
Me parece muy acertado lo del P. Franco en su escrito y su crítica en la forma como Builes con el poder que le ofrece su episcopado se mueve en la escena política. Su profecía, si hay algo, es conservadora y puede ser conservadora como la de Romero de América que denuncia la maldad de un régimen. Pero su pensamiento es integro en el dogma. La profecía de Builes se ahonda en un sentido profundo de la promoción humana. En esto es un maestro: colegios, liceos, centros de salud, hospitales, orfanatos, lista interminable y todo ello es expresión de su carisma central que es ser Fundador. ¿Es todo fundador un profeta? ¿Son las fundaciones en sí una profecía? Nuestra promesa jurada es de por si profética!
La pregunta que inquieta al Padre Jairo, de por qué no denunció la masacre de las bananeras y al contrario se dedica a escribir una pastoral sobre el peligro del progreso, es sensata no sólo para hacérsela a Builes, sino y en primer lugar al Obispo de la Diócesis madre de todas las diócesis de Colombia: Santa Marta. En esos años fue obispo Joaquín García Benítez, quien en 1942 pasó a ser arzobispo de Medellín y férreo enemigo y opositor de Mons. Builes. Encontré este telegrama donde Joaquín García denuncia los actos cometidos y la manipulación que de ellos hace en el congreso Gaitán: “Enrique E. González. Santa Marta, 10 de septiembre de 1929. Secretario Ministro de Guerra. Bogotá. Respecto a los crímenes de que se ha hablado últimamente en el Congreso, ellos son tan horrendos que es imposible concebir que se hayan cometido sin que nadie los hubiera conocido hasta el presente y si tal conocimiento se hubiera tenido sin provocar las más mínimas protestas, por lo menos de la ciudadanía honrada y honorable, habría que concluir que los habitantes del Magdalena somos una tribu de cafres aún por conquistar, y ¡vive Dios!, que por algo se ha llamado a esta hidalga y noble tierra «la hospitalaria» y por ende, la de nobles sentimientos. Atto. Joaquín, obispo de Santa Marta. (Joaquín García Benítez)”. No veo por qué se le pide a Mons. Builes que profetice sobre esta masacre en concreto, que está bien lejos de su Santa Rosa de Osos. Le correspondíaello al ordinario del lugar, al Presidente de la Conferencia episcopal o al Nuncio apostólico. El hecho de que haya visto la lectura que Gaitán hizo para su propio beneficio lleva el sello del comunismo y quizás a esto se refiere la senadora del Centro Democrática María Fernanda Cabal, no negando sino sugiriendo otra lectura de la que siempre se ha hecho. Esa compañía hoy es Chiquita Brands y está implicada en pago y apoyo a paramilitares.
Fue polémico al cien por ciento, como Uribe o el cardenal de infeliz memoria Alfonso López. Señaló con una agudeza mas allá del bipartidismo que el comunismo ateo es la ruina de la sociedad. Tuvo a Gaitán entre ceja y ceja como la cabeza. Y es bueno recordar que el liberalismo en esos años en Colombia estuvo divido. Un ala radical liderado por Gaitán, quien en Roma se doctoró en Economía, conoció el marxismo y se alió al partido comunista de esos años. Su populismo fue avasallador de las masas. Y el liberalismo de Alberto Lleras Camargo, de élites comerciales con quienes Builes sostuvo mejores relaciones. Gaitán fue el mismo demonio para el Fundador.
Valoro de Builes su pasión por Colombia. Fue un atormentado entre 300.000 muertos que dejó esta época de violencia (48 al 58) y 2 millones de desplazados para una población de 11 millones en la Colombia de entonces. El termino pobres se acuña desde el Concilio, como su opción preferencial en Medellín y Puebla. Para él, Colombia es una sociedad desangrada por el olvido de Dios, por una lucha de poder entre los intereses de Dios –a evangelizar a los pobres me ha enviado el Señor, reza nuestro lema, curioso, verdad?-, mas allá del partido conservador, aunque es su base ideológica y política y el avance de un sistema polipartidista comunista y liberal y grupos de exterminio como guerrillas y autodefensas. Su miedo a perder siglos de hegemonía teocéntrica lo apasionaron tanto que se enredó en la escalada de la violencia, de la que nosotros no hemos podido escapar. Décadas de aniquilación del otro, desposeyéndolo de su vida ha convertido a ‘otro’ en un no-hombre, en un desaparecido, nuestra patria ha sido una fábrica de cadáveres (Auschwitz), usurparon la libertad de muchos y pusieron precio a los hijos de hombres. No somos humanos hasta que la justicia no sea ya un combate de derechas e izquierdas. El Imey está inscrito en esta historia del Fundador con una apertura inusitada y creativa. Que esta asamblea nos ayude a valorar mas a la lumbrera de Builes, de quien me siento hijo y muy orgulloso de Él y no quisiera que lo canonizaran, pues esos líos son pasiones inútiles llenas de vanidad.
Oscar Londoño Builes mxy
http://socioculrura.blogspot.com/ [...]
11/06/2018Pensamientos al leer la carta pastoral para la cuaresma de 1929
Una premisa de honradez
Tengo aquí conmigo la carta pastoral de Monseñor Miguel Ángel para la cuaresma de 1929. Me propongo meditar sobre la profecía en nuestro fundador. Les advierto por honradez que no es fácil escribir este artículo. Ya me lo he propuesto varias veces e incluso una mañana me levanté bien temprano para hacerlo, hacia las 3 am, y terminé volviendo a la cama. Lo intento ahora con un poco de soledad y silencio.
Yo no soy para nada historiador y seguramente me falta rigor científico en lo que afirmo y lo que se me ocurre ahora pensar y escribir es sólo para abrir diálogo y entender más. Sí, así me suele pasar, escribo no porque sé, sino porque quiero saber; es escribiendo, y no tanto leyendo, que al final intuyo algo de la realidad. Con ese animo me propongo seguir estos párrafos.
Otro escrito mío sobre la profecía en Monseñor Builes
Hace unos años, yo ya había escrito, con ocasión de un retiro espiritual, sobre la profecía en Miguel Ángel Builes. Todo lo que compartí en esos ejercicios, lo escribí meditando “Crónicas misioneras y Viaje a Roma”; en esas páginas, me dejé llevar del día a día en las correrías misioneras y en las andanzas por Europa del Fundador. Me pareció, y sigo en eso, que el Fundador es realmente un hombre de Dios, uno que busca hablar en nombre de Dios, uno que está apasionado por la predicación y por enseñar a su pueblo, un contemplativo que ve a Dios en todo. Y en todo eso, puede tener mucho en común con los profetas de Israel o de dónde sea; así que, en ese retiro, no dude en afirmar que el Obispo fundador era realmente un profeta.
La misma simplicidad con que escribí para ese retiro del pasado, no me asistió ahora leyendo la carta pastoral para la cuaresma de 1929 sobre el progreso y sus peligros. Lo confieso, tal vez sea María Fernanda Cabal, la senadora que hace poco negó la masacre de las bananeras, la que me sacó de esa suerte de inocencia con la que leí sin problema “Crónicas misioneras y viaja a Roma”. Con esa señora y con otros paisanos que oigo hablar en los medios, veo que hay en Colombia, una suerte de “negacionismo”, algo que a los gobiernos y a la gente no les deja ver y que nos aleja de la realidad de los que están luchando para sobrevivir, y que nos distorsiona lo que pasa alrededor y ni siquiera nos damos por entendidos. En ese país nuestro, de tanta inequidad e injusticia, hay gritos que se han silenciado, que no queremos oír, hay muchos que no han podido hablar y los hemos “ninguniado”: creo que esto explica por qué estamos entre los pueblos más violentos del mundo. Un grito silenciado tiene la destrucción de arma nuclear. Leí, pues, la carta de 1929, pensando en el Fundador y pensando en estas cosas del “negacionismo”. Leí esa carta, sin la inocencia de esa otra lectura, y perder la inocencia es siempre una cosa buena, porque nos hace vulnerables y nos ayuda a abrazar el sufrimiento de otros.
Contexto de la carta pastoral de 1929
Era la cuaresma de 1929, la pastoral vio la luz en el mes de febrero. Hacía tres meses había sucedido la masacre de las bananeras. El 6 de diciembre de 1928, el gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez había autorizado al ejercito para disparar contra la multitud de trabajadores que en Magdalena pedían a sus patrones de la multinacional norteamericana United Fruit Company mejores condiciones de vida. Hubo muchos muertos, un sólo muerto ya es muchos muertos; el diario La Prensa de Barranquilla logró contarles a sus lectores que habían sido 100 muertos y 238 heridos (edición del viernes 14 de diciembre de 1928). Después, el entonces embajador de los Estados Unidos en Colombia informó a su jefe en Washington y dijo que los muertos habían excedido los mil (telegrama del 16 de enero de 1929). Jorge Eliecer Gaitán habló mucho de ello en el senado de la república.
