Nos hace bien, en estos días en que recordamos a Monseñor Miguel Ángel, pensar en la misión tal y como se percibía en él, y esto porque, siendo él el que nos inspira para la misión, nos renueva y nos da nuevo entusiasmo. Ir a los orígenes es garantía de que vamos para adelante; cuidar las raíces es asegurar buenos frutos; sin la fuente la sed nos vencería. Es por esto por lo que quiero recordar con ustedes al Fundador de nuestros institutos misioneros y al obispo que hizo de esta diócesis de Santa Rosa una Iglesia misionera que ha ido más allá de las fronteras.
Les sugiero que nos hagamos una pregunta y que la vayamos respondiendo: ¿Qué es lo que hace que la actividad de Monseñor Builes sea misión y no otra cosa? Hay muchas actividades relacionadas con la misión como el cuidado pastoral de los fieles cristianos, el compromiso social, la filantropía, los sacramentos, el trabajo comunitario…etc. Todo esto, que va con la misión, no se confunde sin embargo con la misión. Vamos a tratar de responder la pregunta que nos interesa.
- Lo de Monseñor Builes es misión porque brota en la Trinidad
La Trinidad, cogidas las aguas bien arriba, es la fuente de la misión; si no viene de allá, del amor de Dios, de su comunión, la misión resulta otra cosa. Y es a esto que nos llama Monseñor Builes constantemente; él experimenta a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en su corazón, viviendo por dentro, y, consecuente, se ve sumergido en los deseos divinos de salvar a todos. Experimentar la Trinidad por dentro es al mismo tiempo lanzarse por fuera, a la misión; la misión brota de esta experiencia. Así lo expresa el Obispo: “Vivir más por dentro… más de fuera hacia adentro, que de dentro hacia fuera, es decir, en constante movimiento hacia el interior, donde habita el Esposo, donde habita la Santísima Trinidad”.
Nadie puede salir a misión si no tiene el amor con el que se aman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y con el que Dios ama a la humanidad. Porque tenemos el amor de Dios, derramado en nuestro corazón, no nos dejamos encerrar por lo nuestro, salimos al encuentro del otro, especialmente del pobre y del que no conoce la Buena Noticia, vamos siempre más allá, nos expatriamos. “El apóstol, dice el obispo, no se encierra dentro de sí mismo, sino que se agita impulsado por el amor y el celo que es de suyo conquistador, inquieto, valeroso, resuelto y generoso, capaz de todos los sacrificios aun el de la propia vida, con tal de que las almas se salven”. Fuera de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es imposible la misión.
- Lo de Monseñor Builes es misión porque es la práctica de Jesús
Sí, lo que hace Monseñor Builes es seguir la práctica de Jesús; la misión del Hijo de Dios encarnado se prolonga en la Iglesia y en cada misionero; imposible ir a la misión a título personal, a hacer la propia obra: vamos a nombre de Jesús y es Cristo mismo que toma nuestra humanidad para seguir su trabajo de salvar: Por esto dice el obispo : “Somos prolongación de Jesús y nuestras acciones son suyas: establezcámosle pues en nosotros por una unión de amistad que nos iguale, nos identifique con Él”. Así pues, sin la práctica de Jesús, es decir, sin lo que hacía Jesús, es imposible estar en misión y esta convicción era muy clara en el Fundador y esta era su oración: “Jesús, vive en mí tu vida como tú quieras, como te agrade, lata tu corazón al unísono del mío y lleve el mío en cada latido tu mismo compás. Tus amores, amado mío, son mis amores, tus intereses son los míos, tus ansias redentoras son mis ansias, tu querer es mi querer, tu voluntad es mi voluntad.” Dejar latir en nosotros el corazón de Cristo dilata nuestro amor y nos da la posibilidad divina de abrazar no sólo los extremos de la tierra, sino también los límites del tiempo.
En la misión podemos dar luz sólo si la recibimos de Cristo, sol que nace de lo alto: “Jesús, enseña el obispo, no ejercita en nuestra alma su divina actividad para el alma sola, sino que labora en ella también para otras almas. Como el sol que irradia sobre la luna para que ésta se envuelva en cendales de plateada lumbre y disipe luego las tinieblas que rodean la tierra”. De esta amistad con Jesús, hasta identificarse con Él, depende el éxito de la misión, los frutos de la evangelización.