En la carta de marras, Monseñor Builes analiza pues la situación del país y de los peligros que afronta. En todo lo que escribe no existe el problema social de los trabajadores y de las huelgas del tiempo. Para él, la gran tragedia es la división del partido conservador, el partido del gobierno, “El Partido del orden y de la libertad”. La cosa era que el partido conservador, cuyos líderes defendían a la Iglesia, sus normas y el concordato, se había dividido y a un año de las elecciones que se celebrarían el 9 de febrero de 1930, tenía varios candidatos y arriesgaba a perder el poder tenido por tantos años, desde 1886. Los candidatos conservadores, entre ellos, Alfredo Vásquez Cobo y Guillermo Valencia, se aferraban a sus ambiciones y ninguno cedía en favor del otro; Y así, al efectuarse las elecciones, las disidencias dieron el poder al liberal Enrique Olaya Herrera. Para nuestro Obispo, como lo dice él en la carta, está perdida fue una tragedia nacional.
Los problemas que me resultan al escribir sobre la profecía en Monseñor Builes
La pregunta que se me viene es pues, ¿Por qué Monseñor Builes, “el profeta del acontecer nacional” como reza el título del libro del padre Oscar Osorio, no mencionó esa situación, por qué su silencio? ¿Puede un profeta ignorar lo que pasa en su pueblo? ¿puede omitir el asunto y optar, después de “meditar hondamente”, por hablar del progreso y sus peligros? ¿Puede un profeta, que habla en Colombia en el año 1929 y que habló siempre en los años siguientes, decirnos e insistir con obsesión, que el “gran peligro” del país, es la disidencia del partido conservador?
Yo sé que en ese tiempo no había WhatsApp y que los hechos se llegaban a saber después de días de ocurridos. Yo sé que a los lectores de El Colombiano en Santa Rosa de Osos les quedaba difícil saber lo que decía La Prensa de Barranquilla; Los medios eran paquidérmicos y llegaban tarde… ¡pero llegaban! Y monseñor Builes nos predicó hasta finales de los 60 y tuvo por consecuencia tiempo de sobra para decirle al país lo que Dios pensaba de una masacre, independientemente de la ideología de los muertos. Me estremeció después, buscando documentos con la ayuda de la hermana Nora Gómez, la postuladora de la causa, que lo poco que había dicho Monseñor Miguel Ángel sobre la masacre, haya sido bien tarde, en 1959 (Carta Pastoral, Hacia el Abismo) y en 1965 (Colombia en el caos), y, eso para culpar a los huelguistas asesinados y, corroborando la posición del gobierno de entonces, tacharlos de “malhechores”: “Estos primeros huelguistas, dice, fueron una cuadrilla de malhechores, como se les declaró de manera oficial” (Colombia en el caos). Honestamente, me sabe muy mal, que un profeta tenga en un asunto de estos la posición oficial. Un profeta, vayamos a la Biblia, subvierte el orden de la oficialidad, está en los márgenes, está o se va para la periferia. Un profeta es siempre es revolucionario y no defensor del statu quo.
Algunos también alegan que hay que entender los contextos y que cada época es diferente y que no podemos ver el ayer con los ojos de hoy: no estoy de acuerdo con ese argumento que intenta disculpar la gente, especialmente a la Iglesia y a sus santos, cuando en realidad lo que pasa es que, muchas veces, la Iglesia y sus santos, por muy Iglesia y muy santos que fueran, no tuvieron la lucidez para ubicarse y ver lo que sucedía. No culpemos a los tiempos; mucho antes que el Obispo Miguel Ángel, para citar sólo un ejemplo, el Obispo Ambrosio, no permitió al emperador Teodosio I entrar al templo para la eucaristía. Era que el “piadoso” emperador, que al igual que el partido conservador y que Abadía Méndez, defendía el cristianismo a capa y espada y perseguía a los paganos y que se declaraba bien “católico”, ese piadoso emperador digo, venía en esas de masacrar, por medio de su ejército, a los griegos que se encontraban en el estadio de Tesalónica. Si un obispo obraba así apenas pasado el tiempo de los apóstoles, o sea en las fuentes de la Tradición, ¿por qué, para otro obispo, defensor acérrimo de la misma Tradición 1.500 años después, no era lo más natural hacer lo mismo?
Otros tratan de aplacar mis dudas y me dicen que el Obispo de Santa Rosa tenía que defender los intereses de Dios y de la religión, los intereses de la Iglesia. Por más que parezca raro, yo nunca he visto a un profeta de la Biblia defendiendo los intereses de Dios y de la religión. La lucha de los profetas contra Baal y los dioses no es para defender a Dios, sino para defender las víctimas humanas puestas en los altares de los ídolos: la idolatría, ellos lo saben bien, no daña a Dios, daña a la humanidad. La idolatría nunca logra “desdiosar” a Dios, la idolatría siempre deshumaniza a la gente. Si Dios tiene algún interés, es sólo la gente. Los profetas, como Jesús mismo, no eran queridos en el templo y por los religiosos de su tiempo; nunca en Israel un profeta defendió la religión, los profetas defendieron al pobre, al huérfano y a la viuda. A Jesús y a muchos de los profetas los mataron los que defienden la religión. Cuando un profeta tiene algo que defender que no sean los pobres, y así sea la Iglesia y lo más sacro, así sea a Dios, su profecía ya va siendo no tal: defender algo que no sean los pobres, daña los ojos, los parcializa; y un profeta necesita ver mil veces para decir una sola palabra que de verdad venga de Dios.
No hay nada más peligroso que defender a Dios: de los que se arrogan esa tarea salen los fanáticos, los proselitistas, todos los cruzados de la historia, los inquisidores de la Iglesia, los del Estado Islámico… Dios, es absolutamente otro, cuando decimos “Dios” lo que pensamos es diametralmente distinto de lo que es, Dios no se deja atrapar en ninguna cabeza por inteligencia y materia gris que haya en ella. Querámoslo o no, cuando decimos “Dios”, tenemos un ídolo en la cabeza, una idea vaga de su realidad, una ilusión; pero no tenemos otra alternativa que seguir diciendo “Dios” y humildemente dejarlo en “la nube del no saber”. La única forma de decir Dios, y aquí está la originalidad de los cristianos, es delante del Crucificado que no parece Dios. San Agustín decía que si entendemos no es Dios. Si alguien se quiere poner en el “partido” de Dios no le queda otra alternativa que el partido de los pobres, de los marginados, de los pecadores, de los excluidos: en ellos Dios queda libre de nuestros razonamientos y cálculos, Dios se sale de nuestra lógica… la vida de la gente es la única gloria de Dios y si no, pregúntenle a San Ireneo.
Ya van entendiendo, o quiero que me entiendan, porque tengo problemas para hablar de la profecía en nuestro Fundador: silencio sobre una masacre y sólo tachón de malhechores para los muertos; alianza con la oficialidad y mucho mesianismo puesto en el partido azul; ojo avizor para los peligros que trae el progreso y ojos cerrados para una masacre donde mueren hijos de Dios; demasiada seguridad y exclusión de otro pensamiento.
Estoy pues bien enredado con este tema de la profecía en el Fundador, les pido que me ayuden a salir de estas complicaciones y que sigamos meditando. Es por eso que voy a seguir leyendo con ustedes la carta y a ir chequeando en las líneas el tema que me pidieron: la profecía en el Fundador.
¿Un político como Jeremías, con una palabra que nos es suya y que viene de Dios?
No cabe duda, un profeta está siempre metido en su mundo, nunca fuera. Un profeta es un político en el buen sentido de esa palabra, le preocupa la patria, le preocupan los pobres, los marginados, los “ninguniados”, y es por ellos que sale a la arena pública y se enzarza en discusiones y se mete en líos. ¡El ámbito de la profecía no es la sacristía!, y aquí le abono a Monseñor Builes algo en común con los profetas, no es un obispo de sacristía y de palacio, se mete en los líos de su tiempo y hace opciones. No tiene esa manía de la neutralidad “correctamente política” que la mayoría de los nuestros obispos mostró tener en el referendo del 2016 y que ha mostrado en muchos asuntos, para salvarse y salvar a “Dios” y a la Iglesia. Así no le simpatizaran para nada los huelguistas de La Ciénaga y viera en ellos lo que veía Miguel Abadía Méndez, si sabemos, y esto lo digo porque he leído su diario y muchas de sus cartas, que le preocupa la gente, los niños, la mujer, los indígenas, los campesinos, las escuelas, los caseríos de los ríos. Hay muchos que acusan a Monseñor Builes de meterse en política y la verdad es que un pastor no tiene otra alternativa, o se mete en política y se preocupa por la gente o claudica en su misión. Así que es bueno ver a nuestro Fundador así: acertado o no, al estilo de Jeremías, preocupado de la Jerusalén sitiada y al final caminando forzado con los suyos para refugiarse en Egipto.
Miguel Ángel dice, introduciendo su carta pastoral, que para él, escribir y hablar, es “como una obligación”; es decir, es algo que no puede evitar, que le ha sido impuesto. Sería más cómodo callar y quedarse quieto en su casa. Así es, esto también lo tiene en común con los profetas, nunca habla porque quiere hacerlo, porque le gusta; su palabra no es de él y se le sale así no quiera, algo como lo que también Jeremías experimenta cuando dice: “Si digo: «no me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre», entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible para contenerlo, pero ya no puedo más” (Jer 20,9). Monseñor Builes no hablaba porque quería y le gustaba, hablaba con buena consciencia, porque sentía que Dios se lo pedía. Lo que no me explico es por qué, si Dios siempre se pone de parte de las víctimas, y manda al profeta que las defienda, a Monseñor Builes, cuando todavía la sangre de las víctimas estaba fresca, le pidió que hablara para dar luz y discernimiento sobre el progreso y sus peligros, y no sobre la violencia sufrida, las condiciones inhumanas de los que protestaban y sobre la misma matanza.
¿Un Jonás que predica y odia a los ninivitas?
Abonándole, aunque con preguntas, estos rasgos de los profetas al Fundador, vienen otras preguntas que hago yo y que hace mucha gente, preguntas que no podemos obviar y que, si nos empeñamos a llevar nuestro santo a los altares, tendremos inevitablemente que responder. Es que con este artículo no quiero desacreditar a Monseñor Builes y sí quiero que nos vayamos preparando para ser lúcidos y dar razón de la santidad de nuestro Obispo al que nos las pida. Las preguntas son pues: ¿Por qué Monseñor Builes cerró su corazón al diálogo con el otro partido, el liberal? ¿Por qué no logró ver nada bueno en sus interlocutores y, obsesionado por el comunismo, solo veía en ellos la acción del maligno? Buena parte de la Iglesia colombiana de los tiempos de la carta, y en esto es representante Monseñor Builes, excluyó a la mitad de sus fieles, los liberales, que también bautizaban a sus hijos, iban a misas sin que se notara mucho y hasta se confesaban. Una cosa es hacer opciones y otra es excluir a los que no comparten la misma opinión. La Iglesia del tiempo, y también nuestro Obispo, se fue a uno de los extremos, no logró ser mediadora y perdió su misión de puente entre unos y otros, pretendió ser mediadora entre Dios y la gente y esto no se puede si al mismo tiempo no se es puente entre unas gentes y otras. Esa opinión de que el otro es absolutamente malo y nada tiene de rescatable ha echado mucha leña al fuego del país violento que es Colombia y Monseñor Builes, me perdonan, avivó esa hoguera, con intención o sin ella.
A esta pregunta me vuelven a responder diciendo que era la época y todo es culpa de la época. Pero, entonces, por qué mucho antes, en contextos todavía más limitados, hubo un Bartolomé de las Casas que defendía a los indígenas y al mismo tiempo hablaba con el rey; un Francisco de Asís que se acercaba a los musulmanes en tiempos de cruzadas y ganarse hasta el lobo de Gubbio, y un Nicolás de Cusa que hablaba de la coincidencia de los opuestos; y sobre todos ellos, un Jesús de Nazaret que incluyó a los romanos en su proyecto de vida abundante para todos y que veía posibilidades en los publicanos y pecadores y que hasta se dejaba invitar a la casa de los fariseos. ¿Por qué se dice que las épocas no habían madurado después de que la historia había gustado tantos frutos?
Cuando alegamos que hay que entender el contexto de la época, ¿qué entendemos por contexto? ¿solo el establishment de la aristocracia religiosa y política? ¿no es parte del contexto la insatisfacción de los más desafortunados? ¿un profeta puede situarse con los primeros y, aliado con estos, descalificar sin más los segundos? ¿La Colombia del Obispo de Santa Rosa, del mismo que sólo muchos años después habló y llamó “malhechores” a los asesinados en las bananeras, no era la misma Colombia del entonces párroco de Aracataca, Francisco C. Angarita, que defendió a sus feligreses de los atropellos de las tropas del General Carlos Cortez Vargas, que les abrió el templo para que encontraran refugio, que se enfrentó a los militares y les dijo que primero pasarían sobre su cadáver antes que atentar contra los que él había dado asilo en la casa de Dios? ¿Por qué en el mismo país, en el mismo contexto, los dos pastores actuaron tan distinto? ¿Por qué nos piden entender el contexto del Obispo e ignorar el del párroco del lugar de la masacre? Yo creo que la mayoría de los pastores de Iglesia colombiana de esa época (y de muchas otras épocas), y ahí está nuestro Siervo de Dios, no logró entrar en el contexto, mirar a todos como propios y ser signo de reconciliación entre los opositores. Un contexto no puede ser monocromático, solo azul, un contexto está lleno de colores y tiene mucho de arcoíris y diversidad.
Yo creo también, y aquí me pongo del lado del Obispo que me inspira para la misión, que un profeta habla en nombre de Dios y lo hace con sus límites, defectos y faltas de perspectiva: Jonás le habló a Nínive, como Miguel Ángel les hablaba a los liberales: condenándolos, excluyéndolos, deseando que no estuvieran, que Dios los exterminara. La palabra de Jonás, ese Jonás hebreo que odiaba a Nínive, salvó a los ninivitas y les trajo paz y el mismo Jonás se tuvo que convertir. Creo que el profeta Builes, si era profeta lo era también con sus límites, defecto y faltas de perspectiva. El profeta es el primero que necesita conversión, nuestro Fundador se puede convertir todavía si le damos la oportunidad y si no nos empeñaos en defenderlo y hacerle un apresurado pedestal. Monseñor Builes se puede convertir y nosotros, que somos uno con él en el Cuerpo Místico de Cristo, le podemos ofrecer esa posibilidad y esto lo lograremos abriéndonos a la diferencia, encontrando un espacio para la disidencia, sentándonos a la mesa con los que piensan distinto. Esto que pienso el Fundador, estoy seguro, no impide que sea santo y esté en el cielo, es que un santo tiene límites como todos y es precisamente en estos límites, y no tanto en sus méritos, que se puede abandonar en las manos de Dios: la santidad, esto nos hace bien recordarlo para que nunca nos desanimemos de llegar a la santidad, no es perfección de las obras es confianza en la gracia de Dios.
¿Un Isaías que sabe de dónde viene la salvación para su pueblo?
En los tiempos de Isaías y de casi todos los profetas de Israel, la gente estaba deslumbrada por la fuerza de Egipto, por sus “máquinas” de guerra, entonces los caballos y los carros; cuando había alguna amenaza, cuando las cosas no marchaban bien, todos querían ir a las potencias vecinas y buscar salvación. Isaías y los profetas insisten en que la salvación no viene de allá, en que no hay que dejarse deslumbrar, que sólo el Señor tiene la defensa: “Ay de los que descienden a Egipto por ayuda! En los caballos buscan apoyo, y confían en los carros porque son muchos, y en los jinetes porque son fuertes, pero no miran al Santo de Israel, ni buscan al Señor” (Is. 31,1).
En tiempos de progreso y adelantos, para ese momento la luz eléctrica, los aviones, la televisión, los telescopios, los trasatlánticos, autos y camiones, el Obispo Miguel Ángel invita a su pueblo a no dejarse encandilar, a no perder el sentido. Todo esto es bueno, sugiere en su carta, pero de allá no viene la salvación: “La sociedad actual está encandilada por el prodigioso adelanto”. “Abrid los ojos amados hijos nuestros, abrid los ojos”. Los medios no se pueden confundir con el fin, y todo ha de servir para lo que realmente cuenta y es Dios mismo: “el progreso ha de ser armónico en lo material y en lo espiritual, sin que el brillo de los focos eléctricos ni los maravillosos descubrimientos modernos, apaguen la luz sobrenatural; sin que el ruido de los trenes, los aviones y los autos, cierren nuestros oídos a la voz de Dios; sin que la fiebre del comercio, ni las preocupaciones sociales, ni el esfuerzo colectivo por ir siempre hacia delante nos alejen del camino que lleva a Dios”. “El progreso material no ha de ser un obstáculo para el verdadero progreso, sino antes bien una escala para remontarse hasta esa colina luminosa donde habita la luz inaccesible de la Divinidad.”. Si Isaías y los profetas del Primer Testamento decían que los carros y caballos no podían salvar, Miguel Ángel es lúcido para afirmar en su tiempo que no son las carreteras y el ferrocarril y que hay que discernir y saber aprovecharse de estos medios; El Obispo discierne y dice que en el mismo tren de lo bueno puede llegar también lo malo.
Y vuelven las preguntas, ¿por qué tan lúcido para ver los peligros del progreso y para considerar la disidencia del partido conservador como lo más grave para el país, y por qué en la misma lucidez no percibió los peligros de las armas usadas contra las multitudes y para considerar la injusticia social, la ambición de las multinacionales, la negligencia de la hegemonía conservadora con los más empobrecidos, como un peligro también grave para el país?
Como Amos, ¿sin todos los requisitos de imparcialidad?
Al profeta Amós le tocó bien difícil. Acordémonos que Israel estaba dividido en dos reinos, los del Norte y los del Sur. Los del Norte, Israel, eran los “ilegítimos” y los del sur, Judá, con capital en Jerusalén, los que se consideraban en derecho. Pues Amós, que era del sur, fue llamado por Dios para hablarles a los del norte; por más que la legitimidad estuviera en Judá, Dios pensaba también en Israel y les mandó su profeta. Además de ser del sur, Amós, como todos los profetas de Israel, era un crítico del culto y de la religión y es por esto que un día, Amasias, sacerdote del norte le salió a Amós, profeta del sur, y lo echó de su tierra: “Vete, vidente, huye a la tierra de Judá, come allí pan y allí profetiza” (Amos 7,12). Sí, Dios sabía que Amós podía ponerse a favor de Judá y recargarse en contra de Israel y aun así lo eligió. Amós tenía que hacer un gran esfuerzo para hablar de parte de Dios y no de su parte de los del sur.