- Lo de Monseñor Builes es misión porque viene de adentro, de vivir por dentro
“Vivir por dentro, nos anima el obispo fundador, en la celda donde mora Él, sin salir jamás sino con Él mismo a trabajar por Él”. Los llamados de afuera nos pueden mover a la filantropía y es admirable que los atendamos. A la misión, sin embargo, nos empujan sobre todo los llamados de “adentro”, después de conocer en la propia alma la intimidad de Dios y lo que está en su corazón. Si no se vive dentro no hay posibilidad de escucharle a Jesús los secretos del Padre. El misionero y el filántropo no son opuestos, y muchas veces se encuentran “hombro a hombro” en las mismas bregas. Pero esto no significa que sean lo mismo: el último es “halado” desde afuera, el primero “empujado” desde dentro.
A veces, llevados por las urgencias, sin tiempo para el discernimiento, respondemos sólo a llamadas externas, y el plan del Padre, el que Jesús revela a los que viven dentro, queda siempre postergado. Si lo que hacemos es misión, tiene que nacer de dentro, en el corazón, el nuevo cielo donde la Trinidad delibera la salvación, donde el Hijo, por el Espíritu Santo, nos confía las decisiones amorosas del Padre, y donde podemos unir nuestro “sí” al “amén” de Jesús.
- Lo de Monseñor Builes es misión porque muy fijo en Dios recorría las periferias
Veo a Monseñor Builes y a todos los santos misioneros como un compás, es decir, con el eje fijo en Dios y con el brazo recorriendo las periferias de la circunferencia; así, en Dios y en los otros. O como mejor lo decía san Gregorio Magno, como un ángel que sin dejar a Dios nos acompaña; y esta cualidad es la de la misión, porque está en Dios siente que tiene que estar con los hermanos y hermanas y alcanzar los extremos de la tierra; al obispo no le basta Santa Rosa por grande que sea esta jurisdicción eclesiástica: “Son millones, dice, los que pueblan el globo de la tierra; pues esos millones quiere salvar. Y, como Jesús abarca no sólo el espacio sino también el tiempo, las aspiraciones del alma identificada con Jesús abarcan al igual todos los siglos y no quiere descansar, como Teresita del Niño Jesús, sino cuando se haya salvado el último mortal”.
Este estar fijo en Dios y recorrer las periferias también los ve el obispo en María, bien agarrada a Dios por dentro, al que gestaba en su seno, y apurada al mismo tiempo por los caminos para visitar a su pariente Isabel. Monseñor Builes se imagina a María mientras esperaba el nacimiento de Jesús y en esas la ve hacer su “primera correría misional”, su viaje a la casa de Isabel. María está, en esa composición de lugar que hace en Mi Testamento Espiritual, toda entretenida con el Hijo que gesta en sus entrañas, y cuando sale, sale en su compañía: María vive dentro y sale, no sola, sino con Jesús, a trabajar por los intereses de Jesús.
- Lo de Monseñor Builes es misión porque implica todo su ser
Cristo no hace la salvación, es la salvación misma y así también la misión, no es tanto hacer, es ser; esa característica esencial se ve en Monseñor Miguel Ángel: era todo misión. Leer su diario es encontrarse con esta realidad: no guarda su vida en cajones, no tiene uno separado para la oración, otro para el descanso, otro para comer, otro para la pastoral: todo en él es misión. La misión, su propio ser, es el escaparate, y ahí se contiene todo lo que es y hace. Sí ora, es por la misión, si descansa es para recuperar energías para la misión, si hace pastoral es para avivar la misión, si come es para tener fuerza suficiente para la misión, si se equivoca es porque quería el bien de la misión. Una vida identificada con la misión. Y esto es muy importante, es que la misión no es un trabajo que se hace y se deja para hacer otras cosas, no es un empleo con horarios, no es un compromiso para cumplir, es la vida de Dios en nosotros. “Cuando el alma, démosle la palabra al obispo, ha logrado identificarse con Jesucristo es ya una con Él. Lo que es de Jesucristo es de ella; lo que Él siente, piensa, desea y busca, eso siente, piensa, desea y busca el alma; todos los bienes de Jesús son suyos y las mismas perfecciones de Dios suyas son. Ama con el amor de Jesús”.