Creo al Fundador, como a Amós, le quedaba también muy difícil ser ecuánime, que tampoco tenía los requisitos de imparcialidad y que el esfuerzo que se tenía que hacer era inmenso si no quería recargarse a favor de unos en contra de otros. Miguel Ángel, siento decirlo, parece más cerca de Amasias, como éste, también él, era un sacerdote y tenía que defender la institución, la Iglesia. No es fácil ser profeta cuando hay que defender algo, defender algo nos parcializa y no nos deja ver. Normalmente los profetas no salen de la institución y de la jerarquía religiosa, los profetas se mueven en el carisma y están en la periferia, nuestro Miguel Ángel era representante de la institución y estaba en el centro del poder religioso ciertamente, y también, lo aceptemos o no, político. Muy difícil para él, defendiendo la Iglesia y el estado del comunismo, darse cuenta del peligro que representaba para la patria la situación social de los trabajadores de la United Fruit Company y la indiferencia hacia estos del gobierno conservador.
Así pues, en este contexto de difícil imparcialidad, como en el de Amós, fue que actuó nuestro profeta y sacerdote Miguel Ángel. Esa combinación de profeta y sacerdote siempre es complicada, lo entiendo bien y, por eso, no le quitó nada a su olor de santidad, que errores hasta Jesús los pudo tener (errores es distinto de pecados). Jesús combina las dos cosas perfectamente, es sacerdote y es profeta, un sacerdote que no tiene su preocupación en la religión sino en los pobres a los que anuncia la Buena Noticia: la opción por los pobres, no por la institución, es lo que hace posible que el sacerdocio sea profético. Así hay sacerdotes profetas como Gerardo Valencia, Samuel Ruiz, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga, Bartolomé de las Casas, y hasta el mismo Francisco de hoy y todos los otros que comprendieron y comprenden que el reino de Dios es de los pobres y no propiedad de la Iglesia. A propósito, casi un paréntesis, celebramos la fiesta de Cristo Sacerdote y no la de Cristo Profeta, ¿será que preferimos el sacerdote al profeta y esto porque el primero nos deja siempre en la seguridad del templo y el segundo nos expone al riesgo de la calle y de la periferia?
¿Le pidió Dios, como a Oseas, casarse con la prostituta,
Oseas, otro profeta, ejercía su ministerio en el reino del norte, en Israel. Samaría se había prostituido y sus idolatrías se habían multiplicado. En esas, hay una tal Gomer, que es prostituta, y de ella, como de su pueblo, Oseas, hombre santo, se quejaba ante Dios. Y Dios, cuando vio al profeta molesto con Gomer, le pidió algo inusitado, y fue que se casara con ella y que la recibiera en su casa (Oseas 1,2). Como diciéndole a Oseas, y a todos los que son o se las dan de profetas, que el mal no se quita sino se ama a los “malos”, que lo que cambia el mundo no es la palabra dura y el castigo sino la ternura y el amor incondicional. Es difícil entender esto, Juan el Bautista, quería ser fuego y ser hacha, y se preguntaba, cuando estaba en la prisión, si Jesús tan compasivo y manso, era de verdad el mesías que había intuido en el Jordán. Pues Oseas, para ejercer la profecía tuvo que casarse con la prostituta. Un profeta que no logre incluir y dar la bienvenida a los que denuncia no tiene todavía una palabra certera del que hace caer la lluvia sobre malos y buenos, y esto vale para Amos, para Juan Bautista, para Miguel Ángel. Oseas se casó con Gomer; Juan tuvo que entender, tal vez cuando estaba en la cárcel de Herodes y mandó emisarios a Jesús, que no era la dureza sino la misericordia. ¿Y nuestro profeta, monseñor Miguel Ángel, amó a la prostituta, amó a los dirigentes liberares y comunistas?
Opino que, en su momento, también él recibió orden de Dios de casarse con el partido que veía como enemigo de la Iglesia, o simplemente, de valorar lo bueno de los malos, y eso pudo haber ocurrido en las elecciones de 1966, ya en el Frente Nacional, cuando la historia colombiana logró juntar los dos partidos excluyentes, al menos a esos dos, y los puso juntos, alternándolos en el poder. Fue entonces cuando el Obispo de Santa Rosa votó y aconsejó votar a sus fieles, quien iba a pensar, por un liberal, Carlos Lleras Restrepo (Diario de enero a marzo de 1966). Se casó finalmente con la prostituta, con el partido liberal, pero hay dudas sobre esto, y es que en el fondo se trata de un matrimonio arreglado en 1956 por Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, representantes de los dos partidos, en Benidorm, muy lejos de la patria; un matrimonio extraño, donde hubo muchos excluidos y no hubo otros partidos invitados a la fiesta.
Dios sabe cuántos otros matrimonios, sinceros o arreglados, fue después celebrando nuestro Obispo, después inspirado por los aires del Concilio Vaticano II, por la conferencia de Medellín, por el testimonio de su propio hijo Gerardo Valencia, y sobre todo por su vejez, el olvido y la muerte. El profeta de verdad va entendiendo, muy despacito, a lo largo de su vida, que la realidad que denuncia sólo la transforman los que la aman y que sólo así, vale la pena ponerse a hablar a nombre de Dios. Si Monseñor Builes llegó a ser profeta, fue sin duda porque en algún momento se tuvo que haber casado.
“Claro que es profeta, es que lo que él dijo se está cumpliendo exactamente en Colombia hoy”
Muchos afirman que Monseñor Miguel Àngel es un profeta y la prueba que dan es que lo que dijo se está cumpliendo en Colombia y se refieren con ello a toda esta desazón que vivimos en Colombia después de los acuerdos de paz, es decir, a la preocupación de darle la palabra a los que tenían las armas, a la propuesta de tierra para todos y no sólo para unos privilegiados, a la transformación de una guerrilla en un partido política, a la inclusión de los que optan, creen y aman de manera distinta… para muchos ese es el caos que predijo el Obispo, ese es el abismo al que caímos. A algunos les da por mirar más allá del puente Simón Bolívar y llegan a decir que ese estado de cosas en Venezuela es exactamente lo que predijo el Obispo y que eso mismo ya viene para Colombia.
No voy a entrar a discutir esos asuntos que nos polarizan y en los que estamos divididos. Lo que si quiero decir es que un profeta no es un adivino del futuro, uno que predice lo que va a venir. Un profeta es uno que, por un don de Dios, logra entender el momento que vive, ahondarse en el presente e intuir así lo que podría pensar y decir Dios de esa realidad. Creo, y aquí puedo molestar, que no es tanto que esté sucediendo lo que predijo monseñor Builes, sino que continuamos viendo a nuestro país con miedo a lo distinto, con ideas fijas, con complejos de infalibilidad. Tal vez no sea que lo que pasa sea exactamente igual a lo que predijo el Obispo, sino que lo que pasa sigue siendo mirado con sus mismos ojos.
Conclusión: un santo no lo tiene de todo en su costal y las aureolas nunca son terminadas
Estoy muy seguro que si conociéramos a los santos, a San Francisco Javier o a Santa Teresita o a cualquiera, tal y como fueron en su vida terrena, nos desilusionaríamos mucho. Y es que, esto de la santidad, con estos procesos de beatificación tan complicados y caros; con estas ceremonias tan llenas de culto a la personalidad del canonizado; con las pruebas y certificados para aceptar un milagro de Dios por la intercesión de su siervo; la santidad digo, se ha vuelto privilegio de unos pocos y no la cosa más común en el pueblo de Dios.
Un santo no lo tiene todo en el costal, así nosotros, con afán de verlo en los altares, queramos cargarlo con todo. En la iconografía oriental ningún santo tiene la aureola terminada, no se unen los extremos del círculo de luz. Sólo las personas de la Trinidad tienen aureola completa y llena, sólo Dios lo tiene todo en el costal. Así, Jerónimo no tenía buen humor; el cura de Ars carecía de habilidades para el latín; Vicente Ferrer estaba en comunión con el antipapa Clemente VII y no con el papa Urbano VI; Escrivá no siempre ha gozado de popularidad; A Pedro le fallaron los principios y negó a Jesús; Juan y Santiago eran unos ambiciosos; Juan Pablo II no comprendió la lucha de monseñor Romero y salió sonriendo, con Pinochet, al balcón de la Casa de la Moneda; Cirilo de Alejandría era intrigante y violento. La aureola de ningún santo está terminada, y tampoco la de nuestro Fundador. Creo, y no quiero imponer esta opinión, que era un santo obispo, un celoso misionero, un hombre de arranque y confianza, recto de corazón, lleno de oración y caridad pastoral… y, que aun así, no tenía el don de profecía. Dios lo quería así, porque lo que nos hace santos es eso, que Dios nos quiere así. En el cielo nos van a llenar el costal y completarán con los méritos de los otros santos lo que nos quede faltando, Dios nos meterá a todos en su aureola acabada y en esa veremos la nuestra terminada. Esa dicha será para nuestro Fundador y será para todos nosotros, costal y aureolas sin nada que desear, ¡paciencia!
Presiento que la canonización de Monseñor Miguel Àngel se esta viniendo, y no dudo de su santidad. Ese día que esperamos pronto, la gente, y en especial nuestros periodistas, van a esculcar en estas historias que mencioné a lo largo de este artículo, y dirán de sobre y nos cuestionarán mucho. Me propongo desde ya, si me toca dar razón de la santidad del Fundador, no hacer apologías y meter el cuadro en el círculo y forzar la realidad. Con mucho orgullo, diré que es un santo inmenso, y con mucha humildad, diré también que tenía una visión segada de lo que pasaba en el país; que no tenía condiciones de imparcialidad y que se alineó en favor de un partido y que no alcanzaba a ver la maldad de los gobernantes si eran de ese partido; que sus palabras, aunque dichas pensando que cumplía un deber sagrado, encendieron hogueras que todavía estamos apagando; que consciente o inconscientemente se unió a la opinión oficial sobre una masacre como las bananeras y que decidió, como toda la aristocracia colombiana, no hablar mucho de ello y que dio un juicio desacertado, para nada profético, demasiado oficial, de las víctimas de aquella tragedia. Esto que diré, me ayudará aceptar la realidad y expresar mi opinión con paz y sin escrúpulos, que, aunque santo, no tuvo el don de profecía: lo que lo hizo santo no fue lo que hizo él, sino lo que Dios hizo en él valiéndose de su humano y limitado sí y de su buena voluntad. Y creo que todo esto, así nos falte mucho en el costal, así nuestras aureolas estén incompletas, nos anima a todos a la santidad. Al santo Obispo le pido el milagro de entenderlo si se siente malentendido por mí. Yo lo quiero así como es y así quiero a todos mis santos y quiero querer a mis amigos. Y así pido la gracia de quererme yo.
Saludos desde la tierra de los 3000 amigos.
Jairo Alberto, mxy
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21/03/2018Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora.
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces; los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos. Quiero la esencia, mi alma tiene prisa… Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. Que sepa reír de sus errores. Que no se envanezca, con sus triunfos. Que no se considere electa antes de la hora. Que no huya de sus responsabilidades. Que defienda la dignidad humana. Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el almaSí…, tengo prisa…, tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan… Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una…….
Mário de Andarde (Sao Paulo 1893 – 1945)
Poeta, novelista, ensayista y musicólogo.
Uno de los fundadores del modernismo Brasileño
A propósito de continuar nuestro caminar de Asamblea General, para dar el paso, que nos proponen en la XIII Asamblea. La poesía enamora, da color y calor a la existencia humana…. El Evangelio, está lleno de poesía amorosa y existencial...
Rafael Londoño V. MXY. [...]
24/02/2018“Caminaban como lo habían hecho las generaciones idas y como lo harían las venideras… caminaban también con los muertos y con los que aún no nacían… Por ese camino salimos mañana y llegamos ayer: Hoy… Algunos marchaban por parejas… y los solitarios… Unos corrían y luego se tendían a descansar bajo los árboles… los más caminaban pausadamente y sin detenerse… Polvo, olor a sudor; especias, flores pisoteadas… habían los que conversaban entre ellos, los que reían con grandes risotadas y los que lloraban o hablaban solos… Millones de sílabas que se funden en un rumor enorme e incoherente, el rumor humano abriéndose paso entre los otros rumores aéreos y terrestres… el estruendo del viento corriendo… el viento no se oye a sí mismo pero nosotros le oímos… Nosotros hablamos a solas con nosotros mismos y nos comunicamos con los muertos y con los que todavía no nacen… La algarabía humana es el viento que se sabe viento, el lenguaje que se sabe lenguaje y por el cual el animal humano sabe que está vivo y, al saberlo, aprende a morir… El viento no se queja: El hombre es el que oye, en la queja del viento, en la queja del tiempo. El hombre se oye y se mira en todas partes. El mundo es su espejo: El mundo ni nos oye ni se mira en nosotros… nadie nos ve… El ruido de las sílabas humanas era un rumor más entre los otros rumores de aquella tarde… Saberlo era reconciliarse con el tiempo, reconciliar los tiempos”…
No podía haber encontrado algo mejor para expresar lo que siento hoy ante el IMEY del mañana. Y voy dejando que las frases de Octavio Paz vayan regresando sobre sus huellas en mi andadura IMEY. Me dejo llevar por el viento que es huracán, tsunami. Y escucho “en la queja del viento y en la queja del tiempo”. El tiempo que se hace dolor y también visión. Y alcanzo a avizorar el camino por donde “salimos mañana y llegamos ayer, es decir: Hoy”. Es el “ya, pero todavía no”, de la parusía. Es un IMEY amasado “en polvo, olor a sudor; especias, flores pisoteadas” y en sangre de mártires. Es un IMEY a ritmo de peregrinos que caminan “pausadamente y sin detenerse”. Es el IMEY en la más cruda realidad de su existencia. Un IMEY tan pequeño que “el mundo ni nos oye ni se mira en nosotros… nadie nos ve”… Y “saber todo esto era reconciliarse con el tiempo, reconciliar los tiempos”.
Una sanación integral
Comienzo con la última expresión de la cita de Octavio Paz: “Reconciliarnos con el tiempo, reconciliar los tiempos”. El IMEY es hijo de su tiempo un tanto estacionario, aquietado por una ideología conservadora, muchas veces, a ultranza, perseguido en algunos casos, incomprendido en muchos, con una constante fuerte: Miope, cegatón, sin visión de futuro. Ha habido un afán, pocas veces disimulado, de someternos a la uniformidad, aconductados según normas preestablecidas. Los pocos intentos de remezón han sido de inmediato, sofocados, no aceptados, denunciados como alteración del carisma.
Las mismas Asambleas Generales, contando también las extraordinarias, han dejado un sabor agridulce jamás confrontado, analizado, explicado. Todo esto ha creado un malestar grande que da razón de la poca aceptación de Superiores y documentos venidos de dichas Asambleas. Da la impresión de que todo está planificado, predeterminado con anticipación y esto deja mala impresión, desgano e insuficiencia cardíaca, pulmonar, cerebral en un Instituto que debería marcar el ritmo acelerado en un mundo sumergido en involución y en luchas intestinales.
El número 11 de Aparecida contiene una afirmación atrevida: “Hay que repensar la Misión”. Esto puede significar varias cosas: 1. No vamos bien. 2. Lo que estamos haciendo no responde a los desafíos de la Misión. 3. Nuestras respuestas no son válidas. 4. Los frutos no responden a las expectativas. 5. Los agentes de pastoral se cansaron intelectual, física y espiritualmente. 6. Perdimos la delantera, nos quedamos rezagados, perdimos el norte. 7. Nos quedamos solos. 8. No hay renuevos en el frente. 9. Se nos apagó el candil. 10. Nos quedamos sin esperanza.
Más incisivo es el número 362:
“La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente, una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza”.
Una exégesis rápida de este número nos lleva a las siguientes conclusiones: 1. Somos una Iglesia paquidérmica, desubicada, trasnochada. 2. El diagnóstico es severo: Comodidad, estancamiento, tibieza. Y se añaden síntomas que han hecho metástasis: Fatiga, desilusión, seguridad. 3. El remedio es más grave que la enfermedad: Un tsunami… 4. Perdimos a nuestros destinatarios preferidos de Jesús: Los pobres. 5. No hay quinto malo: Sólo el Espíritu puede transformar todo esto en gozo y andadura en la esperanza.
Y el número 365 nos traza el camino a seguir:
“Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales… de toda institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan las transmisión de la fe”.
Algunas conclusiones sobre este número: 1. La Misión centra toda la vida y actividad de la Iglesia. 2. Ninguna institución eclesial, llámese diócesis, parroquia, movimiento, comunidad religiosa puede relegarse, aislarse, ausentarse de la Misión. 3. El principio ‘identidad eclesial-cristiana’ tiene un referente único: La Misión. 4. La Misión exige un cambio permanente. 5. Agilidad y funcionalidad de toda estructura eclesial.
El Documento de Aparecida podría sintetizarse en una sola palabra: Conversión. Los calificativos abundan en el documento: Conversión pastoral, familiar, misionera, juvenil, presbiteral, a la realidad, a los pobres, etc. Temas candentes en Aparecida como: Apertura del Continente a la Misión Ad gentes, el cambio de época, el protagonismo del Laicado, la diversidad de los ministerios, discipulado y Misión, todo esto y más, no significarían ninguna novedad ni expresarían ningún mandato en nuestra vida eclesial, si no estuviese de por medio la exigencia primera y última de la conversión.
Jesús anuncia la Buena Noticia como un urgente llamado al cambio. Quien no cambia radicalmente no es apto para el Reino de Dios. Hay gentes que no entienden los cambios, que se desajustan psíquica, mental y afectivamente ante los cambios. Éstos, particularmente entre religiosos y religiosas, tendrían enormes dificultades de adaptación a la sociedad y les será muy difícil encajar en el proceso histórico tanto como personas como miembros de organizaciones e instituciones dentro de las cuales se constituyen en barreras y obstáculo a todo cambio y terminan relegados, cuando no, amargados.