- Lo de Monseñor Builes es misión porque lo mueve la caridad
No hay otro motor en la misión que la caridad, y esto lo llamaba Monseñor Builes “celo ardiente hasta el sacrificio”; no lo mueve otra cosa a la misión, no un interés personal, sólo la caridad y esta es nota distintiva que acredita lo suyo como misión. Una expresión de esto es que, para él, no predicar es dejar a la gente con hambre y su caridad le impele a hacerlo para saciarlos; él sabe que el pan que tiene para distribuir es el de la Palabra, que la gente necesita y tiene derecho a la Palabra. No predicar es negar el pan. Así nos lo cuenta el obispo: “Me solicitan con mucho encarecimiento la Reverenda Madre Superiora en nombre de las alumnas y las Hijas de María en nombre propio, que les hagamos unos ejercicios espirituales de 3 días completos, empezando esta noche. ¡Aceptado! Si nos piden pan los parvulillos, ¿cómo se los negamos? Cunde la noticia en la ciudad; hacemos saber que todas las señoritas pueden asistir. A las 7 p.m. están todas las que desean. Pocas, pero no importa. A una sola alma se le puede predicar y a veces con más éxito que a muchas”.
Otra expresión de esto es que el obispo siente un profundo dolor cuando no hay quien pastoree a las gentes que encuentra en los pueblos lejanos: “Al dejar atrás la bulliciosa urbe me puse a pensar: ¡pobres almas! El Padre Aldana tan viejecito y el Padre García, joven pero casi muerto y sin alientos por la enfermedad, para atender los dos solitos a las 45 mil almas de Sincelejo, y a los cuatro municipios más que están a su cargo, a saber: Sampués, con 10.000 almas. Chinú con 12.000, Sahún con 15.000 y San Andrés con 12.000. Un estremecimiento de dolor recorrió todo mi ser”.
Hay un diálogo que él relata y que ilustra este dolor. Se trata de una conversación con una muchacha piadosa de la costa: -¿Y hay catecismo?, pregunta él, –Como aquí casi no viene el Padrecito, responde ella, esta gente se vuelve cada día más animal. Aquí no hay catecismo ni nada, y cuando el Padrecito viene de Sincelejo, no tiene tiempo sino para los bautismos y se vuelve, y la gente ni le va a oír lo que predica. Aquí cada día estamos más animales… Con estas palabras mi alma lloraba”, concluye él. “Prediqué como si hubiera una multitud imaginada. Recuerdo que el sermón estuvo fluido, sonoro y hasta florido: efectos de la fiebre que no quería ceder. Secas las fauces, la cabeza dolorida, ¡y el corazón… ah! el corazón entristecido por aquellas multitudes sin Dios casi paganas…”
- Lo de Monseñor Builes es misión porque es a pesar de sí mismo
Esta es la última nota distintiva con la que quiero describir la misión y que encuentro también en Monseñor Miguel Ángel. La misión no es algo que nosotros hacemos, es algo que Dios hace; nosotros le decimos que sí y el hace su obra y siempre, creo que la única excepción sea Jesús, la hace a pesar de nosotros; así en la misión también lo que nos falta, y diría yo, muy especialmente lo que nos falta, contribuye a buen fin, es que llevamos la obra de Dios en vasijas de barro y a veces muy quebradas.
Así siento también al Fundador, un santo, y como todo santo, con sus límites y carencias. Y aún así Dios hizo su obra y el milagro de inspirarnos para la misión sigue dándose. Estos límites y carencias fueron importantes y le ayudaron a confiar en Dios y a ponerse en sus manos. ¿Qué límites y carencias encuentro en Monseñor Builes y que demuestran que la gracia de Dios y no el ser indefectibles es lo que posibilita la misión?
Los enumero brevemente y lo hago porque si celebramos a Monseñor Builes sin ninguna crítica podemos llevarnos a la misión, y en esa tentación hemos caído, no sólo sus virtudes sino también los obstáculos que su personalidad puso a la misión, obstáculos que hacen manifiesta la gracia y que muestran que no se trataba de él sino de Dios en él:
- Monseñor Builes, con la Iglesia de su época confundía el reino de Dios con la Iglesia, algo de esto puede seguir pasando en no pocos sectores de la Iglesia hoy. Esto era típico de la Cristiandad y de la Iglesia colombiana en tiempos de la hegemonía conservadora; en esta situación los “derechos de Dios” fácilmente se reducían a los de la Iglesia, o mejor, a sus privilegios, a lo que establecía el concordato, para poner un ejemplo, y no eran los de los más pobres y marginados que no sólo pedían caridad sino también justicia. La misión debe tener muy claro lo que quería Jesús, el reino de Dios, y no enredarlo en lo que quiere la institución, así esa sea la Iglesia.