Aparecida nos recuerda que todos los días hay cambios no sólo en el mundo sino también en la misma Iglesia, que estamos en un período nuevo de la historia (A 10). El segundo capítulo del documento (A 33-100) nos dice que los cambios han llegado para quedarse.
El Papa Francisco en la EG define los principios base de la nueva andadura así: 1. Salir. Los dos imperativos evangélicos: Ámense y vayan, el Papa los sintetiza en un infinitivo: Salir. 2. La centralidad de la Misión en el Reino. 3. La palabra alegría aparece en el Documento 99 veces. Algo nos tiene que decir. 4. Los destinatarios preferidos son los pobres. 5. “Opción misionera capaz de cambiarlo todo, de transformarlo todo”. El Papa pide abrir todas las esclusas, todas las puertas, todas las mentalidades, todas las espiritualidades, todos los carismas. La cerrazón enferma, lo dice textualmente. El Papa habla de una nueva etapa de evangelización. “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.
Nuestra sociedad es una sociedad sitiada, desbordada por los cambios. Ellos expresan la vitalidad de nuestra existencia. Y condicionan la subsistencia. Santa Teresa decía: “O cambiar o morir”. Y Jesús le dice a Nicodemo: “Si no naces de nuevo, no entrarás en el Reino de los cielos”. Nacer es la expresión última de nuestra conversión. Sin embargo, esta expresión tan decantada en este sexenio, ha terminado abortivamente y se ha decidido “pasar a la otra orilla”…
Cualquiera persona con un mínimo de información hoy y, no tan despistada ni distraída, sabe, se da cuenta de que el mundo que nos toca vivir es extremadamente complejo, difícil, tormentoso. Pero a su vez, apasionadamente vibrante, desafiante. Juan Pablo II, ya ad portas del Siglo XXI decía: “Un nuevo Milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo” (NMI 58).
La genial escritora Hamnh Arendt titula su obra monumental: La “Refundación del mundo” . No es para menos. Algo nuevo se gesta en las entrañas maternales de esta historia contemporánea casi a la deriva, inédita en todas sus perspectivas. Y Naomi Klein en la “Doctrina del Shock” , describe en detalle el auge del capitalismo del desastre”. Con anterioridad algunos teólogos, en ritual satánico, celebraron la muerte de Dios. Y hoy, en la misma línea, se nos lanza a un mundo totalmente secularizado.
Aparecida aceptó, no sé si a regañadientes o con clara conciencia, pero aceptó el “cambio de época” (A 44). Como respuesta a este cambio y, desde una perspectiva misionera, eclesial, pastoral, hablamos de un cambio de Paradigma. Desde la reflexión misionológica se busca dar una base teológica a una praxis misionera concreta. La Misión no se hace por decretos sino por vivencias, no es una teoría sino una experiencia. Tiene su contexto. Responde a un Hoy desafiante, novedoso, incierto, pero determinante. Algo tan concreto como quien te dice que tiene hambre o el que te dice que no encuentra sentido a su vida.
Las circunstancias históricas cambian. La mentalidad eclesial y teológica evoluciona aunque tímidamente. La Misionología trabajosamente elaborada, muestra también sus avances. De ahí que se acepte un cambio de paradigma: Un nuevo estilo de misión, pensada de nuevo, desde otros horizontes, en consonancia con un mundo totalmente diferente y desafíos nuevos, muy nuevos…
Entonces… una sanación integral en el IMEY supone:Un proceso serio, profundo, personal y comunitario de conversión.
Me atrevo a pensar en una Misión ad intra del IMEY. Es desde dentro en donde comienza la MISIÓN hoy. Varios teólogos promueven este hábitat de la Misión en el corazón mismo de la Iglesia, dentro, no fuera, “intra muros” gritaba ya desde el año treinta del siglo pasado el gran misionólogo, P. Schütz. ¿Cómo puede alguien que no se ha convertido, predicar la conversión?
Hacer un inventario de nuestras estructuras caducas. Es mandato de Aparecida No. 365. Tenemos que comenzar por desmontar nuestras ASAMBLEAS GENERALES, su andamiaje, sus secretos a voces, la forma de gobierno, lo inútil de sus documentos, la participación, la evaluación de sus mal llamados “mandatos”. Las Asambleas consultivas tampoco han tenido eficacia, necesitan un remezón total. El Consejo Ampliado: ¡Qué inutilidad! Y así y así: Seminarios, secretarías, comunicación entre gobierno y bases, autogestión, proyectos, programas…
Actualizar nuestra teología en sintonía con “los signos de los tiempos”. Pisar la realidad, saber el tiempo en que vivimos, ‘el agua que nos moja’.
Cambio de actitud: En el IMEY no escuchamos, simplemente nos defendemos. No aceptamos al otro, imponemos. No estimulamos, competimos. No acompañamos, descalificamos. No confiamos en el Otro, simplemente lo despotricamos. No aceptamos las diferencias, sometemos. No creamos, repetimos. No oramos porque no perdonamos. No avanzamos porque no cambiamos. No somos hermanos porque fingimos. No somos comunidad porque somos egoístas.
Una espiritualidad más inserta en las culturas… ¡Tantas culturas con las que compartimos la Buena Nueva y tan poco que socializamos!
Puesto protagónico del LAICADO en la vida y Misión del IMEY.
“No podemos cambiar nada a menos que lo aceptemos”. Es frase de C.G. Jung. No logramos cambiar nada en el IMEY si no aceptamos la urgencia de darle nueva fisonomía espiritual, comunitaria y apostólica a nuestro Instituto acorde con la realidad cambiante que nos toca afrontar.
Se nos exige una profunda convicción de cambio o de conversión, entendida la convicción “por el hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella” (J. Habermas).El principio Humanidad
Le preguntaban en una ocasión a Cardinj, el fundador de la JOC, cuál era el mejor método para pescar evangélicamente a los hombres, si con caña o con red: “el mejor método – contestó rápidamente – es cambiar el agua”. No basta que cambie cada cristiano, cada javeriano. Lo que tiene que cambiar es el hábitat, el clima donde vive su fe, las relaciones interpersonales, el método anti-evangélico de convivencia.
¿Cuál agua y cómo cambiarla? Un javeriano dice “haberse bajado de la nube” y a nosotros nos han subido a la nube en este sexenio. ¿Quién no está de acuerdo de que un javeriano necesita espiritualidad y que esa espiritualidad tiene un referente, Jesucristo y un Seguidor apasionado, para nosotros modelo como lo es el Santo Fundador? Lo que no podemos es aceptar una espiritualidad descarnada, desubicada, des-contextualizada. Y lo digo con toda propiedad: deshumanizada. Se nos olvidó cambiar el agua o dejamos la misma agua de las décadas del cincuenta, sesenta hasta el noventa y el dos mil diez… Hay que cambiar el agua, mis hermanos. Y esa agua en el evangelio se llama humanidad. Esa humanidad se expresa en el IMEY por fraternidad y esa fraternidad construye comunidad. Ahí está el secreto de ‘agua nueva’: Darle estatura de humanidad a nuestro querido IMEY.
El cristianismo enseña que a Dios sólo podemos encontrarlo en lo humano y desde lo humano. Porque lo divino es precisamente lo que nos trasciende y, por tanto, lo que no está a nuestro alcance. A Dios, nadie lo ha visto (Jn 1, 18). A Dios nadie lo conoce (Mt 11, 27; Lc 10, 22). Lo que nosotros podemos saber y decir de Dios, no son sino las “representaciones” humanas que nosotros, los humanos, nos hacemos de Dios. Pero nada de eso es Dios “en sí mismo”. Qué lejos están los teólogos de aceptar esta verdad y nos imponen ‘dioses’ a su medida. Y qué lejos están los falsos místicos, misticoides, de esta realidad.
Por esto, y porque el cristianismo ha tomado esto en serio, afirmamos que, en Jesús de Nazaret, Dios se nos ha dado a conocer, se nos ha revelado, se nos ha manifestado, en un hombre, Jesús. Es decir, el cristianismo enseña, como punto de partida de su existencia y de su razón de ser, que Dios se nos da a conocer y se nos revela en lo humano. Lo cual quiere decir que solamente alcanzaremos la plenitud de lo divino, en la medida en que lleguemos a alcanzar la plenitud de lo humano. Ya San Agustín lo había dicho en frase lapidaria: “Camina siguiendo al hombre y llegarás a Dios”.
Vivimos un tiempo difícil para el cual no hay recetas, ni fórmulas mágicas. El Papa Benedicto XVI, en un discurso en Venecia en el encuentro con el mundo de la cultura y de la economía, cita al célebre filósofo Zygmunt Bauman, quien definió nuestra sociedad como “líquida”, que genera una cultura “tecno-líquida” y un ser humano atormentado en desesperanza.
Partir de esta realidad, ubicarnos en este contexto, nos plantea necesariamente nuevas, profundamente nuevas respuestas. Respuestas que parten de actitudes nuevas y actitudes que exigen compromisos pastorales, opciones teológicas y vivencias espirituales que sepan descubrir los signos de los tiempos, la presencia amorosa de Dios que no falla y el respaldo de un testimonio audaz, generoso, solidario.