- Monseñor Builes, con la Iglesia de su tiempo, no estaba tan dispuesto al diálogo y de modo fácil se veía en el deber de condenar toda opinión distinta; eso no es raro en algunos grupos de hoy que se creen más católicos que el Papa. Disculpando de esta falta de apertura de nuestro obispo, nosotros sus hijos solemos decir que, por ejemplo, no atacaba a los liberales sino al liberalismo; en realidad, seamos honestos, ninguno quiere que le digan “a ti te quiero y te acepto, pero deja a un lado lo que piensas y ni se te ocurra decir palabra sobre ello”. La misión, ahora que ha pasado el Vaticano II y que nos hemos refrescado en las fuentes de la Escritura y de la Tradición Apostólica, se define como diálogo y como salir al encuentro del otro y no pretende homogenizar y reducir todo lo que encuentra a pensamiento único.
- Monseñor Builes, tal vez con buena voluntad, puso leña en incendios de violencia que todavía no logramos apagar en Colombia y es evidente, por los límites de su tiempo, que se parcializó y ocasionó, admito que sin proponérselo, división en la sociedad colombiana y exclusión de muchas personas. La misión trabaja por la unidad y no tiene miedo de incluir a todos, incluir no es necesariamente estar de acuerdo.
- Monseñor Builes quería estar en los altares y tener su nicho en los templos; esto que en su tiempo percibió su confesor, es sin duda auto-referencia espiritual y le quita fuerza a la misión; todavía hoy, en lugares apartados y remotos, allá en los desiertos del África y en la lejanía de Camboya, donde la gente apenas empieza a encontrarse con Jesús, nos vemos los hijos e hijas de este fundador, haciendo, por estas mismas fechas de septiembre en que lo recordamos, rituales extraños con el cuadro del siervo de Dios, hablando a los indígenas del espíritu MAB e insistimos en que la gente lo tiene que conocer casi al mismo tiempo que a Jesús. Con honestidad les digo que todos estos procesos de canonización, onerosos y complicados como son, nos pueden quitar fuerza y energías para la misión. No, un misionero no puede querer un nicho y que lo miren y lo tengan como modelo, la misión es olvido de sí, el Kerygma es de Cristo Jesús y ahí, si no estamos atentos, llega a estorbar un santo de palo; la Iglesia misma si quiere de verdad su misión, tiene que quitarse del centro, ponerse a un lado, como servidora, y hacer camino dentro de la caravana; la misión es sal y la sal no se ve, se esconde dentro para dar sabor; la misión es luz y como luz no se muestra a sí misma y hace ver la belleza de todo lo que toca.
Estos son algunos de los límites y carencias del Fundador, también gracias a ellos podemos decir que era misionero y que era misionero santo; porque es que la gracia se muestra perfecta en la debilidad. Encuentro un tanto pelagianos los procesos de la Congregación para la Causa de los Santos, se enumeran virtudes heroicas y los postuladores quieren probarnos que los siervos de Dios, también nuestro Miguel Ángel, tenían todo en el costal, que eran “gigantes de la virtud”, y la verdad es que eran hombres y mujeres como nosotros, solo que se confiaron en Dios y Dios los hizo santos. Creo que, si las virtudes nos exigen heroísmo, mucho más nos lo piden los defectos. Estos límites y carencias, admitir esto con honestidad, no dañan a nuestro santo, hacen sí palpable la obra de Dios; estos límites y carencias nos dan esperanza a nosotros, carentes e incompletos, también llamados a la santidad y nos animan a confiar. Sí, monseñor Builes fue misionero a pesar de sí y eso lo hace misionero autentico.
Entonces, conclusión, monseñor Miguel Ángel es un misionero. Lo es porque en él la misión brota de la Trinidad, porque su práctica es la de Jesús, porque su obrar viene de vivir por dentro, porque muy fijo en Dios recorría las periferias, porque implicó en la misión todo su ser y no un pedazo de su ser, porque lo movía la caridad, porque era todo eso a pesar de sí y en la gracia de Dios.
Muchas gracias.
Jairo Alberto, mxy
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