Para mí el IMEY está abocado a esta nueva realidad en su opción misionera. Me temo que todavía estemos anclados en el Vaticano II cuando sabemos que después del Concilio ha habido un cambio radical. Me temo que la formación de nuestros nuevos javerianos esté desenfocada en este campo. Que todavía sigamos pensando en multitudes que acompasan con aplausos nuestros rituales o ceremoniales avejentados. Que la pastoral es todavía de masas. Sabemos poco del silencio y del acompañamiento personal en el campo apostólico.
Y no hemos asimilado el fenómeno postmoderno no sólo de un mundo sin Dios, sino el fenómeno más grave de un mundo donde el ser humano ha perdido su identidad. Alguien lo decía gráficamente: “Ya no somos jinetes sino jumentos”. Entonces, estamos ante un mundo posthumano. Sé que digo algo grave, pero también sé por qué lo digo. Esto necesita no sólo métodos, sino contenidos, creatividad, audacia, y sobre todo, un estilo nuevo.
Cuando hablo de estilo nuevo estoy hablando de un cambio de paradigmas en nuestro modo de vida, en nuestra fraternidad como sujeto primario y primero de evangelización ad intra y ad extra, inter gentes y ad gentes, un cambio copernicano en la evangelización, una visión antropológica que responda a los interrogantes y torturas del ser humano hoy, una FE que parta del encuentro con Jesús y nos ayude a hacerlo encontradizo con quienes padecen las angustias existenciales de una sociedad ‘tecno-líquida’ que nos hizo individualistas y esclavos del momento, del instante disfrutado y sin futuro.
Entonces… de este “principio humanidad”, se desprende para el IMEY:Asumir la renovación o transformación del IMEY desde nuestra humanidad.
Partir de lo humano en nuestra vivencia comunitaria.
Darle a nuestras relaciones humanas la dimensión de humanidad que les corresponde.
“humanizar” nuestra espiritualidad. Me explico: Si rezo, si medito, si contemplo debe darse una coherencia entre fe y vida, entre mi relación con Dios y mi relación con mi hermano, entre mi pastoral y mi preocupación por el dolor humano comenzando por el dolor de mi hermano javeriano.
Aprender a escuchar el grito de humanidad que hoy se hace ‘ensordecedor’.
Reivindicar la teología del detalle, o lo que es lo mismo, la espiritualidad de lo pequeño.
Estimular sin halagos y sin adulaciones.
Respectar, valorar las diferencias culturales, generacionales, ideológicas y familiares entre los miembros del IMEY. También las diferencias en la formación.
Priorizar nuestros compromisos de comunidad a los ‘compromisos’ adquiridos por amistades o celebraciones jugosas o beneficiosas de utilidad personal.
Fortalecer nuestra vida fraterna.La Misión del futuro y el futuro de la Misión
Giordano Bruno hace 400 años se expresaba así:
“¡OH! Me gustaría hablar con las personas de dentro de 800 años, o al menos, con quienes vivirán dentro de 400 años, en el año 2000. Cuando alumbre el nuevo milenio, ¿Cómo serán? Como el alma del hombre no pasa nunca… tampoco pasa su espíritu”.
Pedro Casaldáliga, en “Hoy una de sus últimas circulares, ya no tengo esos sueños, dice el Cardenal”, se refería al Cardenal Carlo M. Martini así:
“El Cardenal Carlo M. Martini, jesuita, biblista, arzobispo que fue de Milán y colega mío de Parkinson, es un eclesiástico de diálogo, de acogida, de renovación a fondo, tanto de la Iglesia como de la Sociedad. En su libro de confidencias y confesiones, “Coloquios nocturnos en Jerusalén”, declara: «Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños». Esta afirmación categórica de Martini no es, no puede ser, una declaración de fracaso, de decepción eclesial, de renuncia a la utopía. Martini continúa soñando nada menos que con el Reino, que es la utopía de las utopías, un sueño del mismo Dios.
Él y millones de personas en la Iglesia soñamos con la «otra Iglesia posible», al servicio del «otro Mundo posible». Y el cardenal Martini es un buen testigo y un buen guía en ese camino alternativo; lo ha demostrado”. Y Otro IMEY POSIBLE…
A mí también me gustaría hablar con javerianos dentro de cincuenta, cien, doscientos años. Y me gustaría soñar con un IMEY hecho en futuro, con características que respondan a la novedad del “transhumanismo” del que habla el filósofo Luc Ferry.
Hace medio siglo, un mes después del asesinato de Martin Luther King y de las sangrientas revueltas que desató, se reunieron en los decadentes salones del hotel Hilton en Manhattan 800 personas, entre ellos algunos de los pensadores más relevantes del momento, para pronosticar el futuro. Y ninguno habló de tensión racial ni de injusticias sociales, tal vez porque no tomó la palabra ninguna persona de raza negra, ni nadie menor de 35 años. Pero ese futuro es exactamente hoy: “Towards the Year 2018” fue el libro que recogía las ponencias presentadas en aquella conferencia de tres días organizada en 1968 con motivo del 50º aniversario de la Foreign Policy Association y que esta semana ha recordado la revista The New Yorker. Entre las premoniciones de aquel entonces, se destaca el Internet y el calentamiento global.
Qué tal reunirse hoy un grupo de javerianos y, profundizando sobre el futuro de la Misión, pudiesen predecir el futuro del IMEY en cincuenta años. Así pienso la Asamblea 13. La Conferencia de Medellín se celebró hace CINCUENTA AÑOS y allí se habló “del grito de los pobres”, de “las desigualdades sociales en el Continente”, del “papel profético de la Iglesia”, “del análisis de la realidad como principio fundante de la pastoral”, del “liderazgo laical” y… así…hoy son temas palpitantes… candentes que todavía esperan respuestas.
A nosotros nos formaron para la perennidad, para la uniformidad, para la exactitud del rito y el cumplimiento matemático de horarios, calendarios, rezos y urbanidades obsecuentes. Y de repente se nos viene el mundo encima: Estamos viviendo un universo diferente, plural, diverso, en el que los principios son cuestionados, el pasado sin memoria, el presente fugaz y el futuro, sencillamente incierto. Pasamos del mundo de la seguridad al vaivén de la tormenta; del mundo de la verdad y las certezas a los cuestionamientos permanentes; del mundo de la globalización al mundo de la ‘glocalización’; de la modernidad a la trasmodernidad y posverdad; un mundo que no logramos siquiera definir porque nos sobrepasa el peso de su vertiginosidad. Es el mundo ‘light’, de pensamiento ‘líquido’.
Hoy más que nunca la Misión va tocando fronteras cada vez más prohibidas, prohibitivas, caóticas, inciertas: La increencia, la indiferencia, el fundamentalismo, fanatismo, la sociedad del mercado con sus dioses y sus cultos y sus sacerdotes, la falta de sentido, el esoterismo, el egoísmo brutal que genera la postmodernidad, la inestabilidad familiar, el tradicionalismo, el facilismo, exclusión de género, social, étnica, etc.
Me atrevo a pensar que la misión hoy es más una pregunta que una respuesta. No hay preguntas mal hechas, dice el adagio popular, sino respuestas mal dadas. La Biblia también hace preguntas. Dios es la pregunta que se ha hecho la humanidad siempre. Cuando damos respuestas sobre Dios son simples proyecciones del ser humano, concepciones y percepciones a lo humano. La teología es mera aproximación. Dios en principio está más allá o también más cerca, dentro… ‘te buscaba fuera y TÚ estabas dentro”, dice San Agustín. Sólo Jesucristo nos revela a Dios en su mismidad primera: Padre y en su sueño luminoso: La Nueva Humanidad.
Sin una base teológica sólida, actualizada, acorde con los signos de los tiempos, estaríamos frustrando el Plan de Dios que es el Reino en construcción con la Misión. La pastoral sería una respuesta inacabada, insuficiente incluso, perjudicial. Y nuestra espiritualidad sería vacía. D. Bosch afirma: “Una base inadecuada para la Misión, y motivos misioneros ambiguos conllevan a una práctica misionera deficiente” .
Dentro de cincuenta años hablarán de la “Iglesia cibernética”, de “Iglesia de las catacumbas”, de “la misión de la sangre”, “de una Iglesia toda ministerial, toda laical”, de “Iglesias del silencio”, de “una Iglesia de minorías”, de “la Iglesia de la diáspora”, de “una Iglesia toda Misión”, de una Iglesia ‘escuela de oración, contemplativa, mística”, de “una Iglesia toda democrática”, de “una Iglesia toda plenamente juvenil”. Fue el caso de Camboya después de los K´amerst rojos… y así…Ad Gentes, cincuenta y tres años ya, nos habló de una Iglesia particular con Liturgia propia, teología propia, ministerios propios, espiritualidad propia, legislación propia… sueños y más sueños que no han comenzado a dibujarse ni en la penumbra y peor, con rechazo en muchas instancias eclesiales…y que quizás serán realidad en 50 años.
¿Y cuál será el javeriano dentro de cincuenta años? ¿Y cómo será? ¿De dónde vendrá? ¿Cuál será el estándar de vida IMEY en cincuenta años, su formación, su estilo de vida, sus visiones y sus desafíos? No estamos tan lejos de esa meta… Las metas como los objetivos son lo primero en su elaboración y lo último en su ejecución… En el IMEY hemos tenido pocos soñadores, pocos profetas que nos abran al futuro y que nos ayuden a diseñarlo. Hemos vivido del día a día, casi puntualmente sin atrevernos a dar pasos en la incertidumbre, en la inseguridad, en la disponibilidad para construir, o al menos, idear nuestro futuro. Vivimos de sexenio en sexenio lamentándonos de lo ocurrido y prometiéndonos, sin mucho rigor, mejorar… ¡desmejorando más bien! ¡Oh dolor!
Entonces…
Pienso en mis vaguedades y en mis amores javerianos así:
Pienso en el javeriano del futuro y ese futuro es ya HOY, como lo dice Octavio Paz en mi cita de entrada: “Por ese camino salimos mañana y llegamos ayer: Hoy…”.
Un SER que peregrina echada al hombro la historia y cargando con sus muertos y viviendo con los que vendrán… pasado y futuro en construcción permanente.
Y si hombre en la historia, hombre en la realidad asimilada, ponderada, conquistada, transformada.
Hombre de vanguardia, jamás en la retaguardia.
El javeriano será un místico que sabe leer el pasado en el Hoy de la historia en proyección de futuro.
Hombre de la Palabra, de la escucha, del diálogo, de la tolerancia, del respeto profundo por las diferencias.
Alguien que asume la teología en su relación más amplia, generosa y comprensiva con las ciencias sociales como Antropología, sociología, psicología, etnología… enamorado del arte, de la poesía, de la música, de la literatura, de las culturas. Una teología profundamente misionera.
Un hombre que vive en el mundo de la velocidad tecnológica sin perder el timón de la racionalidad, de la cordura, del dominio de sí mismo, de su responsabilidad.
Un asceta de la sencillez, la simplicidad, la humildad, cercano a lo esencial. Las tempestades sociales, políticas, religiosas tendrán un carácter cada vez más antagónico que exigirá ir tirando de lado lo inútil, lo accidental, lo secundario. La sociedad del futuro será cada vez más simple o nos ahogamos en nuestras mismas complicaciones y complejidades.
Habrá qué pensar más en la humanidad como totalidad holística, integralidad y racionalidad ética en defensa de lo universal como principio de subsistencia y poner todas nuestras capacidades en bien de esa construcción planetaria sin menoscabo de nuestros carismas, dones intelectuales y riquezas espirituales.
Un SER profundamente inquieto, renovado, actualizado, abierto a los signos de los tiempos, en diálogo con todas las vertientes filosóficas, científicas, teológicas y culturales por las que vaya trasegando la historia.
Un ser con corazón planetario. Esto no es un mero giro poético. Es una profunda realidad, más aún, una exigencia del javeriano del futuro: Hombre abierto a todas las espiritualidades, a todas las cosmovisiones, a todos los chispazos de pensamiento, a todos los sueños que en esperanza, construirán los siglos venideros.
¿Y el IMEY?
Si Moisés Naim escribe su libro: “Repensar el mundo” y Aparecida lo toma como uno de sus desafíos prioritarios: “Repensar la Misión”, ¿cómo nosotros, Javerianos podemos repensar nuestro IMEY? Hoy se habla de las “revoluciones silenciosas”. Son grupos de base, científicos y otros con sentido ecológico que están ensayando alternativas a este tipo de habitar el planeta Tierra. Su principio motor es buscar la alternativa…Quiero estar en este grupo “silencioso” recreando el IMEY desde una perspectiva profundamente misionera en creatividad y visión profética.
En un contexto así de dramático surgió un movimiento llamado “Los convivialistas” que reúne por ahora a más de 3200 personas de todo el mundo (véase www.lesconvivialistes.org). Buscan vivir juntos (de ahí convivialidad), cuidando unos de otros y de la naturaleza, no negando los conflictos, sino haciendo de ellos factores de dinamismo y de creatividad. Es la política del gana-gana. Cuatro principios sustentan el proyecto:El principio de la común humanidad. Con todas nuestras diferencias, formamos una única humanidad, a mantener unida.
El principio de la común socialidad: el ser humano es social y vive en varios tipos de sociedades, que deben ser respetadas en sus diferencias.
El principio de individuación: aunque siendo social, cada cual tiene derecho a afirmar su individualidad y singularidad, sin perjudicar a los demás.
El principio de la oposición ordenada y creadora: los diferentes pueden oponerse legítimamente, pero teniendo siempre cuidado de no hacer de la diferencia una desigualdad.A estos principios yo añadiría para el IMEY en construcción de futuro:El principio de la creatividad,
El principio de la inquietud, sobre todo, espiritual, intelectual, comunional, testimonial.
El principio de la cordialidad: Una cultura cuyo centro sea el corazón,
El principio del ‘compartir’ que me ha enseñado la cultura Quechua en Bolivia en la mesa de la convivialidad, de la sororidad, de la fraternidad universal.¿Y el IMEY del futuro? Un pequeñísimo ENTE compuesto de partículas muy singulares que sobreviven dentro de la especie humana con un signo de identificación plena: Carisma misionero. Hombres y mujeres matriculados en la escuela del DISCIPULADO DE JESUS, como testigos del VIVIENTE PLENO. Testigos de una humanidad nueva, vivida en pequeñas fraternidades: Abiertas, acogedoras, simpáticas, plenas de gozo y felicidad, defensoras de la vida, del medio ambiente, testigos de la cultura de la solidaridad. Fraternidades interculturales e interreligiosas. Esto es un giro copernicano en el IMEY…un desafío para el HOY que es mañana… Entonces… Sí, sí, todavía peregrinamos…
Cochabamba 07.02.18
jesús e. osorno g. mxy
Paz, Octavio. El mono gramático pp. 75-78
Cita, Klein Naomi, la doctrina del Shock, Paidós, Barcelona, 2007, p. 23
Klein, Naomi, La doctrina del Shock, Paidós, Barcelona, 2007
iv Alai, América Latina en Movimiento, febrero 2009
El Tiempo, Bogotá 07.01.18
Cruz, Eva, Así era el futuro hace cincuenta años. El País, Madrid, 05.01.18
Cita Gabriela Zengarini O.P. La misión en cuestión en Caminar, año 8, número 14, p. 41
Boff Leonardo, Diaconía, columna semanal 16.07.29 [...]
19/02/2018El siervo de Dios Cardenal Eduardo Francisco Pironio tiene un corto folleto en el que reflexiona en torno a los capítulos generales, poniendo como base la cita de los Hechos de los Apóstoles 2,42: “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.” y me pareció pertinente para esta etapa cuaresmal y para la propuesta que nos hace la comisión AG 2018 de reflexionar, desde ahora, sobre nuestra actualidad y nuestro futuro como personas, institución e iglesia en medio de realidades personales, institucionales y misioneras muy concretas.
Quisiera parafrasear algunas de sus reflexiones que me parecen muy adecuadas para este tiempo litúrgico y para nuestro estado AG 2018.“…ante todo (hablando de capítulos generales) es una celebración penitencial que tiende a vivir fuertemente dos cosas: una sincera actitud de conversión y una búsqueda honda y dolorosa de los caminos del Señor.”
“¡Qué importante es subrayar el aspecto penitencial de un capítulo! Por lo que significa de sereno y hondo examen de conciencia con el consecuente cambio de mentalidad y de vida y por lo que significa de penosa búsqueda de la voluntad de Dios en las exigencias actuales de la vida consagrada.”Nada más diciente para el tiempo cuaresmal que una sincera actitud de conversión. La sinceridad está vinculada a la verdad y honestidad además de la sencillez y humildad, todas virtudes que son esenciales a la hora de encontrar caminos de transformación. La convocatoria abierta a la AG 2018 nos hace una invitación sincera de expresarnos y comportarnos libres de fingimientos con el sólo propósito de buscar los caminos que el Señor tiene destinado para nosotros como miembros y para el IMEY como institución eclesial. La conversión se presenta como resultado de una actitud sincera y como comprensión y aceptación de los caminos del señor, que no es otra cosa que la dolorosa conformidad (configuración) con la voluntad de Dios. El llamado al examen de conciencia, además de ser curativo, es un ejercicio que robustece el espíritu, transforma las ideas y, si se hace sereno y hondo, transfigura nuestra manera de vivir.
Ya hemos tratado numerosas veces con nuestras conciencias y en muchas ocasiones pareciera que la rutina, la normalidad y el acomodo de ella a nuestras personalidades (máscaras), pecadillos, gusticos, confort…la han estancado, justificado o eliminado. Es aquí en donde debemos entrar en un acto de fe, más que en concepciones morales. La búsqueda de la voluntad de Dios, en todo lo que nosotros somos, podemos y hacemos de una manera consciente y coherente con la vida consagrada que hemos, libremente elegido, nos exige transfigurar nuestras ideas, voluntad, lenguaje, relaciones y acciones, así sea un proceso doloroso. Doloroso porque nos toca arrancar lo que por mucho tiempo hemos consentido y alimentado en nosotros, para dejar nuevamente que Dios haga su morada, para que su Espíritu siga haciendo su obra con nuestros cuerpos, mentes y sentimientos. La actitud constante de búsqueda de Dios es la que nos va a impulsar a la conversión y nos orientará el camino hacia la, muchas veces, inexplicable voluntad de Dios.
Un bendecido paso cuaresmal
P. Gino mxy [...]